Capítulo II

102 13 3
                                    


Capítulo II. ¿Te lo dije, no? Sí te vas, quedarán pedazos.

Revisan los escombros al entrar, rodean los trozos de vidrio en el suelo, sin duda los restos de las ventanas que explotaron en el incendio.

Hace una mueca a las profundas grietas en el techo, analiza las paredes marcadas por las cenizas y el fuego. Hay chillidos de mapaches corriendo entre los ductos de ventilación, sombras escurridizas de ratas y algunas palomas arrullando en el interior de las habitaciones corroídas por el desastre de hace apenas una semana.

Donatello vacila mirando las escaleras desgastadas, la madera dañada cruje bajo su peso. Jura en voz baja temiendo el colapso de algún peldaño, rezando porque no se desmorone la frágil estructura entera.

La luz de las linternas vaga a través de las habitaciones vacías, puertas abiertas y polvo sacudiéndose en el aire con sus intrusiones. La madera chirría, bordes quemados y paredes carbonizadas resaltan en la luz, aumentan en proporción de tamaño cuanto más se acercan al sexto piso.

Un objeto metálico cae al suelo, se oye el grito de Raph a su espalda y el aleteo de un pájaro huyendo hacia las ventanas rotas.

Cuando llega al último piso contiene la respiración. El suelo y las paredes se encuentran completamente carbonizados, las columnas de cemento desnudas y cubiertas de hollín son lo único que puede calmarlo. Pese a que la mayoría del edificio fue terriblemente dañado, al menos las bases del mismo se mantienen estables. El riesgo de que se derrumbe baja increíblemente solo con eso.

Avanza al interior con pasos delicados, probando tentativamente el terreno. Hay marcas largas y profundas de cortes por todas partes.

Marcas de kusarigama, piensa con amargura.

Sí no lo supiera mejor pensaría que liberaron una manada de osos a una pelea turbia. Hay manchas de carbón adheridas por todas partes, como una delgada capa fundida al suelo.

Se acerca a inspeccionarlo. Ignora los susurros de Leonardo a su derecha, se concentra en la tarea entre manos. Arranca con una mueca un poco de la cosa con pinzas y la guarda en un pequeño recipiente esterilizado.

El nauseabundo aroma putrefacto de la carne y la sangre quemada persiste y se adhiere a cada rincón de la habitación. Aquí no hay rastro de animales rondando ni durmiendo como en las habitaciones anteriores, sin murmullos suaves ni respiraciones lentas. Casi como sí pudieran olfatear el aroma a muerte impregnado en todo el salón, los pasillos cercanos carecen de vida comparado con los pisos anteriores.

Traga seco, su propia lengua sabe a ceniza, metano y sangre.

En el centro del salón una marca espesa y negra resalta, la forma de una estrella característica de la zona cero de una explosión es gigantesca y se extiende hacia todo el suelo y las paredes, hay pedazos de agrietados a punto de colapsar a través de las varas metálicas ligeramente derretidas que saltan a la vista. Rastros de la gravedad del fuego saltan a la vista con los pedazos rotos del vidrio derretido y parcialmente quemado con el suelo.

Sus manos están temblando, su respiración se atasca y el llanto está bordeando sus ojos. Se sacude el escalofrío, tienen algo que hacer aquí.

Entrecierra los ojos tratando de ver más allá de lo que la tenue luz de las linternas pueden mostrar; seguro que sus hermanos le siguen, camina de puntillas tratando de amortiguar el eco de sus pisadas. No sé sabe quién puede estar acechando desde los edificios vecinos.

Su pecho se siente apretado, restringido y dolorido cuanto más siguen sus ojos contemplando con amargura los vestigios de una masacre sin precedentes.

De repente algo cae detrás de él, se endereza rápidamente al mismo tiempo que Raphael suelta un chillido, que en tiempos mejores, señalaría cómo vergonzoso.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 31, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

UNCANNNY. El nacimiento de lo sempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora