Galletas

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- ¿Quieres que te enseñe a cocinar? – Preguntó con incredulidad, estaban abrazados en el sofá de su casa conversando tranquilamente cuando ella le hizo esa petición.

- Solo galletas, no me interesa aprender nada más. – Puntualizo avergonzada.

- ¿Por qué galletas? No soy muy bueno en la repostería.

- Mi madre sabía hacer galletas, le enseño su niñera, solía hacerlas para nosotros, al menos tengo un recuerdo vago de eso, antes de ser jefa de casa.

- Podemos intentarlo juntos. – Se rasco la cabeza pensando en los ingredientes que necesitaría – No prometo demasiado.

Honestamente la cocina no era lo suyo, a través de una serie de sucesos caóticos el lugar se convirtió en la escena de un crimen, harina por todas partes, cascaras de huevos rotos en el piso, el honro humeante, galletas quemadas a un costado, galletas crudas en el otro, galletas tan duras que no se rompían al golpearlas contra la mesa, el vestido de Nebra sucio, Nebra sucia, frustrada, su cabello lleno de harina y su cabello húmedo en algunas partes, no contuvo sus ganas de carcajearse escandalosamente, esquivo fácilmente el puñado de mezcla que le estaba lanzando.

- ¡Deja de reírte!

- No, ríete, esto es un desastre, eres horrible en esto, ni siquiera sé como sucedió. – Señalo una mancha en el techo, ella inflo sus mejillas con enojo dispuesta a marcharse cuando la sujeto por la muñeca con suavidad – Ríete, no pasa nada, no somos buenos haciendo galletas, intentare aprender de Charmy para que lo volvamos a intentar. – Su cuerpo todavía se sacudía por las risillas, acarició su mejilla limpiando la harina – Ahora: ¿Cómo hacemos con tu vestido?

- Lo sacudiré lo mejor que pueda antes de irme a casa. – Murmuró bajando la mirada a su ropa, al instante una sonrisa maliciosa apareció en sus labios – Tienes que consolarme mejor, campesino.

- ¿Cómo?

- Con un abrazo. – Contesto pasando sus brazos por encima de sus hombros estrechándolo con fuerza y restregando su rostro contra su mejilla – Ahora estamos iguales.

- Por lo menos yo tengo ropa para cambiarme aquí. – Declaró ante su travesura rodeando sin dudar su cintura – No sé si quieras bañarte.

- No tengo más ropa así que me negare. – Se acurruco en su pecho, no sabía que podía sentirse tan segura en los brazos de alguien o que lograría confiar tanto en una persona que no fuera sus hermanos, pero ahora estaba aquí en los brazos de este hombre – Solo me lavaré.

- Como gustes, ahora quiero mi compensación por el ataque que sufrió mi cocina. – Dijo con picardía – Me ayudaras a limpiar.

- Claro que no, soy una hija real, no me rebajare a tareas domésticas.

- Pues su alteza olvida que pierde su título cuando está conmigo, así que tiene que limpiar su desastre. – Nebra hizo un puchero intentando salir del abrazo.

- Te odio.

- Claro, me odias tanto. – Tarareo para besarla con cariño – Aprenderé a cocinar las galletas para podamos hacerlas juntos. – La libero buscando un paño que coloco en sus manos para que limpiara la mesa mientras buscaba la escoba.

- ¿Haces esto también en tu base?

- Todos ayudamos, nos rotamos las tareas.

- Noelle no debe hacer eso.

- Lo hace, es un miembro del escuadrón y tiene que ayudar como los demás.

- Parece que conoces mucho a Noelle. – Murmuro restregando para quitar una mancha.

- Noelle es una buena persona, Nebra. Es una muy buena amiga, tiene un corazón muy cálido y es cariñosa, si te dieras la oportunidad de conocerla más allá de solo ser cortes tendrías a una amiga invaluable. – Solía aprovechar las pocas oportunidades donde el nombre de la chica aparecía entre ellos para dejarle saber que debía arreglar las cosas con ella, Nebra lo escuchaba cuando hablaba de sus compañeros, más por simple curiosidad, aunque sabía que no se aprendía los nombres, siempre trataba de disimular su interés cuando hablaba de Noelle.

- No creo que eso pueda suceder. – A pesar de sus palabras noto el gesto que hacía al estar pensativa – El miércoles que viene estoy libre, podríamos...

- No puedo, estoy ocupado.

- ¿En qué?

- Tengo una vida a parte de ti, princesa. – Apoyo su mano sobre su cabeza para apaciguarla – Te veré otro día.

- ¿Vas a salir de misión?

- No. Hacen un pequeño festival en Tolsa para recaudar fondos para el orfanato y la escuela, hacen una obra de teatro con los niños, comida y los aldeanos ayudan a reparar la escuela, entre otras cosas. – Explico con suavidad – Fui un niño huérfano que recibió mucha ayuda de parte de la comunidad, me gusta devolver algo de eso ¿Quieres venir? – No esperaba una respuesta afirmativa de su ofrecimiento, de todas formas no perdía nada con invitarla.

- De ninguna manera, no es el lugar al que pertenezco y... resaltare mucho, será incomodo y nadie podrá relajarse a mi alrededor. Simplemente... – Guardo silencio cruzando sus brazos sobre su pecho protectoramente.

- Puedo encontrar un artefacto para que disimulemos tu apariencia, si de verdad quieres venir conmigo buscare la manera.

- No, está bien, te veré después. – Sacudió su vestido sin comentar nada más

Zora no pudo suprimir la decepción que sintió, podía ver su intención de querer acompañarlo, aunque solo fuera por estar con él más que por ser caritativa, significaba mucho que al menos lo considerara.

- ¿Dónde pongo esto, Zora? – Cuestionó uno de los niños sosteniendo una caja que parecía demasiado pesada para su flacucho cuerpo.

Le indico donde dejarla con un movimiento de su mano mientras regresaba su atención a la cocina, estaba muy ocupado desde primera hora de la mañana, ayudando con la organización, armando los puestos de ventas y ahora sirviendo los platos para los asistentes, se encontraba discutiendo con un niño sobre la importancia de las verduras cuando una conmoción llamo la atención de todos, avanzó entre las personas hasta detenerse junto al alcalde para observar un carruaje lleno de varios pisos de postres, detrás otra estaba repleta de lo que parecía ropa, mantas, útiles escolares y provisiones, una mujer noble de aspecto severo se acerco con un cuaderno y una pluma en sus manos.

- Soy Nadine Delvaux, Mayordoma Principal de la Casa Silva, he venido a dar un donativo en nombre de mis señores para este evento. – Dijo con un tono serio y una postura rígida, acomodo la montura de sus lentes con su mano derecha lanzando una mirada crítica – ¿Quién es el responsable?

- Yo soy el alcalde, pero... ¿Por qué una familia real nos entregaría algo?

- Consideren esto un regalo compasivo de parte de la gloriosa Casa Silva.

Zora no podía creer lo que sus ojos miraban, los niños asaltaron los preciados postres Silva con pasión, las maestras casi lloraban de alegría al ver los materiales para reemplazar sus viejas pizarras, el ambiente se llenó de felicidad, mientras todos agradecían la ayuda de la familia Silva.

Tuvo que escabullirse en un callejón para apoyarse contra una pared, su mano apretaba con fuerza la ropa sobre su pecho, su corazón latía con fuerza por la emoción que lo inundaba, sus mejillas se ruborizaron al darse cuenta de lo mucho que este gesto lo había conmovido.

Quería besarla ahora mismo. 

Niebla y CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora