Capítulo 14

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NARRA MÓNICA

El verano llegó pisando fuerte. Vane y yo continuábamos en nuestra particular nube, donde nada ni nadie nos afectaba y nos dedicábamos yo a ella y ella a mí. Sin más.

Finalmente había acordado con su equipo aglutinar todo el trabajo que tenía en América en un sólo viaje, en lugar de en dos, como le habían propuesto inicialmente. En apenas quince días se iría, hasta por lo menos, septiembre; este tema, a pesar de que en su día me lo contó y me preguntó mi opinión al respecto, era algo que obviábamos, por el mero hecho de que suponía estar casi dos meses sin vernos, en pleno auge de nuestra relación.

Aquel jueves por la noche habíamos ido al cine y luego quedado con Ana para cenar algo las tres juntas, ya que estaba por la zona. Hacía ya algunas semanas que nos conocíamos, y nos habíamos entendido muy bien, cosa que era de vital importancia para Vanesa; Ana era un pilar fuerte en su carrera, pero también lo era en su vida.

-Mañana te recojo a las diez y media -le dijo Ana a Vanesa, que había parado el coche frente al portal de su amiga tras nuestra cena -Mónica, haz que se levante.

Reí, mientras asentía con la cabeza. Ana se incorporó en su asiento y besó la mejilla de ambas con mucho cariño.

-Descansad -dijo -buenas noches.

Vimos cómo se bajaba del coche y entraba en su portal. Vane volvió a arrancar, en dirección a su casa.

-Te quiero preguntar una cosita -me dijo tras unos minutos dónde sólo sonaba la radio.

La escuché atenta, girando mi cabeza hacia la izquierda y mirando su perfil.

-¿Te vienes conmigo a Málaga unos días? -preguntó -quiero bajarme antes de tener que irme, y me gustaría mucho que vinieras.

Sentí a la perfección su nerviosismo, en paralelo a mi emoción. Sabía que querría ir a su casa antes de tener que irse tanto tiempo fuera del país, pero no pensé que fuera a pedirme que fuera con ella; al fin y al cabo era su familia, y no sabía hasta qué punto le apetecía que yo merodeara entre ella en un contexto así.

-Sí -respondí, tras unos segundos de latidos fuertes de corazón -me encantaría.

Vane sonrió y paró tras un semáforo en rojo. Me miró.

-Es importante para mí -dijo -no sabes cuánto.

Sí, lo sabía. Por mucho tiempo que Vanesa pasara en Madrid, su hogar era Málaga; no hacía falta conocerla mucho ni hablar muchas horas con ella para darte cuenta que su corazón pertenecía a aquel lugar del sur.

Antes de que me diera tiempo a contestarle, se inclinó para besarme.

-Te quiero -susurró en mi boca.

Otra vez sentí la respuesta de mi corazón ante sus bonitos gestos y palabras.

-Y yo a ti -respondí viendo cómo volvía a su posición para arrancar de nuevo el coche -no quiero que nos separemos ni un día hasta que te tengas que ir.

Vane suspiró feliz.

-Te lo prometo -dijo estirando su brazo y acariciando mis piernas -confía en mí.

Cerré los ojos, disfrutando de sus palabras y sus mimos. Confiaba en ella tanto, que a veces me impresionaba la velocidad con la que lo había hecho; me había demostrado desde el segundo uno que a mi izquierda tenía a una mujer leal y por la que podía poner la mano en el fuego sin quemarme.

El fin de semana siguiente fue el último que trabajé hasta finales de agosto. Vane me esperó hasta el lunes por la mañana para bajarnos juntas a Málaga.

Nadie más que túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora