Día 3. Regalo

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Este chico es físicamente parecido al de mis sueños, en ellos su cabello es blanco y tiene orejas de perro, es tan extraño para mí todo esto, su rubio platinado lo hace parecer aún más a la persona que he conocido en mi ensoñación, pero aún en lo insólito de la situación  no puedo negarme a ayudarlo, su herida no es profunda aunque  necesita que le retire la flecha.

Me acerco y veo su rostro delgado, sus pronunciados pómulos le dotan de una belleza magnífica, su rostro enmarcado en esa plata de sus cabellos le hacen parecer un ángel. Alejo mis inapropiados pensamientos y le ayudo a recostarse en un árbol, debo agradecer al destino traer mi botiquín de emergencias accesible.

Quito su haori y camisa, él me mira fijamente, no puedo evitar mirarle, más apartó la vista rápidamente hacia su brazo.

—Estarás bien— le digo para romper el momento mientras saco la punta de la flecha que no ha tocado el hueso, no obstante mis ojos regresan a los suyos.
Casi en un susurro me responde:
—Inuyasha, es decir, mi nombre es Inuyasha.

Puedo observar sus grandes ojos color ámbar y me siento atrapada en ellos, luego de unos segundos me doy cuenta que debo  parecer una tonta embelesada en sus orbes; me levanto y camino hacia mi caballo.

— ¿Puedes caminar? es solo una herida superficial—  terminó de guardar el botiquín y giro nuevamente. — Si quieres puedo acompañarte  al pueblo, tu caballo aún sigue aqui. Soy Kikyo.

— Gracias Kikyo, acepto tu compañía, no estamos tan lejos.

Así lo hicimos, en el trayecto le hable sobre Kaede y los motivos que me llevaron a ese lugar tan remoto. Me intrigaba el origen de esa flecha así que pregunté  y me respondió que en los últimos años los cazadores se hacían cada vez más presentes por esa región, me pareció una práctica desagradable, además agregó que estaba boicoteando el campamento de ellos cuando una flecha cayó a su lado y luego la que le hirió.

Para mí sorpresa Kaede conocía bien a Inuyasha, él era su vecino y hermano menor del señor de esas tierras, algo parecido a un señor feudal, el pueblo era dirigido y protegido por el señor Seshomaru.

Fue agradable su compañía, esa noche no pude evitar pensar en él, y en su sorprendente parecido al joven de mis sueños, así caí en el sopor donde lo vi nuevamente; está vez tras un árbol, sentí su mirada y lo busqué entre la espesa sombra de aquel bosque.

—Kikyo, estamos juntos otra vez, ¡Gracias por venir! — Fue un susurro que el viento llevó hasta mis oídos y desperté.

Salí a tomar aire fresco, el sonido de la noche era majestuoso para los oídos que están acostumbrados al bullicio de la ciudad, los grillos daban un concierto propicio para que las luciérnagas bailarán sobre el pequeño estanque ubicado en la parte trasera de la casa, me senté en el piso a observar semejante espectáculo maravillada.

Y ahí estaba él, sentado al otro lado del estanque, no lo note hasta que estuve de frente, me observaba e hice lo mismo, su imagen a través de las luciérnagas parpadeantes era magnética.

Rodeó el jardín y se acercó.

— ¿Puedo acompañarte? — por alguna razón no dude y asentí con la cabeza, se sentó a mi lado y continuó. — Quería agradecerte por tu ayuda, y como muestra de ello te traje esto. — Extendió un pequeño bulto que llevaba oculto en su haori.

Lo tomé de sus manos y le mire sorprendida.

—No debiste molestarte, además es mi deber ayudar a las personas que lo necesitan, soy estudiante de medicina.

Sonrió mientras miraba las luciérnagas, de perfil pude ver sus blancos dientes y puntiagudos colmillos que hacían su gesto aún más lindo.

— Tú siempre pensando en ayudar a los demás, ¡nunca cambias! — dijo alzando el rostro al observar la luna.

—¿Disculpa?

— Nada, que si quieres ver el regalo.

Hice como si no escuche lo de antes, este chico era todo un enigma, pensé por un momento que quizás ya lo conocía de tiempo atrás y por eso me parecía tan familiar su presencia.

— Si. Claro.

Abrí el pequeño paquete de tela, era un pintalabios en una pequeña ostra con un rojo carmesí que destellaba en la oscuridad, no sabía qué decir. No creo que sea un regalo para alguien que acabas de conocer, parece algo más íntimo. Él pareció entender mi silencio y respondió por mí.

— Era de mi madre, creí que te quedaría bien a ti, en mi familia solo hay chicos así que no diría que alguno quisiera usarlo, Aceptalo, es importante para mí. — Terminó con una sonrisa su mirada intensa cargada de nostalgia.

No dije nada, me angustio saber que su madre estaba muerta. Guardé su presente y le sonreí. Algo en él me hacía actuar de esa manera tan familiar con alguien que acababa de conocer, aunque en mi vida diaria solía tener recelo con las personas.

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Gracias por seguir aquí, mañana otro fanart para la temática del día 4.

Espero sus comentarios sobre que les esta pareciendo la historia.

                                                Kali HH 💕

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