Capítulo 12 (2da parte) "Verdades completas".

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Cinco largos minutos que parecieron cinco horas eternas ante una Isabel estupefacta. El aire dejó de circular en su torrente sanguíneo y los pulmones empezaban a exigir su necesitado oxígeno para poder mostrarse vivos y latientes, esperando la reacción de la rubia.

—Acabas de decir que Juliana te ha mandado a matar y ahora resulta que es todo lo contrario. ¡Fuiste tú la que provocó que le quitaran la vida! Sácame de este enredo mental, por favor, tienes que sacarme de toda esta mierda en la que me has metido.

—Yo no te he metido en nada, ha sido tu esposa —la tranquilidad de la empresaria en tan perfecta que Isabel no cree que haya confesado algo tan desastroso y dañino.

—Raquel —la rubia se acerca a ella—, me has dicho que mandaste a matar a tu hermana, algo muy engorroso debe de haber hecho para que tomaras esa decisión, no se manda a matar a una persona solo por placer, aunque no dudo que más de uno hay en el mundo que si lo hace.

La abogada trata de deshacer el nudo que se ha formado en su garganta y aligerar el que golpea su estómago, las ganas de vomitar aparecen de forma súbita y suspira para aliviar el malestar. Tanta culpa tiene el que aguanta la pata, como el que mata la vaca, y el hecho de que Raquel haya mandado a matar a Juliana, no la hace diferente de esta.

—¿Has visto las fotos del último sobre que te dejé? —Isabel niega con la cabeza— Entonces no entenderás nada. No fue fácil tomar esa decisión, pero ya está hecho.

—Tú —la abogada hace silencio—. Es que no creo que lo hayas hecho.

Isabel teme desplomarse delante de la mujer que supuestamente quitó de su vida, a su amante y confidente por años. Porque, aunque haya sido un monstruo, no esconde que amó a Juliana con todo lo que tenía por dentro, le entregó sus horas, sus pensamientos y todo lo que formaba la rutina deliciosa de estar a su lado.

—Si lo hice, Isabel. Querías respuesta, motivos, ahora te los he dado. Está en tus manos salir por esa puerta o quedarte a seguir escuchando todo lo que viniste a saber, porque créeme, aún falta mucho.

—Necesito aire —Raquel se acerca al ver el semblante pálido de la rubia, lo último que quiere es hacerla sentir mal, pero es un tema que incluye muchos daños emocionales, algo que no puede evitar.

—He, rubia —la sostiene en sus brazos y vaga por unas milésimas de segundos, en su olor.

—Mataste a tu propia hermana, eso te hace un monstruo también.

—Solo di la orden. No suelo embarrarme las manos.

—Eso no te hace diferente a ella, incluso te hace peor persona.

—Piensa lo que quieras —Raquel la libera y se aleja de ella—, estás en tu derecho. Tú querías saber, ahora conoces parte de la verdad. Era ella, o era yo y por encima de todos, está mi persona.

—¡¿Por qué tanto odio?! ¿Por qué nunca supe nada?

—Te usaba como escudo ante mi furia, Isabel. Juliana sabía que con todo lo que hizo a esas personas, con lo que me hizo, yo iría por ella algún día. Por eso buscó una y miles de maneras de quitarme del camino, pero no lo logró. Ella era consciente de la fuerte atracción que sentí hacia ti desde que te vi en aquella fiesta, sabía que cuando a su hermana pequeña le gustaba una mujer, era capaz de todo y usó eso a su favor. Pensó que sería incapaz de hacerle nada, estando tú presente.

—Aun así, no te frenaste.

—No, Isabel, no me frené a hacerlo. Juliana se confió en su inteligencia y yo también al pensarte olvidada. Mi mente y corazón me dieron la certeza de que ya no sentía nada por ti, ocho años después es casi imposible desear a una persona con la misma intensidad. Por ello el día que te vi en el cementerio, toda derrotada, me arrepentí, no de haberla quitado de tu vida, sino de hacerte sufrir. Tú no merecías pasar por todo esto, eres inocente.

—Es algo que aún no supero, Raquel, yo amaba a Juliana con lo mucho y poco que tenía.

—Lo sé, es algo que no puedo cambiar —Isabel observa la mirada de la morena opaca y piensa si alguna vez alguien la ha amado como merece.

—¿Qué pasa con tu familia? Me has dicho que ellos te quieren muerta, también.

—Piensan que estoy muerta. Tal vez Juliana se encargó de ello, de mentirles. Por ello los mantengo vigilados, cualquier movimiento y no dudaría en desaparecerlos.

—Me culpan de la muerte de ella.

—Los idiotas piensan así, sus mentes no les da para más. No te dejes envolver con sus creencias. Además, ya sabes quién es realmente la culpable.

—¿Qué pasaría si todo esto sale a luz?

—Quitaría los hechos de la visibilidad. Todo en esta vida tiene un precio, incluso las personas.

—¿Sin importar lo que tengas que hacer para lograrlo?

—Sin importar lo que tenga que hacer para lograrlo.

—Eres una asesina —segundos después de pronunciar las palabras, Isabel se arrepintió, ver el gesto adolorido en el rostro de la empresaria fue demasiado.

—Prefieres que sea yo la muerta y no Juliana, ¿verdad?

—No te conocía

Raquel da la espalda y se acerca a la ventana. Isabel baja el rostro y se da una bofetada mentalmente, ¿Cuándo dejará de decir cosas sin pensar?

—No he podido ver las fotos, Mónica sí, no me mintió, dijo que eran imágenes fuertes, peores de las que ya había visto.

—Te puedes hacer una idea de lo que encontrarás en esas fotos, Isabel —Raquel continua de espalda, suspira y traga saliva, cierra los ojos y evita que las lágrimas que amenazan con salir, vuelvan a su lugar.

—Si es tan malo, no quiero saber nada. Juliana ha acabado con mi integridad psicológica.

—Juliana hizo con mi cuerpo, lo mismo que hizo con esas mujeres y esos niños. Pero no crees en mis palabras.

—¡Dios!

Isabel camina hasta ella y toma su rostro entre sus manos. Lo acaricia y besa, queriendo poner brillo en esa mirada opaca.

—No es tu culpa, Isabel. Tú fuiste una víctima más. He aprendido a vivir con ello, he aprendido a dejarlo en el pasado, hasta ahora que he vuelto a sacarlo nuevamente.

—Tenía un monstruo debajo de mi techo, en mi propia cama —Isabel conecta su mirada con la de Raquel—. Me sorprende tu fortaleza.

—¿Quieres ver las fotos? —Raquel intenta separarse, pero la rubia se lo impide, estaría dispuesta a entregarle su cuerpo en este momento, para despejarla por unos minutos de su dolor, así como hizo la morena unas semanas atrás.

—No sé si estoy preparada.

—Si lo estás. Es la única manera para que entiendas el por qué lo hice. Vamos a mi casa —Isabel le sonríe y se estremece ante la mirada intensa de Raquel sobre su boca.

—Tendría que pasar por el hotel primero —dice separándose de la morena.

—¿Todavía no te has dado cuenta de la intensidad de calor que provoca tu presencia a mi cuerpo?

—Raquel —Isabel susurra su nombre y sus piernas flaquean.

—No tienes idea, rubia, de lo que soy capaz de hacer por ti —Raquel levanta el teléfono—. Clarisa, ven un momento por favor.

—¿Cómo puedes cambiar tan rápido de tema y aligerar el mal trago?

—Porque solo tú eres capaz de hacerme olvidar todo mi oscuro pasado.

Intensidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora