Súcubos, según las leyendas medievales occidentales, son unos demonios que toman la forma de mujeres atractivas con gran sensualidad y extremamente bellezas que seducen a los varones, introduciéndose en sus sueños y fantasías.
...
Una risilla gutural salió de entre los labios rojizos de la súcubo. Observando la gran puerta blanca que se cernía frente a ella de manera imponente para cualquiera que pudiera llegar hasta ella, a la espera de que alguno de los guardias que había sobre las murallas cuchicheando entre ellos se dignara a bajar.
Sabía que estaban hablando sobre ella, recorriendo con la mirada cada una de sus cuervas. Después de todo solo llevaba un simple vestido blanco que se apegaba a sus curvas y apegaba a su piel, trasparentando esta sin ningún tipo de dificultad.
Observando con sus ojos afilados al hombre alado que aterrizó con delicadeza junto a ella, apuntando hacia su cuello con su lanza, rozando peligrosamente su piel.
—Identifíquese.
—¿Uh?— murmuró, apartando con cuidado el arma mientras se reclinaba hacia el hombre con el ceño levemente fruncido. Notando como el guardia intercambiaba miradas rápidamente entre su pecho, labios y ojos.
Justo lo que estaba buscando. Hacerlo caer bajo sus encantos demoniacos para que no pensara en otra cosa más que en complacerla.
—¿Acaso no eres capaz de reconocer a una ninfa cuando la tienes delante?— preguntó falsamente ofendida, invadiendo su espacio personal de golpe mientras que su mano recorría lentamente su pecho—. Vengo de hacerle un recado a la señora Deméter. Si tiene alguna queja vaya a hablar con ella— ladeando levemente la cabeza, disfrutando de su repentina mueca de horror.
Estaba incumpliendo una de las tantas normas que los narcisistas dioses habían puesto sobre todos los demonios menores de su calaña. Poco le importaba el castigo que pudieran darle una vez que se enteraran de que se había adentrado a su querido reino.
Pero su lívido estaba por las nubes y tenía un hambre voraz que comenzaba a consumirla lentamente por la falta de actividad sexual. Y odiaba tener que hacerlo con otros súcubos e íncubos.
Así que, ¿qué mejor que presentarse frente al divino reino donde habitaban los dioses? ¿Qué mejor que hacerse hueco entre sus calles para poder acceder al reino humano una vez más y al que les habían prohibido su entrada milenios atrás?
Después de todo, lo único que tenía en mente era que, si no moría de hambre, moriría por el castigo de los dioses.
—Oh, discúlpenmele señorita...
—___— canturreó, inflando levemente su pecho de manera orgullosa al ver como caía fácilmente en su engaño.
—Disculpe señorita ___— dijo rápidamente mientras se apartaba con las mejillas sonrojas. La nombrada lo observó de reojo, notando su excitación creciente.
Dándose cuenta rápidamente de lo ridícula que era la guardia de ese lugar, comenzando a dudar del porque no había intentado eso mismo muchos años antes en lugar de quedarse esperando que pensaran en los demonios sin estatus.
A pesar del hambre que sentía, dejaría pasar ese bocado atrás. Ya que traspasaba esas puertas pensaba tener un bocado más exquisito y exclusivo.
Algo como un dios.
—Adelante. Y discúlpeme una vez más.
Las puertas del lugar comenzaron a abrirse lentamente frente a ella, haciendo que sus ojos brillaran llamativamente a penas la gran avenida que había al oro lado apareció en su rango de visión. Relamiendo sus labios con cierta sensualidad, dando el primer paso para adentrarse tras esas murallas altas.
Pensaba sembrar el caos de la única manera que sabía hacerlo, follando con todo aquel que atrajera su atención.
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¡Hey pecadora~! Espero que os haya gustado el prologo de esta historia nueva historia y más vale estar preparados para que os de clases de mitología <3