Capítulo 16: En el ojo del huracán

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Una nube espesa serpenteaba por un cielo decorado por el brillo de las gotas de lluvia, su silueta tomaba una forma humana a medida que aterrizaba suavemente en el tejado de una preciosa casa decorada con ladrillos blanquecinos, en su interior se escuchaban murmullos que alertaron a Quim Sever para que decidiese entrar con cautela, deslizándose a través de las rendijas del conducto de ventilación hasta llegar a la cocina. Cuando su cuerpo volvió a materializarse, se agachó para ocultarse detrás de una puerta que daba a una pequeña galería donde lavaban y secaban la ropa. La casa estaba siendo puesta "patas arriba" por cinco personas vestidas con trajes ceremoniales, unas túnicas rojizas que delataban su pertenencia al grupo de los Fumígeros, fue entonces cuando Quim confirmó lo que estaba temiendo, había llegado tarde. Los sujetos estaban rasgando los cojines de los sofás, destruyendo el suelo de las habitaciones, y desordenando todos los cajones de los armarios que encontraban a su paso, a excepción de una mujer que estaba hablando por teléfono. Sever observó que la cocina aun no había sido desvalijada y, temiendo lo peor, no pasaría mucho tiempo hasta que decidiesen acercarse hasta su escondrijo y acabase por ser descubierto, pero estaba preparado para luchar en caso de que fuera necesario.

— ¡Dejad de buscar! — ordenó la mujer que hablaba por el móvil justo al finalizar su conversación.

— ¿Por qué? — preguntó un subordinado.

— Porque me acaban de llamar para decirme que han encontrado el tercer fragmento — explicó ella. Por lo visto, el muy capullo lo tenía escondido dentro del marco de uno de sus cuadros, expuesto en un "sitio de esos", ya sabéis, que hay muchos cuadros.

— ¿Un museo? — preguntó otro.

— No, da igual, no sé cómo se llama, ¿qué más da?

Entre los presentes se encontraba el padrastro de Victoria con rostro apesadumbrado, sabía que se acercaba el día de tener que rendir cuentas al líder de los Fumígeros por su fracaso.

— ¡Eric!, no, disculpa, Egist — dijo la mujer. ¿Sabes lo que eso significa?

— ¿Qué? — respondió él.

— Significa que, o encontramos el fragmento que perdiste o tendrás graves problemas.

— Te recuerdo que gracias a mí encontramos al primer mago que guardaba ese fragmento, y aunque lo perdí, gracias a él pudimos encontrar a los otros tres.

— Ya, hiciste un buen trabajo con eso, por eso sigues vivo, por el momento — recalcó. Pero adivina, los tres fragmentos no valen nada sin el último, todo nuestro esfuerzo no habrá valido la pena y los planes del "jefe" jamás se verán cumplidos, y todo por tu culpa.

— Vas a morir — añadió un compañero que se encontraba a su lado.

— Más te vale que tu "hija" aparezca con la piedra que falta o sufrirás el mismo destino que sufrirán los cuatro magos que tenemos prisioneros.

— ¿No los han matado aún? — preguntó otra mujer que estaba escuchando la conversación desde otra habitación.

— No, todavía no. Quieren asegurarse de que se puede volver a forjar la piedra sin riesgos, hasta entonces seguirán con vida, a no ser que no nos vayan a ser de ayuda, claro.

Quim no podía dejar pasar la oportunidad, era arriesgado, pero tenía que averiguar el lugar exacto donde tenían escondidos a los magos. Se abalanzó sobre la mujer que estaba hablando, ayudado por el impulso del viento, y le propinó un puñetazo en la mandíbula que la dejó inconsciente.

— ¡Es el "Sopla-Nubes"! — gritó uno de los sectarios.

— ¡Que no me llaméis así! — espetó él.

Mariposas de Humo y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora