Primera Noche

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Las cenizas se las llevaba el desolador viento, el frío amenazaba con ahogar el calor de las llamas, que como podían, acompañaban a Lumine. Esta, comía un trozo de carne.

Estaba salado.

Pero no de la manera apropiada.

—¡Snif! —se llevó la mano a los ojos, palpó como gotas de salinas no paraban de derramarse.

Apretaba con fuerza al que vez que, con enojo, la rama de madera que sostenía la carne asada.

—Perdón, Izuku. Perdóname...

Así como las cenizas fueron arrastradas, el viento se llevó sus lamentos. Eran lágrimas que solo ella se secaría. Ya no estaba su amigo para abrazarla en sus penas.

Descendiendo por la montaña, y atravesando una capa de nieve con varios metros de grosor, yacía el peli verde. Degustando junto a la peli blanca un trozo de carne de un jabalí que estaba congelado.

Era difícil para Izuku determinar la opinión de aquella chica sobre la comida, no poder ver sus ojos lo inquietaba un poco, aquel antifaz negro mate le generaba unas profundas ganas de retirarlas, ver qué clase de orbes de ocultaban, pero sabía que hacerlo solo lo conduciría al dolor (literalmente). Normalmente, a estas horas conversaría cálidamente con Lumine, intercambiarían historias de su pasado y se sonrojarían al momento de involucrar una anécdota vergonzosa.

—Gracias —susurró por lo bajo la chica.

—¿Uh? —se giró el pecoso para ver a la peli blanca chupándose el dedo índice—. Mmm ti-tienes comida en la comisura de los labios.

La chica se pasó la mano, pero solo terminó removiendo de manera incorrecta la carne. La maga se acercó al pecoso. El cerró los ojos esperando un golpe de nuevo, pero solo recibió un golpe leve en la frente.

La peli blanca tomo asiento, esta vez al lado de él.

—M-me alegra que te ha-haya gustado

—No tienes por qué estar tan nervioso, no te voy a lastimar —dijo la maga.

—Pero...

—Se que hace rato te golpeé, mi enojo me superó. Soy un fatui, nos entrenan para controlar esos impulsos que nos pueden conducir a la muerte. Además... tenía algo de hambre, perdón —ella giró la cabeza y le sonrió al chico.

(¡Es demasiado linda!) Reprimió muy oculto en su mente aquellas palabras.

El chico no era ingenuo, esta era su oportunidad de lograr una buena charla para evitar que la incomodidad de no saber que decir. Lo mejor a seguir era volverse su amigo.

—Entonces, ¿por qué corriste hacia aquí? Pudiste simplemente haber evitado todo esto, y dejarme solo —preguntó confundido.

—No podría hacerlo... no estoy dispuesta a ver como alguien muere sin más, salté porque... ni siquiera yo lo sé jeje —ella rascó su mejilla.

—Ya veo. Muchas gracias por haberme salvado, y ahora que lo pienso, no me he presentado. Soy Izuku Midoriya —se llevó una mano al pecho.

—Puedes decirme Haruko, Izuku.

("Nacida en primavera" que nombre tan curioso)

—Entonces, Haruko-san. ¿Qué estabas haciendo antes de que por mi culpa terminaras aquí?

—Verás...

El tiempo pasó, ambos hablaban amenamente, revelando algunos detalles no muy profundos de sus días en espina dragón. Les sorprendió de grata manera que todo fluyera con tanta facilidad.

Locura HeladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora