2.- Criaturas acuáticas

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Mobei-Jun salió a la superficie con la vista fija en la cabaña a la orilla del mar. Sabía que en ese momento estaría vacía así que se dirigió hacia allá y una vez que se acercó a tierra firme su cola se dividió en dos al tiempo que sus escamas rodeaban su cuerpo convirtiéndose en un conjunto de ropa negra que lo cubrió por completo y se dirigió a la casa con paso firme, entrando al interior sin hallar resistencia. 

Para cuando la mujer dueña de la cabaña volvió a su hogar, el tritón ya estaba esperando sentado frente a la mesa. El semblante de la mujer cambió, de estar sorprendida pasó a estar contrariada y después se agachó con reverencia frente a él.

— Su Alteza— dijo—. ¿En qué puede ayudarle esta fiel hechicera?

Mobei-Jun se puso de pie acercándose a la hechicera y dijo:

— Hace veinte años hechizaste a un joven pescador. Quiero que retires su maldición. Conviértelo en algo como yo. 

El tritón recordó a ese joven. Tendría unos quince años, de cabello castaño atado en una coleta alta, bastante escuálido para ser un pescador, pero era bastante bueno. A él le gustaba asomarse a la superficie solamente para observarlo mientras trabajaba y entonces, en una ocasión, él lo vio y le sonrió antes de seguir en lo suyo.  Era la sonrisa más bonita que hubiera visto antes, y era solo para él. Sin embargo, un día lo vio colapsar en el muelle antes de convertirse en una anguila frente a los ojos de todos los pobladores y cayó pesadamente al mar. Toda esa gente que había sido parte de su vida se reunió para matarlo y Mobei-Jun lo llevó a su reino. No sabía su nombre, se había negado a decirlo, pero el tritón estaba convencido de que era la persona que había estado buscando.

La bruja se levantó encarando al tritón y dijo:

— Es su castigo. Él es mío.

— No, no lo es— dijo Mobei-Jun mostrándole su mano, en cuya palma había una marca roja en forma de semilla.

Los ojos de la mujer se ampliaron por la sorpresa, ya que el joven del que hablaban tenía una igual en la misma mano. Ella se había enamorado de ese pescador, pero él la había rechazado y en un arrebato de ira lo había maldecido. Ahora, con la visión de esa marca en la mano de otra persona, se dio cuenta que estaba enredada en un lío de almas gemelas donde ella no tenía cabida. 

— Él es mi destino— dijo Mobei-Jun—. Siempre lo ha sido, y siempre lo será. Retira el hechizo, o el mar será tu ruina.

La bruja no tuvo más opción que obedecer y realizó lo solicitado. Mobei-Jun se sumergió de nuevo en las aguas heladas del océano y nadó hasta su palacio, donde fue recibido por un joven castaño. Su torso era humano, pero su cola era la de una anguila, el joven lo abrazó apenas llegó y le sonrió con alegría.

— ¡Lo hizo!— exclamó—. ¡Realmente lo hizo!

Mobei-Jun lo acunó en sus brazos con una sonrisa, preguntando:

— ¿Quieres quedarte aquí?

— Claro. Este es mi hogar ahora— dijo. 

— Entonces… ¿podrías decirme tu nombre?

El chico se separó del tritón, mirándolo, y asintió.

— Me llamo Shang QingHua.

— QingHua— repitió lentamente Mobei-Jun, y sonrió.

Shang QingHua volvió a acurrucarse en los brazos de Mobei-Jun, sintiendo finalmente la calidez de un hogar.

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