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YOONGI

Voy a matar a alguien.

Preferiblemente mi ex mejor amigo, que actualmente vive de prestado.

Con un mazo.

O mejor aún, podría ahogarlo en una piscina de ácido.

Todos los invitados han abandonado poco a poco mi propiedad después de consumir mi comida y mi alcohol y de casi dar un golpe de estado para entrar en mi infame bodega.

Inténtenlo de nuevo dentro de un siglo, cabrones.

Hay una pequeña lista de personas que han llegado a probar mi vino de décadas que se remonta a la primera generación de los Min.

Jungkook, pero sólo cuando tenía el privilegio de ser mi amigo.

Ahora, sólo es un cabrón que me robó a mi hijo.

Dicha hijo cuando celebró su vigésimo cumpleaños.

Y a mí.

Ahora, toda la lista se reduce a mí.

Y el diablo que actualmente está haciendo cosas pervertidas al ángel mudo en mi hombro.

Una parte del personal zumba de un lado a otro, ordenando la recepción con la diligencia de las abejas obreras, anunciando no verbalmente que el temido día ha terminado.

O tal vez no.

Me quito la pajarita, la tiro en la silla más cercana y saco mi Zippo del bolsillo de la chaqueta.

Las ganas de fumar un cigarrillo son casi más fuertes que mi impulso de golpear la cabeza de Jungkook contra el objeto más cercano.

No soy una persona que se rinde.

De hecho, dejar de fumar y yo no compartimos el mismo universo.

Así que, aunque no he fumado en veinte años, desde que un pequeño bebé con ojos de arco iris apareció en mi puerta, el tabaco sigue siendo una parte de mí.

Un cuerpo grande se deja caer en la silla de enfrente, con el aspecto de un payaso con una orquídea de vainilla en el bolsillo del pecho que Tae ha metido allí con toda seguridad.

Jungkook es un hombre alto y un centímetro más alto que yo, como le gusta recordarme, pero es más delgado.

Lo que le falta de músculo, lo compensa con su cerebro y su aburrida diplomacia.

Este hijo de puta nunca ha perdido un caso en su vida, tiene el récord inquebrantable de una tasa de éxito del cien por ciento y, aparentemente, también tiene el corazón de mi hijo cuando no tenía nada que hacer.

Me observa con esa mirada perdida que podría competir con la de un monje de ochenta años.

Jungkook huele a especias, a maderas y al puto perfume de vainilla de Tae.

Y no, no me gusta olfatear a la gente para divertirme, pero tengo una nariz demasiado sensible desde que tenía trece años y me golpeó un hedor a podrido.

Así es como sabría si este bastardo necesita ser arrancado en el momento en que empiece a oler a cualquier cosa que no sea Tae.

-¿Mal humor?

-Mal momento. No me hables a menos que quieras sufrir suficiente daño corporal para cancelar tu luna de miel.

Jungkook ni siquiera reacciona a mi tono grosero, permaneciendo tan inmóvil como una roca.

-Encantador como siempre, Yoon. Será mejor que bajes el tono de la psicosis o Taehyung sospechará que algo va mal. Puedes estar loco siempre que quieras, excepto en su gran día.

Mi jefe, Mi enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora