Capítulo 3: Imprevisto caótico

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La gente empezaba a reunirse alrededor de una tarima en mitad de la plaza donde se encontraban unos uniformados guardias reales, era muy extraño que los guardias se encontraran allí puesto que la seguridad del pueblo nunca les había importado mucho. Lea y Liria caminaban cerca de ahí, las dos cabizbajas y pensativas preguntandose cómo podían ayudar a su madre. Hacía un momento habían estado hablando con el dueño de una jardinería cercana a la plaza para ver si sabía algo acerca de plantas que estuvieran prohibidas, tampoco esperaban sacar mucha información de allí.

-Buenos días señor- interrumpió Liria en la tienda una vez entraron.

-Buenos días señoritas, que desean?-Contestó el hombre. Tenía la voz grave y era bastante grueso pero su amabilidad con los clientes era lo que caracterizaba al buen hombre.

-Pues mire, hemos venido a hacerle un par de preguntas sobre unas plantas de las que hemos escuchado hablar y nos carcome la curiosidad, seguramente sean un mito así que no le extrañe que le parezca una tontería lo que le vamos a preguntar.-Lea notó como su hermana había maquillado la verdad con un poco de mentira para no levantar muchas sospechas y se sintió orgullosa de su agudez, se parecía más a su madre de lo que ella creía.

-Hable sin miedo niña, a esta edad pocas cosas pueden sorprenderme.-Liria miró a Lea en busca de afirmación y en cuanto le confirmó con la cabeza empezó a hablar.

-Hemos escuchado que en el continente hay diversas plantas que estan...prohibidas dijéramos, ¿es cierto?

-Bueno, que yo sepa sí que hay plantas bastante peligrosas para las personas, obviamente esas no están a la venta y su uso es ilegal, pero se podría decir que es para evitar que dañen a la gente.

-Entiendo.- Respondió Liria, miró a su hermana en busca de lo que tenian que hacer, si irse o seguir insistiendo pero no le dejo tiempo a la duda.

-No nos referimos a ese tipo de plantas.-Añadió Lea.- Imagínese una planta que fuera el remedio a alguna enfermedad, una planta medicinal, ¿serían capaces de prohibirla? o peor aún, ¿de esconder su existencia?.-La primera mirada del hombre se dirigió a la puerta y seguidamente al interior del local en el que estaban un par de personas.

-Debería de haber personas muy malas en el continente para hacer eso, ¿no creeis?

-Está claro, pero no va a ser usted el que nos niegue la existencia de esas personas, ¿no?

-Nadie es santo por completo, si es eso a lo que te refieres.

-Coincido.-Dijo Lea

-¿Y si...-Preguntó Liria- esa planta fuera prohibida por el lugar o las condiciones en las que nace?

-Para que eso sucediera debería de ser en un sitio sagrado o algún lugar que esconde algo de gran importancia, en todo caso, está muy lejos de vuestro alcance.

-Ya decidiremos nosotras lo que esté o no a nuestro alcance, jardinero.-Contestó seria Lea.

-Entonces no cree que si hubiera un planta o una flor que pudiera salvar miles de vidas la gente llegara a ocultarla?-Insistió por última vez Liria.

-Menudas estupideces se les ocurren a los jóvenes de hoy en día, ¿Cómo serían capaces de prohibir algo que solo ayudaría a la humanidad? os planteo una cosa, un consejo más bien...-Se inclinó sobre el mostrador y bajó la voz hasta que solo fue un murmullo.- Si alguien hiciera algo así, lo convertiría en un ser despreciable y malvado que haría cualquier cosa para evitar que el secreto se supiera, y no creo que dos mujercitas tan bonitas como vosotras deban revolotear cerca, podrían salir mal paradas.

Con una sonrisa apretada y ni una palabra más el hombre se despidió y tanto Lea como su hermana salieron del local con más dudas que con las que habían entrado y sospechando que aquel hombre característico por su amabilidad tenía más secretos que los que alguien normal podría llegar a ocultar.

Cuando las dos hermanas llegaron a la plaza vieron la gran multitud de gente reunida, se miraron extrañadas y se acercaron poco a poco. A lo lejos alguien gritó el nombre de Lea sobresaltándolas, en la lejanía vieron como Elvira se acercaba a paso lento debido a su cojera pero con una sonrisa en la cara.

-¡Qué casualidad! No sabía que os interesara lo que el rey tiene por decir.

-Shh...Baja la voz.-Susurró Lea-No hagas que la gente se haga preguntas respecto al comentario. Pasábamos por aquí por casualidad, no sabíamos esto, ¿se puede saber de qué se trata?

-Se ve que hay un buen revuelo en palacio, el rey pide explicaciones para un tema en concreto que anunciarán en breve, nadie sabe nada, aunque por lo visto, parece importante.

-El rey y sus pucheros...-Susurró a medias mientras recibía un suave codazo de su hermana por hablar demasiado.

Al rato, cuando ya había la suficiente gente como para que todo el mundo estuviera enterado, subió a la vieja y chirriante tarima un hombre de mediana edad con el uniforme azul eléctrico bien ceñido a su gran cuerpo. El incesante murmullo de la plaza desapareció y fue reemplazado por un silencio absoluto, miraron hacia el general y este desplegó un pergamino que parecía bordado en oro, carraspeó y empezó a hablar con tono serio y voz grave.

-De su Majestad el Rey Crollan.-Hizo una pausa a propósito.

-¡Viva el rey Crollan!.-Vitoreó toda la plaza a la vez.

-Ayer pasó algo sumamente inaceptable y por lo cual habrá consecuencias, ayer se encontró el cadáver del Mayor Andrew Collsman, guardia personal del rey. A este acto se le considera un acto contra la corona misma y su castigo será la muerte.

El murmullo de la gente empezó otra vez incontrolablemente por las últimas palabras del general, todos se hacían muchas preguntas, ¿Cómo había podido ocurrir?, ¿Quién podría haberlo hecho?, ¿Cómo les afectaría a ellos mismos y a sus familias?... Liria miró extrañada a su hermana pero esta no le devolvió la mirada, ya que miraba fijamente al frente y Liria veía reflejados en ellos...¿miedo?

Cuando los guardias consiguieron que hubiera silencio de nuevo, el general siguió hablando.

-En su cuerpo no hemos podido identificar con claridad si había daños ajenos a la causa de su muerte pero lo que sí sabemos es que fue a causa de alguien puesto que testigos que no estaban muy lejos del lugar de la tragedia escucharon el roce de acero contra acero y además.- Levantó la vista del pergamino.-Nadie se tira por su propia cuenta al Rio Cambiante cuando este está a más de 45 grados.

A Lea se le secó la garganta, toda su mente se quedó en blanco y los quejidos y lamentos de toda la plaza los escuchó de muy lejos, en otra realidad, en otro universo.

Notó la mano fría y delgada de su hermana estrechar la suya, pero estaba paralizada, inmóvil, no hizo más que mirar fijamente al general y seguidamente a su hermana con los ojos muy abiertos, no podía creerselo, no, no podía ser, imposible, la pelea de ayer...el hombre que atacó a su hermana, el mismo que ella arrojó al río para evitar que la acabara matando...Había matado al guardia personal del rey sin saberlo y ahora tendría que cargar con las consecuencias y el peso de su secreto.

Lo peor de todo es que el general no había acabado de hablar, lo más grave aún estaba por llegar y las consecuencias de ese desastre arrastrarían a Lea a enfrentarse a su peor pesadilla.

Los Secretos de BellumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora