Capítulo VI

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Las hojas de los árboles corrían por el aire como niñas juguetonas en un jardín. Ella estaba sentada sobre el suelo del patio trasero, con su vestido veraniego blanco en contraste con la tierra oscura. De pronto ya no está allí. ¿A dónde fue? Ah, sí, a la sala, ya está ordenada y hermosa. Sube despacio las escaleras, anda el pasillo y entra finalmente a su habitación. Hay una chica durmiendo entre las sábanas e intenta observarla desde arriba, abrió los ojos. ¡Despierta!

Magui dio un brinco en la cama, se agarró el cuello, no tenía aire ¿Dónde estaba su aire? Su garganta estaba seca, no podía tragar, tenía frío y sudaba, quería pedir ayuda pero no podía…entonces pudo absorber una sonora bocanada de aire y se sentó de un salto sobre la cama.
¿Qué era eso? ¿Qué había visto? El patio trasero, el cuarto. ¿Quién era esa chica? ¿Lo había soñado?

Buscó con sus pies los zapatos para ponerse de pie; necesitaba agua. Bajó las escaleras obscuras pensando solo en la reseques de su garganta. Al llegar a la sala le sorprendió ver la chimenea encendida, y sobre un butacón que no recordaba tener, Madelin perdía la mirada en las llamas…

—Magui, vamos, vuelve.

Sintió palmaditas en la espalda y al recobrar el sentido, un rayo de luz solar le deslumbró, estaba en la sala. Su madre y abuela la rodeaban y miraban interrogantes.

—¿No era de noche?

—¿De noche? Me acabo de levantar y estabas aquí parada, creo que te embelesaste otra vez, no sé cuánto tiempo llevas aquí. —dijo preocupada Lydis.

Lo último que Magui recordaba era haberse levantado en la noche a por agua luego de la extraña experiencia que tuvo al despertar, y también recordaba que Madelin estaba en un asiento frente a la chimenea.

—Mamá, ¿encendiste la chimenea ayer?

—Para encender esa chimenea hay que darle un severo mantenimiento.

—Me quieres decir que no la encendiste.

—Pero hija por supuesto que no.

También al fijarse, se dio cuenta de que el mueble sobre el que se sentaba la chica no estaba allí.

—¡Sabía que ese mueble no existía!— gritó.

—¿Qué dices?

—El mueble no existe, sobre el que esa estúpida me miraba. ¡La odio! ¡Y odio a Andy! ¿Por qué me tenía que involucrar en esto? ¡No es mi culpa! Ahora nunca tendré una vida normal porque no sé qué hacer para que todos me dejen en paz y se vayan. No me gusta esta casa, no me gusta esa chimenea, no me gusta el patio trasero ni la cama. En la primera noche tuve un sueño horrible y sé que no será el último. Me quedé aquí parada toda la noche sin que mi cuerpo descanse y estoy descalza…

—Magui, ¿Por qué no me respondes? — preguntó su madre algo indignada. Le había hablado pero Lydis no le escuchaba como si nunca hubiese respondido. Pero Magui estaba muy ocupada pensando en algo. Estaba descalza, y recordaba haberse puesto los zapatos al levantarse. Solo podía explicarlo de una forma: y es que se había quedado dormida despierta cuando fue a buscar agua y vio a Madelin, entonces había estado caminando en ese estado; lo cual suponía un problema serio. ¿A dónde había ido?

—Claro, solo tengo que buscar los zapatos. — pensó en voz alta.

—Pues te vendría bien, a esta hora el piso está frío. — dijo la abuela.

—Cariño, te veo un poco confundida, ¿Qué te pasa?— le dijo su madre que no salía de confusión.

Magui no respondió. Buscó en el cuarto de abajo, en la cocina y justo cuando iba al baño tuvo un recuerdo espontáneo que la guió hasta al patio trasero justo allí estaban,  puestos desordenadamente sobre el césped.
Nunca había ido allí conciente. Habían pequeños arbustos, una mesa redondeada y dos sillas. Hacía allí un fresco ambiente con olor a hierbas y humedad que resultaba agradable y hogareño.

Voces en la SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora