-Décimo noveno Acto: Desdeñada-

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Franqueza polar

Caminaba en silencio, siguiendo su espalda, con las manos metidas en los bolsillos.

Nunca tuve problemas con mi físico. Al empezar el instituto y ver cómo los chicos no me trataban como una chica, simplemente asumí que no era la chica más "chica". Llevé el pelo desaliñado, corto, por encima de los hombros por mucho tiempo.

Pero cuando me mudé y conseguí un trabajo en una oficina, donde todos llegaban muy bien vestidos, tuve que cortarme las puntas, y no sobrecargar mis recogidos con mucho volumen. Me dejé el pelo crecer.

Y aunque nunca tuve problemas con mi físico, verme en los escaparates de Osaka me revolvía por dentro. Cada mañana, en el baño, me torturaba pensando en si ya era lo suficientemente guapa como la novia de Makoto.

Pero tras dos meses de convivencia con Kazuhiro, verme en el espejo dejó de doler, porque para él, yo siempre estaba preciosa. Con maquillaje, sin maquillaje, con el pelo hecho un desastre o con un elaborado recogido; yo siempre estaba preciosa. Recién despertada, en su regazo, también estaba preciosa.

Él quería quitarme el miedo al rechazo. Yo deseaba alimentar su miedo al compromiso.

Después de dos años, Kazuhiro era lo único que atormentaba mi mente cada mañana.


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Di vueltas alrededor de la cama por horas y horas. Mi inquietud se había conseguido disipar, y todo parecía haber vuelto a la normalidad.

Pero, en la madrugada del sábado, no pude dejar de preguntarme si había hecho bien, pues, a siete horas de mi quedada con Manami y los demás para buscar un vestido de novia, me empecé a arrepentir.

Suspiré, di una última vuelta, encarando mi escritorio. Sobre él, una preciosa guitarra roja descansaba. Su brillo me llamó.

«¿No despertaré a Kazuhiro?» me pregunté.

—Pero Ayumi, me quieres ahora—murmuré.

Lo volví a pensar por cortos instantes antes de sacudir la cabeza. «No puedo estar contigo ahora, es tarde y Kazuhiro duerme» le respondí.

—Qué más da, me necesitas ahora, lo sabes—volví a susurrar.

Sonreí, me destapé y me levanté de la cama. —Me he vuelto totalmente loca—pensé en voz alta.

Rascándome la cabeza, me acerqué sigilosamente al escritorio. La tomé en mis manos, me senté en la silla, tiré de la manija del cajón con cuidado, saqué el diapasón de los cajones, lo coloqué en el mástil y punteé, con miedo de despertar a Kazuhiro.


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El cansancio pudo conmigo, y tras apenas veinte minutos, y múltiples cabezadas, terminé volviendo a la cama. Me desplomé sobre el colchón boca abajo, y dormí por unas horas.

Al despertar, cansada, saqué del armario un jersey negro y una falda plisada roja, me vestí, y caminé hacia el baño, donde saqué mi neceser del armario alto.

Frente al espejo, bostezando, rebusqué en el bolso hasta sacar el corrector.

—¿Tan pronto en la mañana?

Al oír el sonido de su voz, camuflado entre pisadas, me giré. Como de costumbre, Kazuhiro venía a darme los buenos días, vestido en un chaleco de lana negro, una camisa por debajo y unos pantalones de traje decorados con cadenas. Se notaba, por la perfecta onda en su flequillo, que se acababa de peinar.

Falsas sonrisas en Tokio 「VOL. 1-5」#latinasia2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora