Dulce Luna [XueXiao]

22 de Julio

Para Xue Yang los cumpleaños nunca significaron algo que valiera la pena recordar... claro, hasta que Xiao Xingchen llegó a su vida.

Después de haber conocido la calidez de compartir una fecha especial con alguien importante, el volver a estar solo se vuelve una tarea realmente difícil.

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• Tags adicionales: cumpleaños, soledad, delirios
• Pequeño one-shot por el cumpleaños de Xue Yang. El niño merece algo de amor <3

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El piso de madera de la vieja habitación cruje cuando el cuerpo que llevaba horas sentado sobre él se remueve ligeramente para sacar un objeto de entre sus ropas.

Frente a él se encuentra una mesa baja llena de papeles amarillos esparcidos sin orden aparente y pergaminos inentendibles rodando en todas direcciones. Escritos antiguos incompletos, hechizos prohibidos, ideas locas de consecuencias imposibles. Llevaba semanas estudiando cada símbolo, cada palabra, leyendo entre líneas y experimentando con tabúes que le pondrían los pelos de punta a cualquiera.

Xue Yang está cansado, ojeroso y despeinado. No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba sin dormir y apenas comiendo lo que encontrase por ahí.

Suspira al sacar de su bolsillo un pequeño papel arrugado. Lo observa con detenimiento; ya sabe lo que contiene... el último regalo que le dio esa persona.

Su perdición nació allí, no estaría haciendo todo esto si no fuera por él.

La partida de Xiao Xingchen destrozó su vida. ¿Se lo merecía? Sí, probablemente sí. Eso lo sabía de sobra, pero no tenía tiempo para perderse en divagaciones que no lo llevarían a ningún lado, había cosas más importantes en las que ocuparse.

Cada día era una lucha constante contra el destino, no había espacio para distraerse. Tenía que encontrar la forma de traerlo de regreso, no quería hacer nada más. No importaba que el mundo se estuviese acabando detrás de esa puerta, él solo tenía un objetivo... Qué importaba que hoy fuese su cumpleaños.

Observando el pequeño papel, Xue Yang recuerda sus días de infancia. Cómo veía a los demás niños y sus familias celebrar con pasteles y regalos, jugando con amigos, y hasta dándose el lujo de llorar cuando no recibían lo que querían.

No sentía envidia... o eso era lo que se repetía en ese entonces. Él no sabría cuidar un regalo y los juguetes no tenían sentido; en su situación todo tenía que ser práctico. Lo único que no podía negar era que los coloridos pasteles le hacían agua la boca. Era su día de suerte si algún niño torpe dejaba caer su porción al piso, así él tendría la oportunidad probarlo luego... claro, siempre y cuando los perros, los pájaros y los ratones le dejaran algo.

El primer regalo que le hicieron alguna vez fue un cuchillo. Ya entraba en la pubertad y un chico mayor que él se lo ofreció con el único fin de amenazar a una familia y robar su dinero como prueba de valor para entrar en una pandilla. Ese cuchillo bebió mucha sangre a lo largo de los años hasta que la hoja finalmente se oxidó y el mango se rompió. Pero no le importaba. Con las habilidades que había adquirido, si en adelante quería algo, ya sabía cómo obtenerlo.