El guarda de seguridad que les dio paso a la urbanización Los Álamos no fue especialmente cortés. Gruñó todas sus palabras y cuando vio el aspecto del coche y de las chicas que querían entrar, se mostró escéptico. Tuvo que llamar al colegio para asegurarse de no eran unas delincuentes que querían engañarlo. Adriana pensó que la verruga que tenía en la nariz le había salido de lo amargado que estaba.
Una vez el hombre confirmó que las esperaban en el colegio, las dejó pasar, no sin lanzarles antes una mirada de prevención. Tampoco respondió a Eva cuando se despidió educadamente.
—Deberías haberle mandado a la mierda— sugirió Adriana, encendiéndose otro cigarro, ya que Eva le había obligado a tirar el anterior antes de llegar a la garita del guarda.
—Hay que ser amable, Adriana, porque con la descortesía no se gana nada—. La única respuesta que recibió fue un exabrupto. Después se fijó en el nuevo cigarro de su alumna—. ¿Pero estás fumando otra vez?
El colegio estaba en el extremo opuesto de la urbanización. Les costó más de quince minutos llegar, ya que era una zona inmensa y Eva no recordaba muy bien dónde se encontraba. Además, Google Maps no terminaba de funcionar en aquella zona, como si aquella gente hubiese pagado para no aparecer en el mapa. Por tanto, tuvieron que pararse un par de veces para comprobar el mapa y callejear.
Como la primera vez que fue para hacer el examen de admisión al Kingdom College, Adriana se sintió nerviosa al ver las calles. Estaban tan limpias, tan bien asfaltadas y empedradas y eran tan anchas que se sentía fuera de lugar. En su barrio eran viejas, estrechas, descuidadas y solían estar plagadas de basura que tiraba la gente. Además, había un puente sobre el que pasaba una autovía, y bajo él, los mendigos pasaban la noche. Adriana tenía claro que en Los Nogales jamás vería tal cosa. Es más: sentía que ni ella misma cuadraba.
Al haber llamado el guarda, en el colegio ya sabían que la nueva alumna y su tutora habían llegado, así que la subdirectora las esperaba tras la valla de entrada para darles la bienvenida.
—Joder... Ya está ahí esa bitch— masculló Adriana al verla
—¡Adriana!
—¿Qué más da? Si no me oye.
—Pero luego se te va a escapar.
—Qué poco me conoces... Sé comportarme perfectamente.
—Pues demuéstralo—. Eva le lanzó una mirada de disgusto al ombligo de Adriana, que se dejaba ver bajo un crop top algo desgastado—. La verdad es que te podrías haber puesto otra ropa más... decente. ¡Y apaga ya ese cigarro!
—La única ropa que tengo que catalogarías como decente es el estúpido uniforme de este estúpido colegio.
—Me desesperas...— murmuró Eva. Aparcó el viejo Peugeot donde le indicaba la subdirectora con la mano—. Haz lo que quieras, pero compórtate.
Puso el freno de mano, paró el motor y salió.
—Good morning, Miss Celie!
Adriana le dio una calada más a su cigarro y lo apagó en el cenicero del Peugeot. En cualquier otro momento lo hubiese tirado fuera y lo hubiese apagado con el pie, pero Eva estaba tan pesada que decidió contentarla a medias.
Cuando salió, la subdirectora estrechaba la mano de Eva con un gesto que hacía pensar que se echaría gel desinfectante justo después. Quizás este aspecto quedaba reforzado por su altura y su delgadez, cualidades que hacían que Miss Celie pareciese un palo de escoba muy estirado.
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Prometo quedarme
Teen FictionDaniela y Adriana tienen en común mucho más de lo que piensan. Por un lado, Daniela tiene que dejar todo atrás para que su madre pueda ser feliz; por el otro, la vida de Adriana no será la misma tras ganar una beca en uno de los mejores colegios de...