Al parecer, el bendito cráneo había sido eyectado por la ventana y quien lo había mandado a volar era, ni más, ni menos que la señora Hudson. Sherlock hizo un capricho propio de un nene de cinco años pero según John, fue bastante acatado.
Fue un día aburrido porque comenzó a nevar en Londres y no se puede salir a las calles si no es solo por emergencias. John promete que cuando se pueda salir, lo haremos.
Por el momento, Sherlock se entretuvo disparándole a la pared de la sra. Hudson y haciendo rabiar a mi hermano, algo que ya parece ser un hobbie que tiene desde que se conocieron.
Ahora es sábado, hace tres días que estoy en Londres "sobreviviendo" a las rabietas y ataques de capricho de Sherlock y a las reprimendas de John. Estoy sentada junto a la ventana, leyendo un libro que tomé de casa para leer en el viaje y que no tuve oportunidad (ni ganas) de abrirlo. Es interesante y me gusta, puesto que no hay otra cosa para hacer. John está terminando de escribir en su blog un caso que resolvieron con Sherlock anteriormente. Sherlock, por su lado, se está bañando por tercera vez en lo que va del día (y apenas son las tres de la tarde), a causa del aburrimiento. Su cabello jamás se vio mejor, pero si sigue así morirá de hipotermia.
-Sra. Hudson... -la llama John desde el sofá. Me volteó para ver si viene la viejita y, efectivamente, llega.
-¿Qué pasó? -dice con unas revistas y ovillos de lana en las manos.
-¿Me prepararía un té, por favor? -le pide John sin siquiera mirarla a los ojos.
-Que sean dos -le digo mirándola.
-No soy su ama de casa... pero ya se los traigo, igualmente me iba a hacer uno yo.
-¡Gracias! -dijimos al unísono.
Continué leyendo hasta que me aburrí y fui a ayudar a la señora Hudson con la bandeja de té que estaba en la cocina
-¡Señora Hudson! Deje, yo la llevo. No se preocupe -, le digo sonríendo.
-Gracias querida, quería ir a recostarme unos minutos.
-Vaya, vaya. Yo me encargo.
Tomé la bandeja con el té y galletas y la señora Hudson subió a su habitación con una sonrisa de alivio. Me dirigí al salón, haciendo equilibrio con la bandeja para que no se caigan las dos tazas. Lo estaba logrando, casi llegaba al salón pero algo me empujó de atrás y todo el esfuerzo que puse en esa bandeja, terminó en pequeños pedacitos de porcelana en el piso.
-¡SHERLOCK! -grité más que enojada. Estaba segura de que mi presencia no le gustaba para nada, pero de ahí a tirarme la bandeja al suelo, ya es algo infantil.
John se volteó, despreocupándose por la entrada que había estado escribiendo durante la última media hora.
Miré a Sherlock con la cara mas larga de la que soy capaz.
-Si no lo quieres limpiar supongo que la señora Hudson se encarga.
No puedo creer que se haya atrevido a decirme eso.
-Esto... Sherlock, esto es estúpido. Tú tiraste la bendita bandeja, limpia el lío que hiciste.
-Por tan aburrido que esté no se me da la gana ponerme a discutir.
-Sherlock, júntalo.
Descubro en su cara un gesto de sorpresa desde que le puse mi cara larga. También yo me sorprendo ¿qué significa eso?
-Mínimo prepáranos otro té -dice, por fin, John, volviendo a su blog.
-¿No puedes apagar esa computadora, John? -dice Sherlock ubicándose en el mini sofá y agarrando a Shelly.
No me quedó de otra que limpiar el desorden que había hecho, pero juré que sería la única vez que lo haría.
-No, Sherlock, no puedo.
-No necesitas ese blog.
-Pero me gusta.
-A mí no, John.
Ambos se quedan callados. Miro por la ventana y parece ser que no hay tanta nieve. Decido tomar unos abrigos y salir a la calle. Sigue nevando, efectivamente.
Desde la vereda puedo ver el 221B a la perfección. De un lado está Sherlock, charlando a solas con Shelly y del otro está John, escribiendo "Estudio en Rosa". Presiento que tendrá una gran repercusión en la gente, sobretodo ingleses. No sé por qué, solo es un presentimiento.
Tomó una bola de nieve y la lanzo a la ventana del lado de Sherlock, supongo que se sobresaltó ya que volteó a mirar qué había pasado. Yo solo me reí y preparé otra bola de nieve para lanzársela a John, pero no lo alcancé a ver porque otra bola chocó contra mí. No supe de dónde salió hasta que me volteé a la puerta y vi a John, practicamente muriéndose de risa.
-Hijo de... -digo sobándome donde me había dado y preparándome para devolverle el golpe. Pero fue demasiado tarde ya que otra bola más se dirigía a mi oreja.
-¡JOHN! -le grité. Me había dado y me dolía. No esperé ni un segundo más, ni un segundo menos, junté toda la nieve de la que mis manos eran capaces, la hice una bola y se la tiré con toda la fuerza que pude. Mala suerte para mi porque, entre que casi me disloco el brazo, no le di a John sino a quien parecía esconderse tras él. Y sí, era Sherlock con un ojo casi morado.
-Jesús... -susurro tapándome la boca con las manos.
John intentó ayudar a Sherlock quien afirmaba estar bien. Bueno, puede que si pero... su ojo estaba tornándose azulado y parecía un avatar...
Entramos al piso y John "obligó" a Sherlock para que le deje curarle el ojo. Por mi parte, yo solo estoy sentada en la sala esperando a ver qué pasa con su ojo... ahora me siento culpable. Pero fue culpa de John.
Cuando entra en la sala, mi hermano me mira alzando una ceja y riéndose.
-Idiota. No te rías, esto es tu culpa.
-¿MI culpa? -dice John, atónito.
-Sí... tu culpa. Si no me hubieras lanzado las bolas yo no hubiera querido vengarme.
-Tú fuiste la que le hizo el ojo de hielo a mi amigo.
Y así volvió a la cocina con Sherlock. Estuvieron ahí durante veinte minutos hasta que John salió, gritándole a Sherlock que se quedara quieto.
-Harry, ¿puedes asegurarte de sostenerle el paño en el ojo? Tengo que ir por una pomada -dijo John tomando su abrigo. Yo asentí, no muy segura de poder controlar a Sherlock.
John salió y yo fui a la cocina, vi a un Sherlock más aburrido y abochornado que nunca. Me acerqué y tomé el paño que estaba reposando en un recipiente con agua helada y se lo posé en el ojo.
-Esto es absurdo -dijo levantándose bruscamente y evitando a toda costa el paño mojado.
-Se te puede inflamar si no tienes esto... -dije tratando de ser amable. Si él no quería que lo ayude, yo mucho menos iba a querer.
Me miró y volvió a su lugar de antes.
-Yo puedo solo, gracias -dijo tomando el paño y apoyándoselo en el ojo de una manera nada suave. Se quejó en un suspiro largo y dejó el paño donde estaba.
-Puedo ayudarte... -le dije acercando una silla a donde estaba él.
-Es inútil. No necesito ayuda.
Alcé una ceja esperando a ver qué diría o haría pero nada... no hizo nada. Solo se quedó ahí, mirando a la nada.
-¿Qué tanto miras? -le pregunto bastante curiosa. Pasan unos segundos y no contesta. Y más segundos y no contesta, así que me limito a protestar en silencio. Me alejo con la silla y espero a que venga John lo más rápido posible. Para mi buena suerte, llega antes de lo que esperaba.
-Con tanta nieve, la gente no sale a ningún lado. Menos a las farmacias que no cubrenl as obras sociaes -dijo entrando a la cocina con una bolsa que tenía la pomada y algodón.
-No quiero nada, John. No me duele.
-Por favor, Sherlock.
Al parecer sabía manejarlo, porque aunque Sherlock no cedió del todo, se dejó poner la pomada.----------------
¡Hola! Sólo quería decirles que tal vez suba una vez por mes... o no lo sé, tal vez dos veces. Depende la inspiración que tenga. Este capítulo fue MUY aburrido. Lo sé, pero se vienen mejores.
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Harry W.
RomanceRecién divorciada, sensible, romántica, inteligente y astuta, Harriet Watson se prepara para unas "tranquilas vacaciones" en Londres con su querido hermano mayor John, para olvidarse un poco de la rutina y de su fallido matrimonio con un hombre que...