Auch

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Había cosas que odiaba, la arrogancia, la estupidez, sobre todo odiaba profundamente que las personas a su alrededor salieran lastimadas, no solo lo consideraba molesto, sino que también le causaba una angustia a un nivel mayor a lo normal, problemas de la infancia mal resueltos con su padre siendo asesinado.

Precisamente por eso no quería sentirse ni ser responsable del miembro de la realeza que acababa de cubrirlo con su cuerpo para que no fuera herido, verla vomitar sangre se sintió como un golpe directo a su estómago, le aterraba que le sucediera algo fatal y entonces lo colgarían por provocar la muerte de una princesa.

No tenía nada que ver con que fuera esa princesa en específico.

No le importaba particularmente ella.

Ni como su vestido blanco se teñía de rojo, ni como su mirada estaba llena de dolor.

No, no, de verdad que no le importaba que fuera ella.

En serio.

No entendía por qué lo había hecho.

Es decir, podría haber muerto si el ataque le hubiera dado de lleno, pero lo habría podido reflejar en su mayor parte, seguro, tal vez un porcentaje, bien no tenía mucha confianza en eso, pero ahora tenía un miembro de la realeza herido, sangrando profundamente e inhabilitado, le tuvo que decir varias veces que los alejara de la zona de combate con su niebla, y ahora estaban aquí en una casucha de un mago curativo que habían encontrado casi por pura casualidad, un mago de apoyo y un mago no exactamente ofensivo, no estaban hechos para un combate.

El hombre no tenía demasiada magia, sin embargo, fue suficiente para detener la hemorragia y cerrar la herida, más o menos, los aldeanos los ayudaron a esconderse de los bandidos y le dieron un lugar donde descansar, Zora estaba muy nervioso, Nebra estaba recostada en la cama en posición fetal sollozando levemente, el curandero le explico que no tenía la capacidad de suprimir el dolor que sentía por lo que debía soportarlo.

La situación estaba tirando de toda su sanidad.

- Eso fue estúpido. – Le dijo sentándose en el borde de la cama, un tono de voz tosco que demostraba su preocupación.

- Lo fue.

- ¿Por qué lo hiciste? – Pregunto con suavidad estirando su mano para retirar un mechón de cabello que caía sobre su rostro sudoroso.

- Pensé que morirías si te alcanzaba, tengo más resistencia por mi maná. – Contesto mientras un temblor atravesaba su cuerpo por el dolor, apretó sus labios para no quejarse.

- Si te duele grita. – Dijo con un suspiro.

- No sería apropiado. – Tartamudeo respirando profundamente para tranquilizarse.

- Eso es una estupidez ¿A quién le importa? Estas herida, te duele, grita, quéjate, como haces normalmente, solo no te lo guardes.

- ¿Estás enojado? ¿Por qué?

- Estoy enojado con la idiota que se atravesó en el ataque y ahora está en una cama callándose su dolor.

- No habrías sobrevivido si te alcanzaba. – Musito intentando sentarse con torpeza – Tengo sed.

- Aquí. – La ayudo a incorporarse apoyando su mano en su cintura para atraer su cuerpo al suyo, con su mano libre acerco el vaso a sus labios – Bebe despacio, tragos cortos.

- Suficiente. – Nebra suspiro recostándose contra él, permanecieron en silencio durante unos minutos – No quería que murieras.

- Tampoco quería morir, pero que seas herida de esta forma no me hace sentir mejor. – Confesó intentando mantener un tono de voz tranquilo, retiro su máscara para dejarla sobre una mesita de noche en el proceso Nebra volvió a recostarse en la cama, ella estaba pálida – ¿Qué diría tu hermano si algo te pasara? Probablemente se volvería loco.

- ¿Eso crees? – Su voz sonaba bastante decaída mientras se volvía hacer una "bolita" dándole la espalda.

- ¿Tú no? – Zora dejo caer su mano sobre su espalda sorprendido por su reacción, dándole caricias lentas para intentar consolar su dolor – Es obvio que Trenzas los ama. – Miro su ropa blanca manchada de sangre sintiendo una ola de irritación y naúseas, estuvieron en silencio unos minutos.

- ¿Estás bien?

- Sí, no tuve ningún daño.

- Eso está bien. – Murmuro somnolienta, al menos hasta que otra punzada atravesó su cuerpo, gimió levemente.

- Oye, tengo una poción para el dolor que hizo Vanessa, podrías tomarla.

- ¿Es confiable?

- ¿Prefieres tolerar el dolor? – Busco en sus cosas hasta encontrar el pequeño frasco era un milagro que no se hubiera roto con todo el combate, lo colocó en su mano y espero hasta que ella lo bebiera, un rato después pudo ver que estaba más tranquila – ¿Mejor?

- Si muero por envenenamiento será tu culpa. – Habló adormilada, al menos había recuperado su sentido del humor.

- Ya pones en riesgo tu vida por ti misma, así que no me culpes. – Zora se recostó a su lado lo que la hizo brincar de sorpresa, el movimiento le arranco un gemido lastimero – Tranquila, princesa, sé que mi presencia la irrita profundamente, pero...

- No es así. – Soltó interrumpiéndolo solo para que acto seguido se quedara en silencio, temblando ligeramente.

- ¿Tienes frio? – Cuestionó buscando con la mirada donde estaba su capa del escuadrón, más larga y abrigadora que la suya, la encontró tirada sobre una silla manchada de sangre y desgarrada, la sabana de la cama era delgada y poco útil para calentarla.

- Sí ¿Qué haces? – Ella sonaba alarmada al sentir como cubría su tórax con su propia capa negra, mucho más corta y sencilla, por lo que se colocó de lado abrazándola por detrás para compartir el calor, la suya casi inservible fue acomodada sobre sus piernas.

- Está haciendo frío, estas heridas, tu ropa esta manchada de sangre, todavía tenemos que pasar la noche antes de poder pedir apoyo. Solo... quédate callada. – Quería poder consolarla, mejorar al menos un poco las condiciones en la que estaba, noto que existía cierta química entre ellos, desde la primera vez que se juntaron oficialmente en una misión, bromeaban y a veces coqueteaban de forma torpe, ninguno era particularmente bueno, al punto de soltar clichés en los peores momentos, por lo que sabía que se preocupaba por ella, como haría por cualquier caballero mágico que respetaba solo que... al pasar el tiempo entendió que no era de la misma manera.

- No pienses nada raro, campesino. – Susurro cerrando los ojos y acurrucándose contra él, una de sus manos busco tocar la suya, suspiro, agotada, llena de sangre y aun así sintiéndose cálida.

- Puedes irte a dormir ahora. Me mantendré alerta.

- Eso espero. 

Niebla y CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora