—¡Nerea, apúrate o llegarás tarde! —grita Camila antes de volver a tocar de manera insistente el claxon.
Qué habré hecho en mi vida pasada que en esta me dieron el castigo de llegar tarde.
—¡Ya voy!
Termino de amarrarme los cordones, agarro mi mochila y salgo corriendo con la sensación de olvidar algo.
Me subo al carro y ella conduce sin mediar palabra. Cuando se detiene frente a la secundaria, como lo esperaba, no hay nadie afuera. Estoy tardísimo. Y mi primera clase es con la señorita Cooper.
—Existe la posibilidad de que no pueda salir a tiempo para venir a buscarte hoy así que toma el bus o un taxi, lo que desees. Te enviaré un mensaje si algo cambia.
El alma me baja a los pies. Mi celular.
¡Olvidé mi celular!
—¿Nerea?
—¡De acuerdo, Camila! —la beso en la mejilla brevemente y bajo casi a la velocidad de la luz.
Es casi un milagro que me dejen entrar por lo que, agradecida, repito una y otra vez gracias, con la estúpida esperanza de que aún esté a tiempo.
No hay ni un alma en los pasillos y cuando llego a la puerta del aula descubro que las almas están dentro. La señorita Cooper detiene su monólogo cuando ve que no es el centro de atención.
—Tarde, jovencita Taylor.
—Ya lo sé, pero por favor déjeme pasar. Es la última vez que llego tarde, lo juro.
—Si hago eso perdería mi autoridad. Lo siento, Taylor.
Y me cierra la puerta en la cara, la muy estúpida.
—Espero que el chiste sea bueno, joven Harrison —escucho que le dice a un estudiante.
¿Harrison? ¿Desde cuándo hay alguien con ese nombre en esa clase?
Derrotada y cabizbaja, me alejo caminando por el pasillo. ¿Y ahora qué hago? Ni siquiera tengo mi celular.
(...)
—Vaya, al menos a esta no llegué tarde —digo para mí misma cuando termino de entrar a la clase de economía.
Al entrar todos los asientos están ocupados, menos uno. Aquel que está en el fondo, donde si me siento tendré que compartir mesa con un chico que está aparentemente durmiendo.
Mejor que nada.
Sin más remedio me encamino al final del salón, me siento a su lado y dejo caer mi mochila al suelo, extraigo de ella lo que, según yo, voy a usar durante la clase. El muchacho ni se inmuta.
—Buenos días, estudiantes, hoy trabajaremos...
Y así inicia mi día escolar.
No es hasta la hora del receso que puedo ver a Thomas y Sarah. La última volvió a quejarse de un profesor, esta vez porque la mandó a callar cuando claramente ella estaba hablando fuera de orden. Thomas y yo fingimos darle la razón. Mi rubio amigo nos trajo un pedazo de un rico flan de mango que hace su madre, a cada una. Al probarlo recuerdo la historia de por qué su madre lo hizo.
Su madre lo premió, la mía me exigió más.
Mis ojos se llenan de lágrimas, pero no me permito dejarlas caer.
Ellos llenan el silencio y se los agradezco, de lo contrario no habría soportado más. Sarah habla de la fiesta, le pregunta al chico si ya pidió permiso, si le gustaría que se vistieran combinados y entre habla y habla, ella le roba una papa.
¿Compra papas todos los días?
Sí.
Tommy le coloca un brazo alrededor del cuello y empieza a sacudirla mientras le aprieta las mejillas con su mano libre.
—Escúpela, ahora —demanda —¡Escúpela, Sarah Baker!
Sólo me queda reírme a carcajadas mientras veo el espectáculo.
Suena el timbre marcando fin al receso y de manera perezosa los tres vamos a nuestras respectivas clases. Sarah a punto de llorar porque le toca alguien igual o peor que la profesora Cooper.
Cada palabra que sale de la boca de la profesora de matemática me entra por un oído y me sale por el otro. No estoy entendiendo nada.
Miro impaciente el reloj que está sobre el pizarrón. Falta un minuto.
Sigue hablando. Cuando miro la pizarra nuevamente, me encuentro con nuevas cosas que no tengo idea de cómo aparecieron.
Empezaba a quedarme dormida cuando por fin, el glorioso sonido del timbre retumbó por toda la escuela.
—No olviden la tarea pendiente —avisa mientras todos recogemos y nos vamos. Dudo que le hayan prestado atención.
Me pierdo en el mar de estudiantes que se dirigen a la salida, cuando llego a ella y respiro profundo, caigo en cuenta de que Camila no vendrá.
Mierda
Cuando empiezo a caminar, un auto que no es de Camila se detiene a mi lado y cuando bajan el cristal descubro que es Thomas y la señora Wilson.
—¿Gustas que te lleve, cielo? —pregunta ella muy amable.
Mamá me hará tremendo drama si se entera...
Pero está trabajando, y gasté el dinero del bus. Siempre olvidadiza.
—De acuerdo, señora Wilson.
Me subo en los asientos de atrás y me coloco el cinturón inmediatamente. La radio suena a un nivel bajo, ella conduce con conocimiento, pues ya sabe dónde vivo. Me pregunta cómo estoy, ya que hace varios días que no me ve, pregunta cómo me va en la escuela y sólo digo que bien, pero Tommy no se calla y termina por decir que yo también tuve una de las calificaciones más altas.
—Eso es excelente —dice con genuina alegría —me alegro mucho, Nerea. Tu mamá debe de estar muy feliz por la hija tan estudiosa que tiene.
No respondo.
Se detiene frente a mi casa, le agradezco haberme traído y me desmonto del auto. Volteo para mirar y Tommy me sonríe a la vez que se despide con la mano. Se pierden en la carretera y yo me quedo frente a mi puerta esperando a que llegue Camila Taylor.
No tengo que esperar mucho.
Veo el auto negro de mamá acercarse y a la vez la puerta del garaje abrirse. Aprovecho el momento y entro por ahí.
Ni bien se ha bajado cuando me aborda con preguntas.
—¿Quién te ha traído?
—La mamá de un amigo.
Entra a casa y yo la sigo.
—¿Y ese amigo tuyo tiene algún interés en ti?
—Pues no, Camila. Las personas tienen amigos, ¿sabes? No todo debe tener un trasfondo.
—Tenías que esperarme.
—¡Tú misma dijiste que no te esperara!
—Te envié un mensaje avisándote que si iba a llegar.
—Olvidé mi celular.
—¿No será que lo dejaste a propósito porque ya tenías planeado venir en el auto de alguien más? Quién sabe cuántas veces no te habrá traído él y yo no lo sé.
Algo que odio es discutir con alguien que no entiende que no tiene razón, por lo que, en lugar de seguir respondiéndole, doy media vuelta para subir a mi habitación.
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Lo oculto tras mi sonrisa.
Teen FictionEn un mundo de tonos grises, él era el rojo. En un mundo cruel, él la ayudaba a enfrentarlo. En un mundo con billones de personas, él la eligió a ella. En un mundo lleno de extraños, él es Silas y ella Nerea.