4. Los prometidos

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La noche, la luna resplandecío con su luz blanca y el cielo triunfante, oscura y misteriosa. Él no recordó haber visto tanta belleza proveniente de la naturaleza más que su Corte Oceánica.
Llevó una mano a su frente dejándose caer sobre ésta mientras soltaba un suspiro.

Emocionalmente cansado.

Cada vez falta poco.

Soltó una risa sin gracia y cerró los ojos sin cambiar su postura, la cabeza gacha sostenida por sus manos.

La boda, mi boda.

Se incorporó y alcanzó la botella abierta, a su mente vinieron recuerdos de cuando conoció a aquella joven, en el baile que organizó, besó su mano, miró sus movimientos.

Celine.

Miró el cielo una vez más, su mirada se tornó dolida y triste.

¿Cómo podré complacerte? ¿cómo podré complacer a los demás? ¿qué clase de vida tendremos juntos? No sé si estás feliz por nuestra unión, o estarás aterrorizada acurrucada en tus sábanas deseando que la noche no se lleve otro día más. ¿cómo hacer para no sentir esta angustia en mi pecho?

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuándo oyó los golpes suaves de la puerta. Una sirvienta venía a decirle que era hora de la cena, Ryle la rechazó con cortesía pero con firmeza para no tener que soportar sus insistencias, por suerte para él ella entendió su orden y con una rapida reverencia la joven se marchó.

Se volvió a sentar en la silla junto a su escritorio, el lugar seguía sin la iluminación de velas. Pasó las manos por su cabello mientras miraba aquel pedazo de papel que había escrito junto con la carta que le envió Celine.

Mi Lord, buenas tardes.

Espero no molestarlo, se que ha de tener asuntos más importantes, pero agradezco que me haya recibido estos días en su palacio, conocí más de su maravilloso hogar espero haber conocido un pedazo de usted en él.

Se que me dijo que debería llamarlo por su nombre, pero aún no me acostumbro a la idea de la informalidad. En fin, mis saludos cordiales a
usted.

Celine.

Un golpe a la puerta lo alarmó, era suave pero contundente. Lo conocía a la perfección. La fría expresión de su rostro cambió al ver el estado de Ryle.

-Ya he dicho que no cenare.

El muchacho hizo una mueca y chasqueo la lengua, cerró la puerta detrás de él y comenzó a caminar hacia el escritorio.

-Lo sé, no es por eso que vine.

Antes de que pudiera preguntar que quería el joven se adelantó, estaba a sus espaldas, sus ojos miraban los papeles esparcidos.

-Quería a saber como estabas.

Tomó su mano suavemente para retirarla con lentitud.

-Veo que tu prometida es un encanto. Es una pena que no haya podido conocerla en persona.

Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Si, claro que lo sabía, antes de conocerla sabía que era hermosa aún así fue imposible para él no soprenderse.

-¿Qué es lo que quieres Farin?

Él soltó un bufido y sonrió.

Farin. Primo de Ryle, cuya lealtad pertenece a la Corte Sirena, más tratándose de la familia real. Es brutal y elegante en las batallas, siempre tiene una daga oculta en su ropa. Nunca se sabe que pasa por su cabeza y siempre se conserva neutral a pesar de sentir una tormenta de emociones en su interior.

-Quiero muchas cosas.

-No estoy de humor para juegos.

-¿Que te hace pensar que quiero algo?

-¿Esperas que crea que viniste por qué te preocupo?

Farin no habló y Ryle puso los ojos en blanco.

-No te creo- dijo con frialdad.

Farin se llevó una mano al pecho.

-Cuanta crueldad.

Ryle se incorporó quedando frente a frente, sin decir nada hasta que el otro dijo con voz más suave.

-Aún me odias- No era una pregunta, sabía que después de aquél acontecimiento el pelirrojo guardaba rencor hacía él. Ryle no contestó, simplemente volvió a dejarse caer en su silla, odiaba verlo tan derrotado.

Farin se dirigió a la puerta.

-Bueno, me acabo de asegurar que sigues bien. A tus padres les encantará saberlo, a pasado tiempo desde la última vez que hablaste con ellos... y conmigo. De todos modos, te aconsejo que no deberías ser tan sentimental, yo tuve que aprender de la peor forma a no desobedecer las leyes del destino, como tu.

Ryle seguía sin mirarlo.

Farin dejó salir un suspiro.

-Hice lo que tenía que hacer, pero eso no significa haya tenido muchas opciones.

Ryle río amargamente.

-¿Opciones? ¿¡opciones!? elegiste traicionarme, y ahora pretendes que lo dejé en el pasado.

-... Hay cosas que no entiendes.

Ryle lo miró pero no habló.

-Me preocupo por ti, siempre lo hice y siempre lo haré.

El pelirrojo volvió a dejar caer su cabeza entre sus manos y con su voz a punto de quebrar el aire dijo:

-Solo... vete.

Farin abrió la puerta para finalmente irse a su habitación, en su mente recorría aquel papel escrito a puño y letra de Ryle junto con la carta de Celine.

Ginebra.

Sin dudas aquel nombre va a seguir trayendo problemas, por fuera su semblante serio e impenetrable no demostraba la angustia y ansiedad que tenía por dentro. No, no era eso más bien se trataba de culpa, nunca pensó que hacer el bien se sentiría así, mientras subía las escaleras a su habitación la voz de una mujer lo detuvo, él se dio la vuelta mirando los ojos aguamarina de ella y con una gran sonrisa.

-Buenas noches tía. Estaba por entrar a mi habitación, como sabrás el cansancio es la debilidad contante de criaturas como nosotros.

La mujer tenía una expresión de aburrimiento en su rostro mientras se frotaba la frente.

-Dile eso a mi hijo, parece ser que su debilidad es otra cosa, o más bien alguien.

El rostro de Farin se tornó serio al ver la mirada oscura de la reina.

-Sé que has ido a verlo, a estado encerrado por mucho tiempo, ni siquiera ha cenado.

No había preocupación en su voz, ni siquiera buscando en sus ojos algún brillo de angustia encontró algo más allá, como su voz estaba diciendo algo pero su corazón no.

Farin colocó su mano en el hombro ajeno esperando ser confortable.

-No se preocupe tía, como usted dijo, él entenderá tarde o temprano que fue por su bien.

Ella río suavemente.

-Te agradezco las palabras, pero la verdad es que quiero saber si todavía sigue pensando en...- se aclaró la garganta -.. aquella mujer.

Farin quitó su mano y asintió con firmeza, pero su mirada estaba entre la espada y la pared.

La reina Gloryn no dijo nada, quedando ambos en silencio y eso daba más miedo. Siempre le pareció intimidante su altura, sus rasgos finos y su fría mirada.

-Ya veo. Buenas noches.

Y con una elegante reverencia se retiró a toda prisa.

Farin sentía sus tripas revolverse de los nervios y la culpa, sabía que Ryle tendría problemas por su exponerlo, rezaba que esa carta nunca llegué a su destinatario, pero si resulta todo lo contrario, se vendrían tiempos duros y finales violentos.

Una PASIÓN más PROFUNDA (0.5) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora