CAPÍTULO 5

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Me desperté confundida y desorientada. Por un instante perdí la noción del tiempo y casi del espacio. Todo me vino de golpe, y me incorporé despacio al darme cuenta de que estaba sola en la cama.

El ambiente de la habitación era cálido y aún resplandecía con todas las velas.

La señorita Kim estaba sentada delante de su portátil, tecleando, con los cascos puestos. Estaba de espaldas a mí y fruncí el entrecejo al ver que se había recogido el pelo y se había puesto un camisón. Miré la hora en mi reloj y vi que era medianoche. Había dormido unas cuantas horas. Me avergonzaba haber perdido el conocimiento de esa manera. Seguramente las personas que normalmente se llevaba a casa no hacían eso. Qué decepción debí de haberle causado.

Salí de la cama despacio y me puse los bóxers sin estar segura de qué hacer a continuación. Necesitaba ir al baño y seguramente debía avisarla de que estaba despierta. Mi carraspeo no captó su atención, de modo que hice acopio de valor para acercarme a ella y posar la mano en su hombro. Dio un respingo al notar mi roce y se quitó los cascos. Alcanzaba a oír la música que sonaba, pero no logré descifrar qué era.

Se dio la vuelta y levantó la vista sonriéndome.

—Perdona si te he despertado. A veces canto a coro sin darme cuenta.

—No, no me has despertado. ¿Puedo..., esto..., puedo ir al baño? —pregunté, sintiéndome muy violenta y expuesta delante de ella.

—Claro —dijo sin más, y salí disparada.

Tras usar el retrete, me miré al espejo y traté de tranquilizarme. No tenía ni idea de lo que se esperaba de mí a continuación. No nos habíamos acostado juntas, pero habíamos practicado un acto sexual.

El acto sexual más gratificante de mi vida.

¿Sería de mala educación irme en ese momento? Ella no había obtenido ningún placer, pero yo sabía que no podría devolverle el favor de manera satisfactoria puesto que el sexo oral era un territorio completamente desconocido para mí. Ni siquiera había tenido un rollo de una noche hasta la fecha. Mis escasas relaciones, cortas, no habían pasado del primer torpe intento y nunca me habían pedido que me quedase a dormir al término. Estar en el apartamento de una mujer después de mantener un encuentro íntimo representaba una experiencia totalmente novedosa para mí, y me encontraba completamente perdida. Tras unos instantes de pánico ciego, respiré hondo y salí del baño.

—¿Te apetece un café? —preguntó ella desde la cocina.

—Claro —respondí, aunque llegados a ese punto estaba hecho un mar de dudas.

—¿Bombón?

¿Me está llamando «bombón»? ¿Acaso tiene la impresión de que estamos intimando?

—Lisa, ¿quieres un café bombón?

Ay, soy un idiota.

—Vale —respondí, mientras sopesaba dónde debía sentarme: en la cama, en la silla de despacho que había frente a su escritorio o en el destartalado sillón. Opté por este último, me acomodé e intenté sentirme a gusto en ese extraño lugar. Al echar un vistazo a la habitación, me fijé en la gran cantidad de fotografías y cuadros que había en las paredes. Todos eran de diferentes tamaños, colores y estilos, cosa que no me sorprendió. El apartamento en su conjunto era la peor pesadilla de un decorador de interiores. La señorita Kim salió de la cocina y me tendió una taza. Me fijé en ella y vi que ponía «The London Dungeon» en letras de color rojo vivo.

—¿Qué es esto? —pregunté.

—Es un recorrido histórico por el pasado de Londres. En él se recrean la plaga, el Gran Incendio de 1666 y Jack el Destripador. Ya sabes, cosas por el estilo. Da un miedo que te cagas, pero te lo pasas de muerte.

PARA SIEMPRE - 𝑱𝑬𝑵𝑳𝑰𝑺𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora