Ashley
Tres días después de enterarnos de la compraventa de la antigua casa de los Sanders y los planes del comprador de convertirla en un hotel, el restaurante es un hervidero de cotilleos, suposiciones y murmullos que no cesa ni siquiera en las horas más tranquilas. Es lo que ocurre con los pueblos pequeños. En Rose Lake no alcanzamos los mil doscientos habitantes y eso, unido a que geográficamente estamos en medio de la nada (aunque sea una nada preciosa rodeada de bosque y el lago que da nombre al pueblo), hace que nuestra vida se centre no solo en nosotros, sino en nuestros vecinos.
Cuando Vera y Maia llegaron, hace ya siete años, todo el pueblo entró en un estado de expectación que nada ha conseguido superar desde entonces. Ahora ellas son del pueblo y, aunque han dado que hablar alguna vez, siempre ha sido para cosas buenas, como cuando Max, el padre de Maia, se casó con Steve, su novio. O cuando Vera y Martin fueron padres de los mellizos, Liam y Hope, que ahora tienen tres años. Ese tipo de noticias dan que hablar, pero poco, porque alegran a todo el mundo.
Las noticias buenas, las jugosas, esas que implican dramas vecinales o exteriores, no llegan con asiduidad, así que, cuando lo hacen, todo el mundo se vuelve un poco loco.
—He oído que van a montar una granja —le está diciendo el señor Smith al sheriff.
—No sé nada de granjas —murmura este mientras se acaba su café.
El señor Smith lo mira como si estuviera haciendo mal su trabajo.
—Pues el rumor no se ha inventado solo, sheriff, ¿no le parece?
En realidad, sí que podría haberse inventado solo. O más bien podría haberse inventado hoy mismo, incluso es muy posible que haya salido de aquí. Cuando se trata de echarle imaginación a lo que sea, los integrantes de Rose Lake no se quedan cortos. Limpio el trozo de barra en el que están apoyados y vuelvo a mi puesto de trabajo. Me quedan solo cinco minutos para acabar el turno y de verdad que no hay nada con lo que sueñe más ahora mismo que una ducha caliente. Esta tarde tengo que cuidar de Parker mientras su madre trabaja, pero, si me lo monto bien, podré descansar un poco antes.
Y justo cuando me estoy quitando el mandil, oigo unos gritos que me anuncian que algo no va como debería. Al frente, corriendo como dos locos, Liam y Hope Campbell-Dávalos entran en el restaurante como si los persiguiera el diablo, pero eso es imposible; ellos son el diablo.
¿Eso ha sido demasiado fuerte? Bueno, es que no sé bien cómo definir a los mellizos de Vera. Me resulta inexplicable que Maia y estos dos sean hermanos. ¡Son dos torbellinos! Es cierto que te ríes muchísimo con ellos, pero también son agotadores. Que estén aquí a esta hora significa que a Vera le han fallado los planes, porque ella entra ahora para el turno de comidas.
—Martin tiene una reunión en el instituto y llegará más tarde. Dawna tiene que trabajar y Chelsea... Bueno ¿quién diablos sabe dónde está Chelsea? La adolescencia es una mierda.
—Te recuerdo que tú tuviste a Maia con la edad de Chelsea.
—Es una verdadera suerte que a este pueblo no lleguen estudiantes de intercambio y Chelsea sea una chica tranquila y responsable casi todo el tiempo.
—¿Casi? Es una santa.
—A veces se salta los horarios que le pone Dawna.
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Cuando acabe el invierno y volvamos a volar
Teen FictionPrimeros capítulos de la segunda parte de la bilogia "Rose Lake".