"𝗦𝗺𝗶𝗹𝗲, 𝗣𝘂𝗽𝗽𝘆!"ー 𝙺𝙽𝙾𝚆𝙼𝙸𝙽

F I V E

Vamos, no habían pasado ni cinco minutos. 

¿Dónde estaba Seungmin?

Camino por la acera, mirando a todos lados en busca del chico, no podía irse sin entregar lo que había comprado tan impulsivamente para él. Algo le decía que necesitaba entregárselo y debía ser ahora.

Tenía que encontarlo.

Una llamada entrante se reflejó en su celular, era su madre.

Demonios.

—Hijo, ¿ya vienes? —habló luego de un segundo.

—Este... Estoy en la fila, ¿necesitas algo más? —respondió nervioso, sin dejar de mirar a su entorno.

—No, solo quería saber si ya te habías desocupado.

Entonces lo vio.

Encima de una baranda de metal, aparentemente mirando el atardecer.

—Mamá, tengo que cortarte, es mi turno —habló rápido y sin esperar respuesta alguna, finalizó la llamada.

Corrió hasta él, no podía ser lo que estaba pensando. No podía permitir que Seungmin hiciera una locura. Por favor, que no lo haga.

El menor estaba en completo silencio mirando el atardecer, meditando sobre su vida. Amaba estar en este lugar a pesar de que estaba muy lejos de casa, él venía cada vez que podía poniendo la excusa de comprar comida, lástima que ahora iba a ser diferente.

Suspiró.

Era momento de irse.

Estuvo a punto de dar el paso cuando una mano tocó su brazó y con mucha fuerza lo atrajo.

¿Qué?

Espero con los ojos cerrados el impacto del cemento golpeando su cabeza o sus costillas, pero nada de eso llegó. 

Estaba acostumbrado al dolor, no era desconocido para nadie, desde pequeño había experimentado situaciones que lo llevaron a soportar todo lo que sucede en su día a día, por lo que al empezar al día miraba en el espejo su cuerpo, pensando en qué lugar estaría ubicado el nuevo moreton que estaría en él al finalizar el día.

Entonces abrió los ojos, encontrándose con un arete muy brilloso.

¿Un arete brilloso?

No podía ser. 

Entonces se dio cuenta que estaba siendo abrazado por el mismísimo Lee Minho y estaba a centimentro de su cuello, tan cerca que fácilmente podía besarlo si quisiera.

Su corazón latió con fuerza.

Y no podía negarlo, fue lo mejor que le pudo pasar desde que había empezado el año.