[My heart as that hotel suite.]

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Cuando llegue aquí y entre por primera vez a esa pintoresca suite de hotel no fue más que una más en la que me hospedaría hasta que terminara de hacer lo que tenía que hacer. No fue hasta que tú comenzaste a habitar en ella que se volvió inolvidable.

Al principio solo me quedaría un mes y medio, afortunadamente la visita se atraso y estaría ahí dos meses.

Te conocí la primera semana en una agitada ciudad. La cafetería donde trabajabas estaba extrañamente desolado un sábado por la tarde y tenía un implacable antojo de café. Al entrar y que un ambiente cálido me recibiera fue inevitable para mi no querer quedarme, me atendiste con una sonrisa que sospecho, le dabas a todos los clientes pero algo me hacía sentir que esa era especialmente para mi.

Comencé a visitar ese establecimiento en cada momento libre que tenía, -que fue muy seguido-. Entablar conversaciones contigo era fácil, invitarte a salir también lo fue. Luego de nuestra 5 salida y con una catastrófica lluvia inundando toda la cuidad te invite a quedarte en mi habitación. Después de eso no quisiste salir de ella.

Se volvió cotidiano despertar contigo y que fueras la primera que mis ojos veían cuando la luz del sol me estorbaba en la cara y la última cuando caía la noche y la luna iluminaba tu pálido rostro.

En nuestros días libres nos revolvíamos entre las sabanas sin intención de salir de ellas. Dormíamos abrazados y ocasionalmente afirmábamos la presencia del otro con besos en la boca y el cuello.

Cuando no hacíamos eso escuchábamos música en la sala de estar. Metíamos un tocadiscos de contrabando y pasamos a comprar vinilos en tiendas del centro. Pasábamos la tarde juntos bailando o cantando, hablando sentados juntos en el sillón o en la barra de la cocina donde yo no quitaba la mirada a tus movimientos mientras me hacías un café.

Los tuyos eran los mejores.

La primera que desperté sin ti a mi lado, me invadió una sensación de soledad que creo, jamás había sentido antes. Por la noche fue lo mismo. Entonces decidí no quedarme ahí lo que restaba de mi estadía en la cuidad, yendo ocasionalmente por ropa y tazas amargas de café.

Fui por última vez el día que tuve que recoger mis maletas. Está algo extraña ahora que te has ido. Extraña y solitaria, con tu escandalosa risa y tu canto faltando en ella. Se siente fría y abandonada.

Suelo comparar mi corazón con la habitación 505 de aquel hotel en Atlanta...

𝑭𝒊𝒓𝒆𝒔𝒊𝒅𝒆 -𝑨𝒍𝒆𝒙 𝑻𝒖𝒓𝒏𝒆𝒓 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora