Día cuatro.

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Me despertaron los ténues rayos del sol colándose por mi ventana. Había vuelto a dormir bien, para mi sorpresa. Me lavé la cara y me preparé para explorar las famosas panaderías que la señora de recepción me recomendó.
Hacía buen día. La temperatura cálida enrojecía mis mejillas mientras una suave brisa me movía ligeramente mi pelo. Era uno de esos días que no querrías que terminaran nunca.
Caminaba por una calle peatonal cercana al hostal, donde se encontraba una de las panaderías. Me senté en una de las mesitas de la terraza y pedí un café con leche con la leche natural, para que ésta no hiciera nata, y una empanadilla de tomate. Desde luego, estaban para chuparse los dedos, no se equivocaba mi recomendadora.
Pasé largo rato allí sentada viendo a la gente pasar, a los artistas callejeros tocar y escuché a los pajaros cantar. Todo parecía diferente, a horas de casa encontré una sensación lejana a la que aquel lugar me hacía sentir. Sentí paz. Sentí la comodidad de no tener miedo a nada. El día fue intenso, aunque muy tranquilo. No había hecho nada, nada de nada, pero lo repetiría, sin duda.
Al llegar la noche, me dispuse a cenar en un restaurante italiano, al que había llegado paseando sin rumbo. Estaba lejos del hostal, pero nadie me esperaba allí, así que me tomé mi tiempo. Pedí una buena ración de paccheri -sí, esos macarrones gigantes que te llenan la boca y están deliciosos- con boloñesa y una jarra helada de cerveza; y de postre: couland con nata montada. Cené como una reina. Pedí la cuenta, un folio en blanco, un bolígrafo y otra jarra que pagaría más tarde.
Comencé a escribir.

"Día 5 de mayo,
·Visitar el centro y buscar pisos de alquiler."

Siempre me habían parecido encantadores los pisos antiguos, y en el centro abundaban. El barrio se hacía viejo y la gente se deshacía de los pisos, pero los alrededores se convertían en lugares maravillosamente especiales.

Preparar curriculum."

En cuanto encontrara un piso asequible que me gustara lo suficiente, tendría que empezar a repartir curriculums por alrededores. No me importaba dónde. Tenía una carrera y esperiencia profesional y había venido a ésta ciudad con lo justo. Necesitaba cualquier cosa para arrancar.
Hice una ralla para separar el día cinco del seis y di la vuelta al folio.

" ·Nada de pensar en volver.
·Nada de pensar en ningún tipo de aparato electrónico que pudiera localizarme o tentarme a localizar.
·Escribir a mamá y a papá por carta."

Por ahora iba a dejarlo así, a colgarlo en la nevera y a mirarlo cada vez que pensara en mi anterior vida.
Pagué esa jarra de más y me dirigí al hostal, donde me recibía mi anciana amiga.

- Buenas noches, señora. Ésta mañana visité una de las panaderías que me dijo, sin duda era fabulosa. Mañana me encargaré de otra - dije amablemente.

- Buenas, joven. Me alegra mucho que te gustara, ¿a cual fuiste? - preguntó satisfecha.

- A la que se encuentra en la calle peatonal, cerca del parque.

- Muy buena elección para empezar. Te recomiento ir mañana a la de la avenida de la Paz, tienen unas galletas tremendas -río-. Por cierto, basta ya de formalidades -espetó sonriendo -, llámame Carmen, y deja el 'usted' me hace sentir mayor.

- Como quieras, Carmen. Da gusto encontrar gente tan agradable allá donde se va. Iré donde dices. Muchas gracias.

- Muy bien, muchacha, descansa que ya es tarde y estoy segura de que tendrás muchas cosas emocionantes que hacer mañana. Buenas noches.

- Buenas noches.

En mi habitación dejé la ropa encima de la silla y me puse el pijama como una bala, me lavé los dientes y me metí en la cama. Estaba cansadísima y mañana empezaba lo serio. Me hacía ilusión empezar a buscar cositas para subsistir y más tarde ir creciendo hasta vivir, bien. Era como una especie de juego de niños, lo que pasa es que yo sí podía perder.

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⏰ Última actualización: May 04, 2015 ⏰

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