2. El origen del conflicto.

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Septiembre, 1992.

El estómago de Kurt no dejaba de revolverse a medida que caminaba por la alfombra roja de los premios de MTV, la famosa cadena de televisión sobre música, los cuales premiaban a los artistas más importantes del año. La banda del rubio era una de las favoritas para ganar en varias categorías, pero no era el miedo a perder lo que le preocupaba, sino que ser el foco de atención lo ponía más nervioso e inquieto de lo habitual. Todas las cámaras estaban sobre él, sobre su esposa Courtney y su hija de apenas unas semanas que era por primera vez presentada al público, la pequeña Frances Bean. Sus compañeros, Dave y Krist, también estaban nerviosos, pero ese nerviosismo era disimulado por la simpatía que estos muchachos poseían por naturaleza y las bromas que hacían para distraer su mente un rato de tanta presión.

Kurt envidiaba la capacidad de algunas personas para tomar con tanta ligereza los acontecimientos importantes, pues él normalmente una semana antes ya pensaba en cualquier evento y los posibles escenarios e interacciones que podrían suceder con quiénes estuvieran a su alrededor. La gente lo ponía nervioso, la gente que no conocía. Cuando conocía a alguien y depositaba su confianza en esa persona normalmente jamás la perdería. Ahora, en este preciso momento y lugar, sólo confiaba en su esposa, su hija y su banda. Las demás celebridades que lo rodeaban y se acercaban a saludarlo o alabarlo por su música le parecían falsas e interesadas, peligrosas a su manera, dispuestas a aprovecharse de él cuando se presente la ocasión. Podía decirse que era más paranoico que desconfiado, pero normalmente estaba en lo cierto cuando una persona le daba mala espina.

Su estómago seguía sonando con fuerza, haciendo que Courtney frenara su caminata por la alfombra roja y lo observara preocupada, mientras se movía adelante y atrás con lentitud para hacer dormir a la pequeña bebé en sus brazos.

—Cariño, ¿te sientes bien?—preguntó frunciendo levemente el ceño.

—Siento algo de náuseas.—admitió, sobando la zona dolorida.—Tal vez deba ir al baño, meter mis dedos en la boca y...

—Ya, ya... Demasiados detalles.—su esposa largó una pequeña risa y puso una mueca de asco que hizo reír al rubio también.—Vete, haz tus necesidades, no vaya a ser que te den ganas de vomitar cuando subas al escenario a cantar.

No quería ni pensar en ello. Había estado todo el día intentado suprimir cualquier pensamiento en su mente sobre la presentación que debía dar Nirvana hoy en los premios.

—Eso haré. Dile a Krist y a Dave que me esperen sentados en el backstage.—le dio un pequeño beso en la mejilla a su esposa y siendo captado por las cámaras abandonó la alfombra para encaminarse a los baños.

No dejaba de cruzarse con artistas a los que no podía siquiera nombrar, él no los conocía, pero todos lo conocían a él y sus canciones.

Llegó al baño que estaba detrás del escenario principal y se metió rápidamente en uno de los cubículos. Colocó ambas rodillas en el suelo, con una mano se tiró el cabello largo hacia atrás y utilizó los dedos de la otra para provocar el vomito que no tardo más de un par de segundos en salir. El líquido era fluido y transparente, pues lo único que había consumido en todo el día era agua y una sola galleta que le había compartido Dave.

Una vez que todo el vomito había sido expulsado de su cuerpo, limpió con el reverso de su mano las comisuras de sus labios y se levantó del suelo para poder tirar de la cadena, pero antes de que pudiera hacerlo escuchó que alguien más había entrado al baño y había cerrado con el pestillo. No era una, eran dos personas. Con Kurt eran tres.

Not in this lifetime «KurtAxl»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora