CAPÍTULO CINCO

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Dos cuerpos desnudos y entrelazados, producto de las actividades amatorias previamente compartidas, descansaban bajo una fina sábana que los cubría. Las pocas velas que aún quedaban encendidas iluminaban sus pieles y también aquella habitación. El amor flotaba libremente entre esas cuatro paredes.

La pequeña mano de la pelirroja descansaba sobre el pecho masculino justo allí, donde latía su corazón mientras él la envolvía protectoramente con su brazo. Joaquín se removió un poco más no despertó, sin embargo, producto del movimiento ella abrió los ojos y se vio cobijada por una sensación de protección y paz que hacía mucho no experimentaba. 

Sonrió al verlo allí acostado, a su lado, su piel bañada por esa suave luz y emanando esa fragancia tan masculina que le fascinaba, sin duda, él era un espectáculo digno de admirar.

Se levantó de aquella cama y cubrió su desnudez con la camisa masculina de la que ella misma lo había privado horas atrás, bufó al no encontrar sus bragas, pero una sonrisa traviesa se instaló en su rostro al recordar que Joaquín había arrasado con ellas horas antes, así que no le quedó más remedio que prescindir de ellas.

Abandonó aquella habitación y partió en busca de agua, aunque realmente su estómago pedía algo más. Y como no si ya eran más de las dos de la tarde.   << ¡Hacer el amor y dormir sí que lleva tiempo! >>   - se dijo -  Revisó la alacena y encontró provisiones, decidió preparar algo ligero para comer, quizás una ensalada estaría bien, y ya después podrían ir a cenar. 

Checó su teléfono, tenía algunos mensajes de su mejor amiga pidiéndole conocer  << los sucios detalles >>     de  << la misión >>   seducir a Joaquín Galán. Rió porque definitivamente su amiga tenía sueltos unos cuantos cables, le llamaría luego.

Encendió el reproductor de música y lo colocó a un costado mientras se daba a la tarea de preparar los alimentos.

Joaquín despertó minutos más tarde y una sensación de abandono lo atravesó al sentir el lado opuesto de la cama vacío, extendió su mano para acariciar aquella extensión sintiéndolo un poco tibio. Se sentó para ver si la pelirroja estaba en el baño, pero las luces apagadas y la puerta entreabierta le dieron a notar que no era así.

Se colocó sus boxers para cubrir su desnudez y luego se enfundó en un pijama para ir en su búsqueda. El sonido de una melodía más el agradable olor a comida lo atrajeron poderosamente hacia la cocina. Se recostó en el marco de la puerta y se permitió admirarla. Era hermosa, le encantaba ver esa inocencia que brotaba de ella mientras la veía moverse al ritmo de aquella melodía, lucía graciosa enfundada en su camisa, lucía tan real. Él no se cansaba de admirarla. 

Avanzó sigilosamente hacia el mesón de la cocina y allí se ubicó, disfrutando de aquel espectáculo en primera fila.

Lucía volteó con la sartén en su mano, se sorprendió de verlo allí sentado intentando disimular una sonrisa.

- Joaquín... - murmuró con la voz algo ahogada -

- Parece que alguien anda muy activa esta tarde - dijo recorriéndola íntegra con la mirada -

- ¿Tienes hambre? - preguntó en un hilo de voz mientras sentía sus mejillas ruborizarse -

- Mucha - respondió él mordiéndose el labio -

- Tienes suerte, comeremos ensalada a la mesa - respondió intentando escapar de ese ambiente de sensualidad que flotaba -

Ambos habían improvisado un almuerzo en el desayunador de la cocina, Joaquín estaba realmente embelesado con la mujer que tenía enfrente. La observaba saborear los alimentos como si fueran el manjar más exquisito del universo, mientras él se permitía llenarse de ella y tal vez, solo tal vez, soltar ese pasado que empezaba a pesar.

Entre La Espada Y La ParedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora