HAUNTED TOWN #6

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           EL RAYO
Llevo encerrada en casa un mes, sin apenas salir. Desde la desagradable experiencia, en el lago rojo, pasé semana y media con un buen catarro. Después, cuando me recuperé, los días amanecían nublados. A diario, caía una fina llovizna. O si no, se presentaba una espesa bruma que no dejaba ver a unos metros de los pies. Con lo que se humedecía tanto el pelo, como la ropa. Por lo que llevo sin salir todo el tiempo. Estoy bastante aburrida. He soportado los días a base de series o películas de las diferentes plataformas: Amazon, HBO, etc...

Si os preguntáis si he escrito algo, la respuesta es no. Mayoritariamente porque no lo he vuelto a intentar. He decidido darme un tiempo. Permitirme la adaptación a la vida solitaria que practico en este lugar, al nuevo hogar. Pero sobre todo, a las situaciones raras que he vivido desde que estoy aquí.

¿El ramo de flores? Por supuesto, cómo os imaginaréis, es diferente cada atardecer. Y una cosa extraña. Otra más. A pesar de los días lluviosos, aparecen completamente secas. Ni una sola gota en sus pétalos, ni en sus tallos, ni tampoco, en sus hojas.

Hoy, al fin, después de cuatro semanas, ha despejado. Estoy disfrutando, del sol del medio día, en una mesita de madera,  que he sacado del salón. La he colocado en la parte oeste de la cabaña, donde hay un tocón para sentarse.

           Estoy comiendo un sándwich de queso fresco y pollo, con lechuga y tomate. A veces, cierro los ojos para recibir la luz en los párpados. Inspiro profundamente para impregnarme del olor a humedad. La hierba parece más verde. El cielo luce más limpio y brillante, más protector. O, al menos, a mí me lo parece. Disfruto de los rayos del sol sobre mi piel, de la brisa, de la quietud que me envuelve.

Un viejo conocido revolotea sobre mi cabeza, llamando mi atención. Tras varias vueltas deja sus patitas en la mesa, cerca del plato. Con sus ojos oscuros me observa, sin ningún atisbo de miedo.

         Separo unas migas de pan y las pongo en la palma de mi mano. La extiendo hacia su pico. El animalillo mueve su cabeza con esos gestos cortos, característicos de las aves pequeñas. Da unos saltitos y se acerca a mis dedos, se sube en ellos, sin esfuerzo alguno. Siento las cosquillas que me producen sus delgadas falanges y sonrío recordando viejas sensaciones de un amor al que no le permitieron nacer.

           Es la primera vez, en muchos meses, que tengo compañía a la mesa y me resulta bastante gratificante.

Mientras ambos degustamos nuestros respectivos manjares, le estudio detenidamente. El color rojo rodea su pico, como si llevara mascarilla. El blanco y negro predominan en su cara y cabeza, en una conjunción armónica. El cuerpecito muestra un marrón claro, como la tierra, por el lomo y blanco por la panza. En sus alas y cola destacan los lunares blancos sobre fondo negro. Y, por último, esa pincelada de amarillo que resalta de entre todo su plumaje. Es admirable la belleza que la naturaleza le ha proporcionado a este pájaro.

Instantáneamente, el cielo se ilumina cruzado por un visible rayo. El estridente trueno, que brama inmediatamente, hace volar despavorido a mi pequeño acompañante. Lamento perder su compañía, es muy agradable tenerle cerca. Cojo el plato para entrar a resguardarme del inminente aguacero.

             Al levantarme miro al cielo y, me quedo de piedra al no ver ni una sola nube en todo el firmamento. Parpadeo repetidas veces y vuelvo a observar las alturas en todas direcciones. Ni tan siquiera, hay una pelusa de algodón que enturbie el azul celeste.

Enfurecida con, con... con no sé bien quién o qué, dejo el plato en el fregadero y salgo otra vez a la calle. Agarro la bicicleta y pedaleo hasta salir a la carretera principal.

HAUNTED TOWN.  #PV2024        #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora