El americano se encontraba en su habitación. Era un buen sábado para aprovechar a hacer lo que se le encante la regalada gana. Él se había despertado a las 12:03 de la mañana por su despertador. Él sólo se levantó y fue al baño para hacer sus necesidades. Al terminar, oyó como su celular vibró, tendiendose de una llamada de parte de la ucraniana.
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— ¡¿Qué pasó, Lentecitos?! — se oyó del otro lado del lado del dispositivo, con un tono muy emocionado. Se sabía que tenía algo emocionante por decirle aquel chico de los girasoles.
— Hola, girasolsito — empezó a hablar con un poco de sueño — ¿Ahora que tramas, pequeñuela? — habló con un tono un tanto burlón.
— sabes... — habló — Ya salimos a todos los lugares conocidos en dónde podríamos divertirnos... — esta vez hablaba un poco desilucionado — pero tengo una idea! — habló de nuevo emocionada. Adoraba cuando hablaba así.
— me siento orgulloso, ucri — habló con una sonrisa jocunda — ¿Cuál es tu plan? — preguntó con curiosidad
— estaba pensando en hacer una pijamada en tu casa — pronunció de su boca. No se lo esperaba — hicimos de todo pero nunca una pijamada — ahora que lo pensaba, él tenía razón — y, ¿Te apetece o no? — preguntó, esperando una respuesta coherente.
— Claro, pequeña florecilla — respondió.
— ¡¡Genial, te adoro, anteojito!! — el estadounidense amaba cuando le ponían apodos de cariño respecto a lo que tenga. Un ejemplo, era el de los anteojos.
— adiós, girasolsito — se despidió y cortó la llamada.
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Ahora, el estadounidense estaba arreglando ansiosamente su casa para la noche genial y emocionante que iba a tener con sus amigos. Está si que será una noche totalmente inolvidable. Él, rápidamente, ordenaba de pie a cabeza: lavó la cocina, ordenó el living y su cuarto, limpió el baño e incluso ordenó la habitación de huéspedes por si alguno se quería quedar.
Él fue a la tienda a comprar varios snacks para sus amigos y aunque no faltó la parte más crucial: cocinar algunos pastelitos para sus amigos decorados con deliciosos merengues encima. Sin duda, si que será su primera y más genial pijamada de su vida.
Él sacó la harina de la alacena, los huevos del cartón y la leche del refrigerador. Él tuvo que buscar recetas en Google para que le saliera bien y que los pastelitos no tengan sabor a carbón fundido. Durante el proceso, él se manchaba con un poco de harina y algo de la mezcla pero lo que más le importaba era poder hacer que sus amigos disfruten de la pijamada y nada más.
Mientras esperaba a que los pastelitos se horneaban, el limpiaba la cocina por 2da vez pero con un trapo mojado y luego lo secaba con un repasador. Él no se dió cuenta de que casi era la hora de que sus amigos llegaran y él decoró cómo pudo los pastelillos, casi con poco de prisa y algo movidos pero no importaba.
Él vió que en el reloj que tenía en la pared de la cocina marcaban las 21:00 hs siendo que sus invitados venían a las 21:30 hs. Él, rápidamente, fue a su baño y se dió un baño rápido. Él se puso un pijama de ositos grizzlys que le dió su hermano hace dos años atras que le iba muy grande y ahora le va como un anillo al dedo.
Al cabo de un rato, se sentó en el sofá y los esperó. Tocaron el timbre y con entusiasmo, les abrió y los recibió con los brazos abiertos. Él les contó que había traído algunos snacks y había hecho pastelitos. Por ello, sus amigos lo adoraban demasiado.