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Tierras del Rey Muldrob ᏊᏊ

El mercado estaba repleto de puestos en esos días de primavera, había comida, ropa, calzado, caballos, ovejas y un sinfín de mercancías que los comerciantes vendían a las puertas del castillo del rey Muldrob.

Syna acompañada de Madferson miraba un puesto de baratijas, le encantaban las pulseras doradas y todo lo que ese color representaba.

—Comprame una papá —le dijo con una sonrisa al hombre que la cuidó desde su nacimiento, desde que tenía uso de razón lo había llamado de ese modo y el otro nunca la sacó de su error, era mejor así, nadie tenía porqué saber quién era en realidad.

—Tengo una muy especial, te la enseñaré, es lo más preciado que tengo —le dijo la tendera al verla tan ilusionada mirando de un lado a otro con ese brillo en esos ojos que había heredado de su padre. Nada más y nada menos que un Lander—. Mira, esta reliquia viene de los volcanes del Este —le extendió un brazalete que relucía como el sol y ella ilusionada con aquel objeto se quedó maravillada.

—Es precioso —dijo hipnotizada y después miró al hombre que la crió como un padre— ¡Papá mira! —la tenía entre sus manos y la agitaba con energía.

Pero el otro no la miraba, ya que estaba absorto en un grupo de guerreros que habían llegado al lugar montados en sus caballos, él mismo había sido uno de ellos en el pasado, sabía que hoy había algo especial en el castillo.

—¡Mira como brilla! —repitió ella y se la acercó a los ojos, la quería a como diera lugar.

—Es muy bonita Syna —el hombre que ya tenía sus años porque habían pasado dieciocho de ellos desde que la tuviera a su lado se puso tenso al haberla llamado de ese modo delante de la tendera. Ese nombre no era muy bien recibido por esos contornos y él por estar en otra cosa no de dió cuenta y lo lanzó sin pensar.

—¿Syna? ¿Así te llamas muchacha? —le preguntó la otra con gesto serio y desconcertada.

Ella sin parecer que contaba una mentira le habló para remediar algo del asunto. —Mi nombre es Shinaila pero mi papá algunas veces quiere acortarlo tanto que suena de esa forma tan tremenda ¿Verdad? —puso una sonrisa tonta quitando importancia al momento.

—Pues tened cuidado con el Rey y sus hombres que pueden creer que hacéis una provocación con ello —y con gesto triste recordó algo que a Madferson lo hizo estremecer—. Hoy sería el cuarenta cumpleaños de la princesa Niniam, la pobre lleva ya demasiados años muerta y le harán un funeral en su memoria, aunque su padre tuvo la culpa de todo porque...

—¡Lo comparé, cuanto cuesta! —señaló el otro el brazalete rápidamente, no quería que siguiera contando algo que estaba en un pasado muy doloroso para él y que Syna no tenía ni idea.

—Son cincuenta "rends".

—¡¿Cincuenta "rends"?! —protestó Madferson.

Ella al entender que no podrían pagar esa cantidad se la devolvió triste a la mujer, sus ingresos eran algo escasos.

Syna y su padre vendían esporádicamente caballos salvajes para subsistir, no podían estar mucho tiempo cerca del castillo, no podían trabajar como cualquier habitante del reino donde sería una temeridad que supieran quién era ella.

En ese momento llegó al puesto un soldado vestido con una piel de oso negro echada a su gran espalda. Tenía los ojos negros como la noche al igual que su pelo que caía en su frente por tenerlo un poco largo. Lo había atado atrás con una cola. Era muy alto y de cuerpo bien formado por sus batallas libradas en la guerra que duraba ya varias décadas. Se presentó ante ellos con actitud seria y altanera.

LandersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora