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—¡Kazutora! —gritó adentrándose en la tienda. Su voz era entrecortada, miraba a todos lados buscándolo.
Al caminar un poco dentro de la tienda, lo encontró en el área del baño, el peli negro tenía un pequeño perrito Husky en los brazos, al cual se encontraba cepillándole el pelo con una sonrisa en el rostro y le susurraba cosas mientras reía, el cachorro solo movía la cola de forma alegre.
Llevaba puesto su usual mandil color verde con un pin con su nombre sobre la camiseta negra que portaba y llevaba el cabello recogido en una coleta con el par de mechones rubios sueltos.
Al escucharla llamarlo y oír el sonido de la campana de la puerta se giró hacia ella.
—Saori, ¿qué es lo qué sucede? —preguntó dejando al perrito en una casita portátil y caminó hacia ella mientras se quitaba sus guantes de látex—. ¿Estás bien? ¿Discutiste con Keisuke? —caminó hasta llegar a ella y acunó sus mejillas entre sus manos examinado el hinchado y rojizo rostro de la peli?negra—. ¿Por qué lloraste? —frunció los labios en un puchero triste.
—Mis... mis padres quieren casarme con un anciano —sus lágrimas salieron por montón al decir eso. Kazutora la observó perplejo y tras unos segundos apartó sus manos de su rostro para rodearla en un abrazo.
Kazutora podía sentir la tristeza que emanaba el cuerpo de Saori.
Permanecieron unos minutos abrazados sin decir nada, lo único que podía oírse en el lugar era el canto de las aves, leves ladridos de los cachorros y los sollozos de Saori que cada vez más disminuían su intensidad.
Cuando la chica estuvo lo suficientemente tranquila, Kazutora decidió seguir hablando, esperando poder tener una aclaración de lo que sucedía sin que Saori comenzara a llorar nuevamente.
—Linda, ¿qué fue exactamente lo que sucedió?¿Cómo es que tus padres decidieron casarte con un hombre mayor de un día para otro? —frunció el ceño confundido mientras aún mantenía el abrazo con Saori.
La chica sorbió su nariz y se separó de él un poco, solo alzando la cabeza para poder verlo, Kazutora era bastante más alto que ella, le pasaba alrededor de unos veinte o tal vez treinta centímetros.
—Te dije que mi papá ha estado apostando mucho dinero, ¿no?, pues ahora debe una cantidad enorme y el deudor tiene las acciones de la empresa de papá como garantía. Debo casarme con él para que nos las devuelva —sollozó—. No quiero casarme, Kazu. Tú sabes que a quien amo es a Keisuke —aferró sus brazos a la espalda del peli negro pegando su mejilla en el pecho del chico.
