Epílogo

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— ¡Aleix Lucca Bianchi! ¡Vuelve aquí! — Exclamé corriendo detrás de mi hijo.

Había pasado un mes desde la guerra, los chicos volvieron con heridas pero no graves, tuve a mi hermoso y malcriado hijo — que por ser mitad demonio y mitad vampiro crecía muchísimo más rápido de lo normal, ahora tenía el tamaño de un niño de siete años — Corría de tras de él por una muy buena razón.

Había mordido el cuello de una niña humana y había extraído toda su sangre hasta disecarla, tuvimos que deshacernos de ella, nos dolió, mucho más a mí ya que entendería el dolor de esa madre al saber que su hija desapareció, y asesinar inocentes y mucho menos, niños, estaba en contra de nuestras reglas.

Agilicé mis pies y lo alcancé. Pataleó y lloró pero no lo solté.

— Hora de tu castigo — Susurré a su oído y comenzó a llorar con mucha más fuerza.

Lo agarré del brazo fuertemente impidiéndole escapar y lo saqué de la casa. Caminamos hasta llegar a esa pequeña casita que habíamos construido los chicos y yo. La casita la llamábamos:

La pequeña casa de los castigos.

Entré enfadada con mi hijo a la casita. Sólo tenía una habitación. Por eso era la “pequeña casa”

En esa habitación habían gotas de sangre seca en el suelo, dos cadenas estaban colgadas al techo para sujetar las muñecas, y dos estaban en el suelo para sujetar los tobillos. Había una mesita llena de pinzas de tortura. Pero eso no es lo que utilizaría en mi hijo.

¡Claro que no!

Conocía su punto débil.

Le encadené las muñecas y los tobillos, no paró de llorar, al contrario, su llanto aumentó.

— Mami, no lo haré más, es que olía muy bien — Dijo entre sollozos.

— Ésto te enseñará a controlarte — Saqué de un pequeño refrigerador tres bolsas de sangre. Aleix al verlas, me miró con tristeza.

A mi también me dolía.

Pero no dejaría que mi hijo se convirtiera en un asesino por falta de control.

Sus ojos cambiaron de un azul hermoso a un rojo intenso. Entreabrió los labios y pude ver sus colmillos.

Me acerqué a él y aparté una bolsa de sangre de las demás y se la acerqué a la nariz.

— Mami, detente por favor — Dijo mirándome suplicante — Tengo hambre, no me hagas sufrir. — Dijo llorando

— Ésto es por tu bien — Dije seria.

— Sabes que no te gusta verme así, mamá — Dijo recalcando la palabra “mamá”

— Sabes que la manipulación no es algo que yo acepto, hijo — Dije recalcando la palabra “hijo”. Una sonrisa se formó en mis labios. Lo vi frustrarse — Dile a tu amigo Luciano que no te enseñe más esas cosas, no te hace bien. — Argumenté y solté un largo suspiro.

— Te cae mal porque es mayor que yo, no es justo — Se quejó.

— Si me cae mal es por algo — Me dirigí a una esquina y tomé una silla y la coloqué delante de mi hijo — Y no te preocupes hijo.. Te sacaré de aquí..— Puse las bolsas de sangre encima de la silla — Cuando aprendas tu lección.

Me di la vuelta y salí de la pequeña casa cerrando la puerta detrás mío.

«Todo lo haces por su bien, Aashta»  Repetí en mi cabeza.

El Chico De Sus SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora