Capítulo 2: Castigada

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Era un día soleado, perfecto para quedar con los amigos, o eso haría Victoria si los tuviera. Era una chica oscura, taciturna, siempre vestía de negro y llevaba un distintivo mechón celeste en su negra melena. Era una chica muy delgada, de ojos claros y sonrisa invisible, sobre todo cuando pasaba al lado del bar donde todas las mañanas su padrastro se reunía con sus amigos y comenzaban a fumar como si no hubiese un mañana. Su madre murió a los dos años de conocerle de cáncer de pulmón, sólo estando al lado de él como fumadora pasiva, sin embargo, él no se moría, pensaba ella.

Pasó el día tan rápido en el instituto que no se lo podía creer, para una chica de dieciséis años las clases eran una tortura. Pero se pasó todas las clases ignorando al profesor, pensando en el chico con el que le habría gustado empezar a salir desde que comenzó el curso, un chico dos años mayor que ella, buen estudiante y el más sociable de su clase, todo lo contrario que Victoria. Como de costumbre, cuando las clases acabaron, Victoria se tenía que quedar en la sala de profesores castigada por su inapropiado comportamiento, nada a lo que ya no estuviera acostumbrada, solamente tenía que esperar a que llamasen a su padrastro y éste, como siempre, no contestase a las llamadas.

Cuando el instituto se vaciaba se convertía en su patio de recreo, le encantaba la sensación de amplitud, recorrer los largos y anchos pasillos, que se volvían estrechos con la multitud de gente que pasaba por ellos, pero ahora eran sólo para ella. Victoria se aproximó a una de las salas de tutorías del profesor de historia, con suerte allí podría encontrar algo de interés, pero se encontró con un escenario que haría temblar a la persona más valiente. A través del hueco de la puerta entrecerrada Victoria pudo ver a su profesor de historia siendo amenazado por un hombre grande y grueso, vestido con una gabardina y un sombrero lleno de mugre, que le estaba poniendo un enorme cuchillo por encima de la nuez.

— ¿Dónde están los otros tres fragmentos? — le preguntó el hombre mugriento con voz grave, parecía un alcohólico.

Aquel hombre tan sucio mostró en su mano izquierda, la que no sujetaba el cuchillo, un guijarro del tamaño de una fresa. Aunque estaba lejos de su campo de visión, la piedra mostraba destellos rojizos, parecía una piedra preciosa, un rubí. La verdad es que como joya tenía un tamaño considerable, debía valer una fortuna, Victoria estaba siendo testigo de un robo con arma blanca en directo, pero, "¿por qué esconder un diamante en el instituto?"

El profesor de Victoria estaba pegado a la pared, sus músculos estaban tensos y su sudor era frío al notar el filo del cuchillo siendo apretado contra su garganta.

— No lo sé...— respondió el hombre con cuidado de no forzar la voz para no rebanarse él mismo su cuello con la hoja que le estaba asfixiando. "El Conjurador" les dio los cuatro fragmentos a cuatro personas completamente anónimas.

El ladrón permanecía callado, solamente apretaba lentamente el cuchillo a la yugular de su víctima, desesperada por encontrar una salida.

—Ya tienes el que me dio a mí, pero los otros no tengo ni idea de dónde están...— dijo con voz cogida, se estaba quedando sin respiración, el cuchillo le apretaba hasta cortar su fina piel dejando caer una fina gota de sangre. Déjeme ir, por favor.

La horrible figura de aquel ser permanecía inmóvil, el silencio que envolvía la escena se vio perturbado por el sonido de un jadeo que Victoria no pudo contener del miedo. Al verse descubierta, Victoria salió corriendo tan rápido como sus delicadas piernas le permitían. El hombre golpeó la cabeza del profesor contra la pared dejándolo inconsciente y se guardó la gema en el bolsillo de su gabardina. La chica salió disparada hacia la salida, bajó las escaleras y se aproximó rauda hacia las puertas de cristal que daban al patio, pero de pronto estas fueron atravesadas literalmente por una nube de humo de color púrpura y rosado, que parecía ser más sólida que gaseosa. Del humo emergieron varias figuras ataviadas con unas túnicas granate, pero de entre todas ellas la que más le llamó la atención fue la que se situaba a la izquierda de todas, era su padrastro.

Mariposas de Humo y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora