Los niños de la familia Collins, superaron la muerte de las pequeñas niñas, con un poco más de facilidad que el padre de familia. Era una situación dolorosa, pero no impedía que la casa (organizada por Marianne) dejara sus actividades diarias de lado.
Los pequeños corrian en el jardín, jugando a la pelota, un precioso mediodía del año 1928, mientras Marianne preparaba el almuerzo.
Oliver, uno de los niños, estaba sentado bajo un árbol, lejos de la improvisada cancha de fútbol. Leía un pequeño libro con bastantes páginas, pero que no dejaba de ser un cuento infantil, para niños de su edad.
El día era hermoso, no hacía ni frío ni calor, habían unas pocas nubes blancas en el cielo, y el sol brillaba como nunca. Lorena, Lidia y Margaret les regalaban un hermoso día o eso presumia Andrew, un poco más animado que el último tiempo.
Unos minutos despúes, Margaret salió al jardín para comunicarles a los niños, que debían ir a almorzar. Chris, James y Edward dejaron de jugar y corrieron a lavarse las manos, para poder sentarse a la mesa y comer. Quedaban Oliver, Susan y María.
Susan y María bajaron solas, ya que las ventanas de su habitación daban a el jardín, desde el cual se escuchó la orden de Marianne, para ir a almorzar. Bajaron entre pequeñas risas, hablando de una nueva muñeca que habia salido a la venta y de las ganas de tenian de jugar juntas. La verdad es que se habían vuelto muy unidas desde la muerte de Lidia y Margaret. Y es que eran las únicas niñas.
Margaret, Lidia, Chris, James y Edward, esperaban pacientes en la mesa, mientras Marianne servia los platos, con la ayuda de algunas mucamas.
Ustedes se preguntarán: ¿Por qué Andrew no comía con ellos? Y es que hay una sola respuesta.
Marianne no era tan idiota, como para envenenar a su esposo.
-¿Por qué Oliver no está sentado con ustedes?- Preguntó Marianne, al notar el lugar ausente en la mesa.
-Está leyendo ese aburrido libro- Respondió Edward, chasqueando su lengua- De todas formas, dijo que no tenía hambre, que no almorzaría.
-Bien.- Finalizó Marianne cuando notó como Lidia se levantaba de su asiento con el plato en sus manos, rumbo a la cocina.
-¿Qué harás, pequeña?- Dijo con fingida dulzura y la niña medio sonrió, con una mueca.
-No me gusta el estofado, Annie. Lo siento, prometo que no volverá a pasar.
La niña se retiró avergonzada. La había llamado Annie por Anne, las últimas palabras de su nombre, aunque no fue precisamente por su apodo, el motivo por el cúal se retiró con vergüenza. Estaba desperdiciando la comida, algo que no le gustaba, ya que ella era la más agradecida de sus ocho hermanos, de todo lo que tenian. Lo que no sabía, era que estaba salvando su propia vida.
La mañana de Octubre de 1928, tras una larga agonía al igual que sus hermanas y su madre, mueren Chris, James y Edward, seis meses despúes de ese almuerzo especial. Más tarde, en la madrugada del día siguiente, muere Margaret, dejando sola y desconsolada a su pequeña hermana, Lidia.
Y para esto, de alguna forma, Andrew comenzaba a sospechar de su esposa, en silencio.
Los funerales de los niños fueron intimos, con flores de muchisimos colores, representando la niñez, inocencia y alegría que poseían los pequeños Collins.
Andrew comenzaba a ser alguien que desconfiaba hasta de su sombra, aunque no lo expresaba, no lo hacía notar. Intimamente, comenzaba a dudar e investigar a Marianne. Y por obra del destino, ella nunca se dió cuenta.
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Enfermizo (Breve Historia)
Short StoryMarianne haría lo que fuera por los niños Collins. Incluso envenenarlos.