CAPÍTULO 7

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Recorrí su torso con mis manos e hice una pausa para acariciar sus pezones ante de ponerle la mano izquierda en la cadera. Con la mano derecha fui serpenteando hacia abajo por su tonificado abdomen, pero me detuve.

—Es que... no sé cómo hacerlo —resollé, buscando su mirada.

—No pasa nada —me aseguró, y ralentizó el ritmo considerablemente—Mira.

Obedecí, cuando se puso a tocarse con la mano derecha, sin dejar de moverse encima de mí ni un instante. Se acopló en mí, y resultaba increíble contemplarla: los ojos cerrados, los labios ligeramente entreabiertos, la larga melena cayendo en cascada sobre los hombros, los preciosos pechos rebotando al compás de sus movimientos.

Alargué las manos para volver a acariciarlos, tarea en la que me encontraba cómodo ahora que sabía cómo hacerlo para acertar. En cuanto le tiré de los pezones dejó caer hacia atrás la cabeza y gimió a voz en cuello. El sonido hizo que me hinchara dentro de ella y procuré por todos los medios aguantar un poco más.

—¡Lisa, oh, joder! —gritó mientras su cuerpo empezaba a estremecerse.

Sentí que se tensaba por dentro alrededor de mí, y seguidamente profirió un fuerte grito.

—Oh, Dios. ¿Te has...? ¿De veras te has...? —jadeé.

Me parecía increíble haber pensado siempre que mis experiencias previas me habían resultado satisfactorias. Jennie estaba a punto de tener un orgasmo delante de mí y saber que por fin había dado en la tecla me llenó de orgullo. No obstante, no me dio tiempo a saborear las mieles de mi novedosa sensación de éxito. Jennie se quedó inmóvil, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta, emitiendo un grito mudo. Movido por un impulso, la agarré de las caderas con firmeza y asumí el relevo.

—¡Aaaah! —prácticamente gimoteó al empotrarla contra mí.

Elevé las caderas una y otra vez mientras la asía con fuerza, remontando hasta rozar el clímax que casi podía saborear. La embestí más fuerte y se me puso dura como nunca en la vida. Los dedos de los pies se me encogieron, el cuerpo se me puso rígido y grité una versión incoherente de su nombre al sentir una oleada de éxtasis puro.

—Oh, joder, ha sido alucinante —la oí decir con un resuello.

Abrí los ojos lentamente. Jennie estaba desplomada boca abajo, con la respiración aún entrecortada, la tez sonrojada y los ojos cerrados. Tiré de ella hacia mí y la pegué contra mi pecho mientras recuperaba el aliento. Descansó la cabeza sobre mi hombro mientras yo le apartaba el pelo de la cara, besándola suavemente en el cuello, y de pronto me quedé paralizado.

¿Qué estoy haciendo?

Estaba convencido de que los arrumacos poscoitales eran lo habitual en este tipo de situaciones. Con cuidado, la empujé para que volviera a sentarse. Sonrió antes de incorporarse y estirarse en la cama.

—Necesito ir al baño —dije, y a punto estuve de tropezar al intentar huir despavorido.

Tras retirar el condón y tirarlo, me apoyé en el lavabo y me quedé mirando al espejo. ¿Qué estaba haciendo? Yo no era de la clase de personas que hacían estas cosas. Todo por lo que siempre había trabajado se iría al garete en un tris si Jen... —si la señorita Kim— se fuera de la lengua con sus amigas. La experiencia había sido la mejor de mi vida, pero no merecía la pena poner en juego toda mi carrera.

Tenía que salir de allí ya.

Respiré hondo y me dirigí al dormitorio. Ella seguía tumbada de lado, completamente desnuda, y yo era incapaz de dejar de comérmela con los ojos.

PARA SIEMPRE - 𝑱𝑬𝑵𝑳𝑰𝑺𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora