(๑); Capítulo tres.

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Mew llevaba un buen rato mirando la puerta por donde se había ido Gulf. Su corazón se apretaba y su lobo aullaba. Las emociones de Gulf se podían sentir en el angosto cuarto y sin poderlo soportar más salió y intento distraerse caminando por los largos pasillos. Miro su reloj y se dio cuenta que aún le faltaba unas cuantas horas para terminar su turno. Lo bueno es que tenía una pequeña hora de descanso y eso lo dejaba solo con sus pensamientos mientras seguía recorriendo los pasillos. Cualquiera que lo conociera y lo viera como estaba en estos momentos diría algo como; este no eres tú, Mew.

Y no era él, hoy se sentía como otra persona. ¿Cómo era posible que el miedo lo haya hecho mentir?

Había hecho lo impensable. Había hecho una tontería. Había herido a su omega dominante. Se sentía tan mal consigo mismo, se desconocía. Él no era un hombre mentiroso, siempre se enorgullecio por ser honesto y transparente, pero los estúpidos nervios de encontrar a su omega y que esté fuera tan diferente lo hicieron actuar impulsivamente.

La mirada de dolor de Gulf y sus palabras se quedarían grabadas para siempre en la mente de Mew, perforando a su corazón.

Se sentía un tonto, un jodido idiota. Ahora Gulf creía que estaba embarazado cuando en realidad no lo estaba. Y un escalofrío le recorrió la columna vertebral de repente al darse cuenta que su gran mentira no duraría mucho tiempo. Gulf en cualquier momento se daría cuenta de su engañó y podía asegurar que este querría matarlo y no lo culpaba si quería hacerlo. Engañar a un omega con algo tan delicado como un embarazo era merecedor de un castigo.

¡Joder no sabía que iba a ser! Se sentía perdido y fuera de su elemento. Quien iba a pensar que un hombre tan profesional y serio como él mentiría y jugaría con las emociones de un paciente. En estos momentos se odiaba demasiado.

¿Qué debía hacer? Dejar que Gulf con los días lo descubriera y viniera furioso a su lugar de trabajo a reclamarle o decirle de una vez y no enredar más la mentira.

Mew suspiró y se sentó en la rustica silla de plástico donde cada día un nuevo paciente solía esperar. Escondió su cabeza en sus manos. No sabía que iba hacer y la desesperación surcaba su cuerpo en oleadas.

¿En que jodido lío se había metido? ¡Por todo lo divino! Sentía que había cometido el peor error de su vida, porque engañar a Gulf Kanawut no auguraba nada bueno.

Estuvo un buen rato debatiendo sobre la gran mentira que había dicho y cada segundo que pasaba sentando en la rustica silla de plástico comenzaba a sentir la inconfundible culpa ahuecando cada parte de su pecho. Apretó las manos en sus muslos. Su lobo en su interior lo amonestaba y el solo se quedaba en la misma posición sintiéndose un idiota. Se levanto y estiró su cuerpo y camino hacia su lugar de trabajo con el semblante perdido y su cabello un poco revuelto. En los pocos minutos que había pasado sentado no sabía cuántas veces sus manos se habían enredado en su cabello sin darse cuenta. Mew solía jugar con su cabello cuando estaba nervioso.

Cuando estuvo en la puerta y su mano tocó la manilla el leve recordatorio de herir a su omega le quemó el corazón. Volvió a suspirar y abrió la puerta y cuando estuvo adentro tuvo la misma sensación sofocante y la culpa parecía hacerse intensa. Trato de recomponerse y mostrar su mejor sonrisa cuando otro paciente entró.

Su mañana y noche se paso en atender pacientes y programar citas con los omegas que resultaban embarazados. Cada paciente, cada consulta y cada compañero que lo saludo, Mew actuó como siempre con su semblante sereno y apacible y mostrando su bonita sonrisa, pero por dentro todo el era un caos.

Al finalizar su turno acomodo sus cosas y después decidió llamar a su mejor amigo Zee. Sonaron tres pitidos y al cuarto este respondió.

—Mi amado Mewiluu—su voz cariñosa y con un toque aniñado al decir su apodo.

✿; ¡¿Estoy embarazado?! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora