Al llegar al gimnasio, Rosé ya estaba en la puerta hablando por teléfono, riendo por algo.
No nos parecíamos en nada. Ella era tremendamente extrovertida y popular.
Era dueña de un bar de temática vintage junto con una amiga suya y por lo visto el local tenía mucho éxito. A mí los bares no me interesaban en lo más mínimo, y solo había estado allí en la fiesta de inauguración hacía unos cuantos años porque mi madre prácticamente me había obligado a asistir. Pasé toda la noche con la sensación de estar fuera de lugar, demasiado arreglada con mi traje, y me sentí repleta de alivio al marcharme disimuladamente cuando estalló una pelea.
Rosé era estupenda, pero nunca llegué a comprender por qué le gustaba estar conmigo cuando éramos niñas, y supongo que seguía sin entenderlo. Ella tenía un montón de amigos y una activa agenda femenina, pero por alguna razón siempre parecía tener tiempo para mí.
—¡Hey, hermanita! —exclamó Rosé al acercarme.
Hermanastra, para ser exactos.
Varias personas nos saludaron a voces de camino a los vestuarios y, mientras Rosé respondía con un comentario ingenioso a cada una, yo me tuve que obligar a no bajar la mirada al suelo y responder a los saludos con un rígido gesto con la cabeza. Siempre pasaba inadvertida cuando iba allí solo y lo prefería así.
—¿Qué te pasa? —preguntó Rosé cuando dejé caer bruscamente al suelo mi bolsa de deporte—. Da la impresión de que esa vena que tienes en la frente va a reventar de un momento a otro.
—No lo sé. A lo mejor estoy pescando un resfriado
—Sí, el de los "aburridos"—apuntó con una risita—. ¿Es por esa chica insoportable que está jugando de nuevo contigo?
—¿Qué? —pregunté, porque le estaba escuchando solo a medias mientras me cambiaba.
—Ya sabes, la respondona que viste de pena. De la que según parece no puedes dejar de hablar como un loro siempre que te veo.
Levanté la vista.
—¿La señorita Kim?
—Mmm... La señorita Kim, me gusta. ¿Y cómo se llama?
—No lo sé —respondí, irritada—. ¿Por qué narices estamos hablando de una de mis alumnas?
—¡Oh, has estado a punto de soltar una mala palabra! —dijo Rosé en tono burlón—. Porque —continuó con total naturalidad— esa vena está extraordinariamente hinchada hoy, cosa que únicamente ocurre cuando ella va a clase.
Me pasé los dedos por la frente.
—Bueno, ¿qué ha hecho hoy? —preguntó.
—¡Nada! ¿Quieres dejar el tema de una vez?
—¡Wow! Debe de haber sido un mal rollo. O bueno, depende de cómo se mire.
La fulminé con la mirada (o esa fue mi intención) para que cerrara el pico. No me apetecía pensar en esa ridícula chica cuando no había necesidad.
—Ah, ya sé —dijo con una sonrisa—. ¿Hizo el jueguecito del cruce y descruce de piernas? ¿Te enseñó algo bueno?
—¡No! —repuse casi a voz en grito—. ¿De qué vas, Rosé? Le llevo por lo menos diez años.
—¿Y? —preguntó—. Tampoco es tan raro. Casi todos sueñan con estar con una mujer más joven.
Lo mismo que dijo la señorita Kim.
—¿Sí? —me oí decir.
—Claro. ¡No me vengas con que no te encantaría echar un buen polvo con esa traviesa alumna tuya y enseñarle quién manda aquí! - Me quedé paralizada delante de las taquillas. Hasta ese momento jamás se me había pasado por la cabeza, pero ahora que salía al tema, sonaba curiosamente... ¿intrigante? Y totalmente absurdo. Negando con la cabeza, metí mi bolsa y la ropa en la taquilla y la cerré de un portazo.
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PARA SIEMPRE - 𝑱𝑬𝑵𝑳𝑰𝑺𝑨
Fiksi PenggemarElla es su alumna. Ella tiene mucho que aprender. La vida de la profesora Lalisa Manoban está perfectamente planificada. Da sus clases martes y viernes, cena con sus padres los fines de semana y cada noche se va a dormir a una hora razonable. Sola. ...