Bebé está triste

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Su alarma suena. El sonido es demasiado fuerte, así que la apaga para no despertar a Valentina. Gracias a Dios ella no se ha dormido, de haber sido así, ni con 20 alarmas sonando al mismo tiempo hubiese abierto los ojos. Su turno ha terminado, son las 6 pm y ya debería estar saliendo de aquí o Charlotte las atraparía.

Con su celular en la mano, Juliana se recuesta unos segundos más al lado de Valentina. Restriega la punta de su nariz contra la mejilla suave de Valentina. Siente a la rubia removerse más cerca de su tacto, se ríe silenciosamente. Besa sus labios suavemente, Valentina no tarda en responderle. Al parecer ha despertado.

—No quiero que te vayas.

—Yo tampoco quiero irme, Mami. Pero tengo que.

La mayor la atrae hacia ella, uniendo sus labios en un largo beso, de despedida. De manera rápida, Juliana corre al baño para asearse y vestirse. Frente al espejo, arregla su cabello lo mejor que puede. Una vez lista, sale del baño, encontrándose con Valentina dormida. Sabe que la noche anterior estuvo trabajando en un nuevo proyecto para la empresa de Charlotte hasta tarde, así que está cansada.

—Cuídate, bebé.

Escucha la voz de Valentina cuando está a un paso fuera de la habitación. Sonríe de lado, corre y se tira de rodillas sobre la cama para besar repetidas veces la mejilla de la mayor.

—Adiós, Mami. Te quiero.

—Yo más, princesa.

Ahora sí, sale de ahí con una brillante sonrisa. Va bajando las escaleras cuando la puerta principal se abre. Charlotte entra vestida elegantemente y unas bolsas de papel blancas cuelgan de sus flacos brazos.

—Hey, Juliana ¿Sigues aquí? Y... ¿Qué hacías arriba?

—Acomodaba la ropa limpia, nada más.

—Okay, no importa. Qué bueno que te veo, ven.

Termina de bajar a trotes pequeños. Sigue con una sonrisa plasmada en su rostro. Ha pasado una tarde increíble con su mami.

Cuando llega con la mujer, ella se sienta en un sillón rojo, tomando una bolsa. De ahí saca algo y comienza a buscar entre ellas.

—¡Aquí está! —exclama—. Es una invitación para la boda, esperamos que asistas.

Le dice con una sonrisa que parece más una mueca.

—Oh —su expresión alegre cae visiblemente—. Gracias. Claro que estaré ahí.

Siente el papel quemando en sus dedos. La guarda en el bolsillo trasero de sus pantalones y aún la siente caliente.

—Perfecto. Nos vemos hasta el lunes.

Sale de la casa, con la mirada caída.

Así que en verdad lo hará, piensa de camino a la parada de autobuses. Quiere llorar, tirarse al suelo y gritar.

Siempre había tenido la pequeña esperanza de que Valentina cancelará la boda. Que le dijera a su prometida que estaba enamorada de Juliana y que no podía hacerlo. Es muy ilusa, ni siquiera sabe cómo puede imaginarse eso. Hasta en su mente suena demasiado absurdo e improbable.

Al llegar a casa la recibe su madre, quien está mirando una película con su prima, Deborah. Tienen palomitas y toda la cosa. Juliana las saluda a las dos con un beso en la mejilla. Su madre dice que puede prepararse algo mientras, porque la cena tardaría un poco, ya que la haría después de que el filme acabase.

—Estoy bien, Lupe —dice, sonriendo y caminando en dirección a su habitación—. Comí algo en casa de los Carvajal.

—Está bien, entonces. Pero si tienes hambre me dices.

Juliana asiente, entrando de lleno a su cuarto.

Toma una ducha caliente. Sale y se viste con una simple braga y una blusa gris bastante holgada que suele usar después de bañarse este le llega por debajo de los muslos. Recoge la ropa sucia que dejó en el suelo. De su pantalón cae la invitación que Charlotte le dio. Es de tamaño regular y está dentro de un sobre de papel transparente, sellado por una pegatina en forma de círculo blanco.

La abre con su cuidado. "V&C" está escrito en grande. Las letras son a relieve, pasa los dedos por ahí, sintiendo la textura porosa. A la vuelta está escrito donde será la misa y la recepción. Están los nombres de los padrinos, son los padres de la novia y unos viejos amigos de Valentina. Hay una oración cristiana que Juliana no puede terminar de leer porque la ha tirado lejos y sus lágrimas le borran la vista.

Sus sollozos son callados por la almohada que está mordiendo. No quiere que su madre o Deborah la escuchen y preocuparlas. Pero necesita hablar con alguien, desahogarse.

—¡Toc, toc!

Oye la voz de Deborah desde fuera. Siempre se oye divertida. Seca su rostro lo más rápido que sus manos le permiten.

—Pasa —su voz suena más quebrada de lo que esperaba.

—¿Algo va mal con Mami?

Juliana se ríe entre lágrimas espesas. Su prima siempre se burla de la relación que tiene con Valentina. Pero nunca es con mala intención.

—Algo así.

Rueda sus ojos.

La castaña entra y patea accidentalmente el papel que la pelinegra tiró.

—Uhm, ya veo.

La lee con una mueca cómica en el rostro. Deborah es dos años menor que Juliana, pero no lo parece, su rostro luce como una persona de 20.

—No me gusta verte triste, Juliana. No vale la pena.

—No puedo evitarlo —ahora sí, deja escapar un sollozo lastimero—. Yo la quiero.

—Ya sé, ya sé. Pero no te conviene. Ella pronto se casará, tres semanas para ser exactos, ¿luego qué? ¿Seguirás con ella? ¿y si deciden tener hijos? Has vuelto a estudiar, puedes dejar el trabajo ya y olvidarla.

—No es así de fácil.

Alza sus manos, defendiéndose.

—Nunca dije que lo fuera.

La castaña toma asiento, cerca de Juliana y con sus piernas como mariposa.

—Mereces algo mejor, Juliana. Debes saberlo. Eres una persona increíble. Mereces que alguien te presuma, no que te esconda por miedo a que su prometida se entere.

—Lo he intentado, Deborah. Pero no puedo, yo... la necesito mucho.

La menor suspira cansada. Su prima era una terca.

—Okay. Pero piénsalo. No creo que quieras pasar toda tu vida sin ser amada como debes.

Palmea la rodilla derecha de Juliana y sale de la habitación para volver con su tía Guadalupe. Había sacado un tiempo de los comerciales para ver como andaba su prima porque la notó triste al entrar.

Juliana se queda pensando en lo que Deborah le dice. Sabe que tiene razón. Ella merece a alguien que la trate como se debe. Alguien que la trate como la princesa que quiere ser. Pero Valentina hace eso... la trata bien, le dice cosas bonitas y también le hace regalos. No es suficiente, porque no es ella con la que se va a casar. No es ella con la que duerme cada noche. Y no es ella la que va a pasar toda su vida a su lado.

Y le duele. Le duele aceptar la realidad.

Se duerme triste, soñando que un día Valentina será completamente de ella.

𝐓𝐨𝐝𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐦𝐚𝐦𝐢; 𝐉𝐲𝐕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora