(๑); Capítulo cuatro.

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Los tres amigos observaban a Gulf, que parecía perdido y diminuto en el gran sofá. Abrazaba su peluche de delfín y en un lado tenía una cajita de mentas. Vestía un pijama a cuadros y su cabello suave y sedoso y siempre bien peinado ahora parecía un nido de pájaros. Y mientras todos olfateaban el ambiente se dieron cuenta que su amigo apestaba.

Apo miro a Gulf con preocupación. Ya podía deducir lo que le había dicho el ginecólogo a su amigo, pero parecía que había otra cosa que afectaba aún más a Gulf.

Mild y Up hicieron una mueca. El fétido olor los tenía mareados.

—¿Desde cuándo no te bañas, Gulfi?—pregunto Mild tapándose la nariz.

En estos momentos Mild odiaba ser un cambiaforma lobo y poder oler todo con mucho detalle. Su olfato era demasiado desarrollado.

—Creo que llevo tres o cuatro días, ya perdí la cuenta—su voz ronca y pastosa como sino hubiera hablado con nadie en semanas.

Todos miraron horrorizados a Gulf. Apo se acercó y apretó su hombro.

—Gulf... Se que no son buenas noticias, pero debes hablar con nosotros. Estaremos aquí para apoyarte—dijo Apo.

Gulf miro a su amigo y asintio.

—¡Pero por lo que más quieras bañate primero, hombre!—exclamo Up.

Gulf soltó muchos suspiros y se dirigió al baño.

—Esto parece serio—concordo Mild.

—Lo es, al parecer seré abuelo antes de tiempo—soltó un bufido pesado.

—No querrás decir abuela—bromeo.

—Callado te ves más bonito—le pincho las mejillas y Mild huyó.

—¡Mis pobres mejillas están rojas! ¡La crueldad animal está penada!—dijo mirandose en el espejo.

—Eso es por decirme abuela.

—No te quejas cuando Gulf te dice mamá, pero si yo te digo abuela me caes encima como un cuervo ¡Joder! Debo conseguir nuevos amigos—gruño y se fue a revisar el refrigerador de Gulf. Tenía tanta hambre.

Up rió.

—Aquí el único normal soy yo. El abuelito, el raro y el sin filtro.

—Y tú el que se vive cayendo en todos lados.

Up hizo un puchero.

—La vida me odia y el piso me quiere a su alrededor. Soy magnético—guiño.

Apo negó y negó.

—Quizás el único normal aquí definitivamente soy yo. Todos ustedes se cayeron de chiquito—reafirmo.

Up se encogió de hombros con una sonrisa y se acercó ayudar a Mild que estaba preparando una cantidad exorbitante de sándwiches.

—Ustedes no pueden visitar a alguien sin asaltar su cocina—se quejó Apo.

—El chisme es mejor cuando hay comida de por medio—sonrió Mild.

Up que ya estaba comiendo un sandwich asintió a lo que decía Mild.

Todos se acomodaron en el gran sofá. En la mesa ya estaba colocado el refresco, cuatro vasos, varios sándwiches y también una bolsa grande de papitas.

Cuando Gulf al fin salió duchado, limpio y oliendo al fin a humano, se sentó en el único sillón desocupado y sus amigos lo miraron expectativos.

Up y Mild masticaban sus sándwiches sin dejar de mirar a Gulf en ningún momento. Apo solo observaba a Gulf con esa mirada preocupada y analizante.

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