"Una estatua una vez habló
con un pajarillo que sobre ella se posó.
Le preguntó por qué cantaba,
y aquel pajarillo respondió
que, cuando su corazón, con dolor sangró,
la música lágrimas de amor,
sobre sí derramó."
Unos gritos se escuchaban en el tercer piso. Miré a madame Blair, pero ella apartó la mirada de mí, casi con lástima. ¿Por qué me tenía lástima?
Hoy la casa estaba muy silenciosa, todavía no era hora de abrir, y las chicas que trabajaban estaban disfrutando de su tiempo libre. Yo estaba aburrida, quería jugar con alguien, pero Gus estaba en el médico, se había peleado con un niño en el colegio, y su mamá le había llevado a que le revisaran.
Sin querer estar más tiempo sola, subí las escaleras corriendo hasta llegar al piso tres; los ruidos salían del despacho de papá, pero no eran gritos de dolor.
Sonreí, ese día se me había caído mi primer diente, y quería decírselo a papá, así pues, avancé hasta la puerta del despacho y la abrí, sin tocar.
—Papi —dije.
Cuando levanté la mirada lo vi. Pero no estaba solo.
Estaba de espaldas a mí, con una chica sentada en su escritorio. Ambos estaban desnudos.
La chica no era mi madre.
Ella se bajó con lentitud, miró a mi padre y le dio un beso en la boca antes de, con lentitud, comenzar a vestirse, sin importarla que yo estuviera ahí.
Mi padre se giró hacia mí. Sus ojos parecían flamear. Me hice pequeñita en mi sitio.
Cuando la chica se marchó, papá me tomó con fuerza del brazo, clavándome las uñas y haciendo que mis ojos lagrimearan.
—¿¡Qué te he dicho de entrar aquí sin permiso Isleth!? —me gritó.
Él nunca me gritaba.
No respondí, lo que pareció enfurecerlo más.
De repente, su expresión se suavizó.
—Mira, vamos a jugar a un juego, ¿sí?
Yo solo pude asentir.
—Me vas a decir cuántas letras tiene la oración «nunca entres sin llamar».
No pregunté para qué. Simplemente comencé a contarlas con los dedos de mi mano, y, después de un minuto, respondí.
—Diecinueve, contando la doble «l» —respondí, con orgullo.
Papá sonrió con ternura y se acercó para abrazarme, solo que, en vez de recibir sus brazos, mi mejilla recibió su mano.
Caí al suelo.
El sonido rebotó por todo el despacho.
—Muy bien, Isleth, eres una chica muy lista. Ahora vas a recibir una bofetada por cada letra que lleva la oración que, por lo visto, no entiendes.
Por mucho que le supliqué que parara, no lo hizo, después de media hora bajé las escaleras y me crucé con un espejo, me quedé mirando mi reflejo.
Mi mejilla estaba inflamada y de un color morado oscuro, y de mi labio se escapaba un hilillo de sangre.
Madame Blair, se postró detrás de mí y me miró a través del espejo.
ESTÁS LEYENDO
Una Melodía para Isla
RomanceIsla odia muchas cosas; muchas más cosas de las que ama. Jaden ama muchas cosas; muchas más cosas de las que odia. Isla odia el contacto físico. Jaden ama el contacto físico. Isla quisiera no tener padres. Jaden amaría tener a sus dos padres. Isla o...