Odiaba su nuevo colegio. Para su gusto, era demasiado serio. Había recorrido los pasillos y, aunque se notaba que se habían esmerado en hacerlo acogedor, el que no hubiese ni una mota de polvo en ningún lugar le daba a todo un aspecto muy aséptico. Sin embargo, no se podía quejar de las instalaciones. No lo había recorrido entero y ya había encontrado dos laboratorios, tres bibliotecas y cuatro salas de estudio con sillas más cómodas que el sofá de su casa.
Lo que más atención le llamó y que mejoró su visión del Kingdom College fue el magnífico auditorio. El antiguo teatro de su barrio era cinco veces más pequeño. Lo tiraron abajo porque estaba medio derruido y no había dinero para reconstruirlo ni la suficiente gente interesada en la cultura como para presionar al ayuntamiento.
La cena se empezaba a servir a las ocho y media de la tarde y Miss Celie insistió en la puntualidad. Adriana, sin embargo, se dio la satisfacción de llegar al comedor de profesores a menos cuarto. Allí encontró a la subdirectora esperando de brazos cruzados en una mesa que parecía presidir la sala, y algo alejados de ella, la cocinera y el bedel, que ya estaban dando buena cuenta de su plato. Un par de chicos de unos doce o trece años, que debían de ser otros internos que habían llegado antes del comienzo del curso, igual que Adriana, también comían, mirando su móvil.
—Excuse me; me entraron ganas de mear en el último momento— dijo Adriana mientras se sentaba frente al plato solitario de la mesa que estaba justo en la entrada de la sala y que intuyó que sería el suyo.
—¿Cómo ha dicho?— preguntó Miss Celie, entre incrédula y escandalizada.
Los otros dos alumnos se lanzaron miradas divertidas mientras comían. Este gesto no pasó desapercibido para Adriana y alimentó sus ganas de echar más leña al fuego.
—Digo que I had to pee de la hostia— dijo la muchacha mientras estiraba la servilleta de tela con una sacudida y se la ponía como babero. Miss Celie observó la operación con los labios fruncidos.
—Will you watch your ruddy language? Our ears are not a toilet!— exclamó la subdirectora claramente furiosa.
—¿Entonces qué language debería usar?
—¿Sabe usted lo que son los eufemismos?— respondió Miss Celie respirando con fuerza en un claro intento de tranquilizarse.
—¡Ah, sí! Los eufemismos... Esa pregunta entró en mi último examen de Lengua...
—Ahora entiendo su media.
—Bueno, Miss. Usted no se preocupe. Primero desalojo el colon y luego ya desalojaré el vocabulario y me aprenderé eso que ha dicho usted. ¡A comer!
La mujer se quedó paralizada durante unos instantes, debatiéndose entre contestar o no, pero al ver cómo comía Adriana, decidió tratar de ignorarla todo lo posible. Aunque no pudo evitar exclamar de vez en cuando un "manners" furibundo.
Para cuando terminó la cena, era evidente que la subdirectora ya había tenido suficiente Adriana para semanas, por lo que se retiró a su cuarto diciendo que se tomaría un calmante para el dolor de cabeza.
—A partir de las diez nadie puede estar por los pasillos— le dijo a la chica.
—Descuide, Miss.
Pero Adriana estaba acostumbrada a irse a dormir a eso de las dos de la mañana. Dormir era lo que menos le apetecía en aquellos momentos y, a falta de diversiones, decidió seguir explorando su colegio.
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Prometo quedarme
Teen FictionDaniela y Adriana tienen en común mucho más de lo que piensan. Por un lado, Daniela tiene que dejar todo atrás para que su madre pueda ser feliz; por el otro, la vida de Adriana no será la misma tras ganar una beca en uno de los mejores colegios de...