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El azul siempre ha sido mi color favorito, aunque no sé muy bien por qué. Hoy, mirando el cielo despejado, siento una paz que me envuelve. He decidido no asistir a la clase de Pociones; simplemente no tengo ganas de escribir en mi cuaderno, a pesar de que disfruto escribir, pero no en el contexto escolar.

El día es soleado y la mayoría de los estudiantes están en clases. Sé que es arriesgado estar tumbado en el césped a las ocho de la mañana, pero me dejo llevar por la tranquilidad.

Miro mi pulsera y suspiro. Jacob intentó quitármela una vez, diciendo: "Es mía, Potter", pero por alguna razón no puedo deshacerme de ella; quiero conservarla. Recuerdo que brilló dos veces, y desde entonces, su luz se ha apagado.

Maldigo el momento en que me golpearon en el campo de Quidditch. No solo no puedo recordar lo que sucedió, sino que me siento abrumado por la imagen de una chica que no conozco. Es un recuerdo borroso, como si hubiera sido parte de mi vida, pero a la vez no. El golpe definitivamente me afectó de alguna manera.

Esa chica no existe, y sin embargo, tengo recuerdos de ella: abrazos, risas, momentos compartidos, incluso en la madriguera de mis abuelos. No puede ser solo producto de mi imaginación, ¿verdad?

Mis pensamientos se ven interrumpidos por unos murmullos y maldiciones. Al girar la cabeza, veo a Isabella, que murmura entre dientes, visiblemente molesta. Se dirige a una de las bancas y se deja caer, y aunque trato de desviar la mirada al cielo, soy consciente de que ella está a solo unos metros de mí.

¿Debería acercarme? No. O sí. Esa chica me odia, aunque no sé por qué. Es como si mi mera presencia la irritara y, a la vez, la pusiera nerviosa.

Debato unos minutos más, y finalmente decido sentarme en el césped. Sacudo mi uniforme y, tomando mi mochila, me acerco a donde ella está.

No lo pienses, solo hazlo. Salúdala.

Me dejo caer frente a ella, llamando su atención. Isabella levanta la mirada de su cuaderno y se encuentra con la mía. Mierda. Debo admitir que tiene unos ojos muy bonitos, azules.

—¿Mala mañana? —pregunto, esperando que no decida lanzarme su cuaderno.

—Ni te imaginas —responde con desdén.

—¿Qué ha pasado?

—Me han sacado de clases.

—¿A ti? Vaya —sonríe con una pizca de burla—. ¿Qué hiciste para que te sacaran? Estoy seguro de que Jack estaría orgulloso de ti. Aunque no deberías seguir sus pasos.

—¡No hice nada! —murmura, claramente irritada—. Solo se me hizo un poco tarde... y no me dejaron entrar, así que decidí entrar de todos modos.

—Así que después te sacaron.

Ella suelta un suspiro y baja la mirada.

—Sí.

—Deberías poner una alarma diez minutos más temprano o pedirles a tus compañeras de dormitorio que te despierten.

—Debería —murmura, volviéndose hacia mí—. ¿Y tú qué haces aquí?

—Decidí tomarme el día libre; necesitaba un descanso.

—¿Descanso? —pregunta, algo incrédula.

—He tenido un terrible dolor de cabeza esta semana. No me deja concentrarme en clases.

—Oh.

Decido no responder, al menos no estamos discutiendo. Quiero mantener esta tranquilidad unos minutos más. Abro mi mochila y ella me pregunta:

Obliviate. |James Sirius Potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora