(๑); Capítulo ocho.

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Cuando Gulf fantaseaba con el escenario donde su alfa al fin lo buscaría se imaginaba que este le diría algo como "No me importa que sea de otro alfa, criaremos a ese bebé juntos" pero jamás en sus escenarios o fantasías estaba de por medio una mentira o que tuviera un embarazo falso. Era surreal y difícil de creer.

Mew se veía un hombre honesto y sincero. Un doctor respetable y responsable. ¿Acaso las apariencias engañaban? Parecía que sí. En su mente nunca hubo dudas de lo que Mew le dijo ese día, tanto así que no fue con otro doctor porque confíaba en la palabra de su alfa destinado.

Pero la realidad era que su alfa era un jodido mentiroso y quería golpearlo y gritarle. ¿Quién en su sano juicio entra en pánico por un omega dominante y hace ese tipo de confirmación de un embarazo? ¿Acaso el cómo doctor no entendía lo importante que era para los omegas procrear? ¡Debía saberlo! ¡El idiota de su alfa debía saberlo! ¡Por Dios!

Y desde anoche que se había enterado no pudo conciliar el sueño y estaba furioso. Tan furioso; que quería arrancar las bisagras de las puertas y golpear la pared de su apartamento intensamente. Sus ojos brillaban de un gris intenso y su respiración era fuerte al pensar en golpear algún objeto. Trato de respirar pausadamente, no pagaría su molestia con su apartamento, porque en todo caso su alfa era el que merecía su furia.

Su lobo estaba herido y molesto, pero él lo estaba aún más.

¿Por qué su alfa tenía que ser tan idiota? ¡Joder! Mew era precioso, calmado, tranquilo, dócil y parecia el espécimen de la perfección... Pero era un tipo que si entraba en pánico decía cosas locas y hacia que otras personas le creyeran como si fuera la absoluta verdad.

Aunque Gulf estaba furioso y ya estaba preparando la pañalera con muchos artículos de bebé dentro para golpear y arremeter contra su descerebrado y hermoso alfa, no pudo negar la otra emoción que era más fuerte que su furia. Estaba feliz y aliviado.

Porque aunque había aceptado que sería padre y ya estaba sintiendo la emoción de ver su barriguita crecer y esperar la dicha que después que pasarán los meses tendría a su bebé al fin en sus brazos, igual había un vacío, ese vacío de que su hijo nunca conocería a su verdadero padre y ese vacío de que ese hijo que iba amar no era de su alfa, y sí, era una sensación amarga. Y por eso venía el alivio, el alivio de que tenía la oportunidad de hacer las cosas bien, de cambiar su alocada vida y por fin sentar cabeza con la persona que sería su para siempre.

Y aunque a Mew le esperaba algunos gritos, insultos y golpes con la bonita pañalera; que tenía adentro un tetero y las toallitas húmedas que después sacaría para seguir golpeando a su inconsciente alfa, también sabía que después de la molestia del momento y de que el frenesí pasará solo querría abrazar, besar y nunca soltar a su alfa.

Se recordó con una sonrisa que no podía maltratar tanto a su bello alfa, porque bueno... Él sería el padre de sus futuros cachorritos y aunque Mew merecía una lección y un escarmiento, Gulf prometía no ser tan duro.

Así que respirando profundamente Gulf salió de su apartamento y se preparo con la pañalera colgando de un hombro.

Camino lentamente por los pasillos hasta que llegó a la puerta de salida y tomo el asa y salió. La suave brisa de verano y el radiante sol le dio de lleno. Unas calles más adelante tomó el primer autobús que vió. Al este estar casi vacío se sentó en el primer puesto. Cuando Gulf estuvo cómodamente sentado en su asiento, poco a poco el plan de maltratar a su alfa comenzó a difuminarse porque mientras las calles pasaban por su vista periférica la molestia poco a poco se iba yendo lejos y la felicidad comenzaba a ganarle a la razón. Una felicidad de ver a su alfa, de tener al fin a su alfa, de poder al fin decir "Mew Suppasit es mío"

✿; ¡¿Estoy embarazado?! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora