Capítulo 11: "Número desconocido".

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Raquel recorre sin prisa los escasos metros que la separan desde el ascensor hasta su despacho, sumida en sus pensamientos y recuerdos, que, por muy dolorosos que sean estos últimos, no logra borrarlo y apartarlo de su mente. Involucrarse a fondo en su labor y en dirigir sus cuantiosas empresas es lo que necesita, siempre se dotó por ser responsable y los resultados de sus esfuerzos así lo demuestran. En sus negocios no permitiría una distracción que la haga perder miles de euros, por muy importante que esta sea.

Sus analices la llevan a la conclusión de que fue un error involucrarse con la que era esposa de su fallecida hermana. Pero, cuando una mujer se le mete en las venas, hace hasta lo imposible por llegar a ella, como lo hizo Isabel, la rubia la cautivó desde la primera vez que la vio y la sensación de poder que sintió en su mirada, es algo que no ha podido olvidar nunca, como tampoco la delicadeza femenina que se gastaba la misma.

Ver disfrutado de su cuerpo y su exquisita entrega a la hora de practicar sexo, fue premeditado, no estaba en sus planes y el hecho de que Isabel tampoco le pusiera resistencia, ayudó a saciar por varias horas la sed de su cuerpo, de su esencia de mujer, que guardaba en su interior por años.

—Buenos días, Clarisa, ¿alguna novedad?

Su secretaria se pone de pie y la recibe con una sonrisa, siete y media de la mañana y la joven pelirroja esboza una energía escalofriante. Su relación no deja de ser profesional, como la que mantiene también con el resto del personal que trabaja para ella, pero, llevar más de cinco años trabajando al lado de Clarisa ha creado la confianza que necesita que disponer de ella en los temas más delicado de sus empresas.

—Buenos días, jefa —nunca le ha gustado en el apelativo, pero con la joven no ha podido evitarlo, ya lo siente como un mote confidencial y cariñoso—. Tiene una llamada registrada, muy temprano en la mañana, es un número internacional que no tengo agendado. Por lo demás, solo recordarle de la reunión a las dos con los inversores de Barcelona.

—Gracias, pásame el número que ha llamado, ya me encargo yo. Estaré ocupada todo el mayor tiempo de la mañana, solo pasa las llamadas importantes.

—Como usted diga.

—Gracias. Ah, Clari, me haces el favor de traerme un café bien cargado con una cucharada de azúcar, este día lo requiere.

—En unos minutos, ¿algo más?

—Solo eso, gracias.

Se deja caer en la silla una vez dentro de la oficina y suspira al vacío. El pasado la golpea con fuerza desmedida y siente que el estómago se le encoge por la frescura de los recuerdos. Demasiado doloroso, para revivirlo. El cruzarse con Isabel le ha removido las heridas y estas se han abiertos, brotando dolor en cada brote de acontecimientos. Escuecen tanto que teme dejar caer un poco su integridad y sus dominios emocionales.

Los toques en la puerta y la misma abriéndose, la traen al presente. Clarisa entra y deja sobre la mesa varias cosas para acompañar el café que humea de una tasa mediana, tal como le gusta a ella. la joven vuelve a salir y regresa una vez más, pero esta vez con un ramo de gladiolos blancos y rojos.

—Ha llegado para usted. Por lo menos tiene buen gusto en escoger flores. Se hubiera equivocado si hubiese mandado rosas, son muy tradicionales.

—Tienes razón. Gracias.

Pone la mirada en las flores y suspira, su día no está para detalles, por lo que escoge centrar sus sentidos en disfrutar el café y preparar su mente para enfrentarse a muchos dígitos. No ha pasado ni media hora cuando el teléfono interno suena.

—Dime, Clarisa.

—Llamada para usted, es el mismo número que ha llamado, ¿le transfiero?

—Si, por favor.

Sus manos empiezan a sudar y queda a la expectativa de que la persona que está al otro lado de la línea, hable.

—Raquel —su voz ronca, algo disturbia, hace que se le acelere el pulso.

—Isabel —decir su nombre causa una reconciliación con sus nervios desaparecidos.

—¿Te han gustado las flores? No sabía cuales mandar y he enviado mis preferidas, espero te gusten.

"Diste en el blanco, justo al centro". Tuvo deseos de decirle, pero la rubia no merecía sus elogios.

—Si me han gustado. ¿Cuál es el motivo de la llamada?

—Necesito verte. Me ha tomado un poco de tiempo, pero te he encontrado, ¿quiero saber si estás dispuesta a encontrarte conmigo?

—¿Estás tú, dispuesta a encontrarte conmigo, Isabel? La última vez casi me taladras la existencia.

—Método de defensa.

—Muy sutiles tus métodos de defensa.

—No pensaba que me desesperaría por volverte a ver, todo esto ha empezado a agobiarme y quiero, exijo respuestas.

—Tan desesperada estás por verme, rubia. Me parece que es algo que dirías estando ebria, ¿has bebido?

—Solo una botella de vino, no es algo que me afecte —Raquel se carcajea.

—Dame tu número, Isabel, te devolveré la llamada.

—Estamos hablando ya.

—Por el número de la oficina, mis negocios necesitan la línea libre y tu no eres negocio, abogada.

La rubia de malas ganas dicta el número y cuelga. Raquel sostiene su celular y lo observa, como si la decisión de llamarla fuera la más importante de su vida. Pasó un minuto, dos, tres al cuarto marca la opción de llamar, después de todo, no tiene nada que perder.

—Pensé que no llamarías —la voz de la rubia se siente tomada y la empresaria reprime la risa, adoraría verla en ese estado.

—Cumplo el noventa por ciento de mis palabras, rubia.

—¿Qué haces con el otro diez por ciento?

—Lo obvio, incumplirlos. Como lo haré siempre contigo.

—¿Siempre has sido así?

—¿Así como? —Raquel escucha la respiración pausada de Isabel y se relaja un poco, le agrada sentirla así de cerca, aunque la separen miles de kilómetros.

—De directa.

—No, no siempre he sido así. Pero, mostrarme así me ha ayudado a tenerte, más de una ocasión.

—Raquel —Isabel suspira, la empresaria sabe que es de madrugada en su país, lo que indica que el sueño la está venciendo.

—Isabel, deberías de descansar.

—No he podido hacerlo desde que te conocí, no he dejado de pensar en todo lo que ha pasado y necesito poner fin a mis dudas.

—Pondrás fin a tus dudas, rubia, pero no hoy. Yo tengo que trabajar y tu descansar, estar ebria no ayuda a esta situación —Raquel hace el esfuerzo por mostrarse lo más tranquila posible, pero el martilleo en su pecho es tan fuerte que tiene que respirar profundamente.

—¿Cuándo? —Isabel se rehace a colgar.

—¿Cuándo qué, Isabel?

—¿Cuándo podré verte?

—Eso lo tienes en tus manos, me has enviado flores —la invitación está hecha, solo toca esperar.

Raquel cuelga y sonríe inconscientemente, demasiado surrealista para aceptarlo. El hecho de que Isabel la haya llamado, la deja en debilidad suprema ante todo lo que está por venir, o todo lo que tendrá que soportar al remover su pasado.

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