Capítulo 20

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NARRA MÓNICA

Subí a casa con una perfecta mezcla entre enfado y decepción. En los últimos meses, ¿cuántas veces habíamos hablado Vanesa y yo sobre este tema? ¿cuántas veces le había contado lo que me preocupada aquello? ¿por qué ahora de pronto, cuando había sucedido, no me entendía?

Me desnudé rápidamente y me metí en la ducha. Necesitaba pensar, pero me dolía la cabeza tanto, que no era capaz.

Después de dos meses sin vernos, ahora nos pasaba esto. Semejante mierda.

Me puse el pijama y fui a la cocina para tomarme un paracetamol. Saqué el móvil de mi bolso, y cero noticias de Vanesa. No iba a engañarme; confiaba en que hubiera venido detrás de mí, a pesar de que le había dicho que quería estar sola, a arreglar las cosas. No lo había hecho.

Patri me escribió, preguntándome si todo estaba bien, pero me limité a decirle que ya le contaría más adelante.

Di vueltas por el salón, pensando en qué hacer y en cómo me sentía al respecto de lo ocurrido.

Me daba pánico salir en las portadas de las revistas por el mero hecho de que compartía mi vida con una mujer. No quería que nadie hablara de nosotras, no quería estar en boca de la gente y mucho menos quería que mi vida privada se convirtiera en un circo. Sabía que Vanesa ya había pasado por esto anteriormente con otras chicas, y que tenía algo de experiencia en el tema. Yo no.

Había una cosa que me había dicho Vanesa, que pensándolo en ese momento, sabía que tenía razón: tarde o temprano nos iba a ocurrir. Aún así, no pensaba que fuera a ser tan pronto y de ese modo. Odiaba no poder controlar aquellas cosas, porque necesitaba tener un orden en mi vida que así no podía alcanzar. Me agobié, pensando que de la noche a la mañana íbamos a tener a fotógrafos en la puerta de casa y que no podríamos salir tranquilas a la calle nunca más. ¿Cómo coño no le preocupaba aquello a Vanesa? Me había dicho que no le importaba, incluso, que le alegraba que nos ocurriera aquello. ¿Cómo podía ser?

Cogí el móvil y estuve a punto de llamarla. Me la encontré «en línea», y me faltó un pelo para escribirle. No lo hice.

Decidí irme a dormir, porque el paracetamol no me había hecho efecto y la cabeza, en cualquier momento, me explotaría. Mañana sería otro día.

Me dolió más de la cuenta meterme en la cama sin ella, después de restar los días durante tanto tiempo para hacerlo. ¿Me echaría de menos ella a mí, o estaría enfadada conmigo?

Entre todos aquellos pensamientos me dormí. Me desperté temprano por la mañana, y tras alguna vuelta que otra en la cama, me levanté. Me lavé la cara con agua fría y fui hasta la cocina, con intención de desayunar algo. Busqué mi móvil y lo encontré sobre la mesa del salón; al desbloquearlo sentí una punzada en el pecho: no había ni rastro de ella. Entré en mis redes mientras tostaba algo de pan y calentaba un café, y respiré aliviada al no encontrar nuestras fotos. De momento.

Saltó un mensaje en la parte superior de la pantalla de mi móvil. Era Ana.

«Buenos días, cariño. Ya me ha contado Vanesa. He estado bicheando y las han sacado los de Diez Minutos; alguien les dio el chivatazo de que estabais cenando en el restaurante, no sé quién. No soy capaz de frenarlas, salen ya. Vanesa anda como pollo sin cabeza, y no precisamente por las fotos. Un beso gordo, nos vemos»

Suspiré. Salen ya. Joder. Seguro que había estado con Vane aquella mañana, y habían estado hablando del tema. ¿Por qué no me había avisado? ¿Tan poco le importaba mi opinión o mis inseguridades con respecto al tema?

Nadie más que túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora