Capítulo once.

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Hoy es el baile de primavera.

HOY ES EL BAILE DE PRIMAVERA.

Permanezco de pie frente a mi cama observando mi vestido azul celeste con margaritas blancas, es de tirantes finos y me llega poco más arriba de las rodillas. Es precioso.

Antes de entrar al baño, doy una última revisada a mi celular.

Ikram: ¿Segura que no quieres que pase por ti?

Nerea: Me encantaría que lo hicieras, pero ya te explique lo que sucede :(

No espero a que responda, dejo el celular sobre la cama y entro corriendo a bañarme, pues Camila ha estado apurándome todo este rato.

Cuando salgo, los gritos de mi mamá llegan a mis oídos. Otra vez.

—¡¿Ya estás lista?! ¡Vas a llegar tarde!

—¡Camila, relájate! Estoy a tiempo.

Sigue gritándome y yo ruedo los ojos. A veces se me olvida lo estresante que puede llegar a ser cuando se pone en un plan de esos.

Procedo a hacer mi rutina después de bañarme, la cual consiste en colocarme aceite corporal y crema en el rostro. No sé por qué acabo de llamar a eso rutina, la verdad.

Me coloco el vestido, después mis zapatillas, que resultan ser unas sin tacón color marrón. Suelto mi cabello rizado y lo sacudo para estilizarlo, finalizo mi poderoso outfit con algunas joyas: una cadena, argollas pequeñas y algunas pulseras en ambas muñecas. Me doy un repaso en el espejo de cuerpo completo que tengo en mi habitación.

—Que linda te ves —le digo a mi reflejo.

Antes de abandonar mi habitación, rocío perfume sobre mí y recojo la cartera que había elegido del clóset de Sarah hace unos días.

—Aleluya. —dice la mujer que me dio la vida al verme —Estás preciosa —me sonríe.

—Graciasss —doy una vuelta en mi lugar.

—Ahora, escúchame, —aquí vamos —no vas a hacer nada raro, ni malo. Si te ofrecen alcohol no lo aceptes.

—Mamá, voy a un baile de primavera. Son las 3 de la tarde. ¿De dónde sacas que alguien va a tomar alcohol, cuando el rector dijo que no quiere alcohol ahí?

—Te sorprenderías —contesta dando la vuelta, por lo que se pierde mi mirada con la ceja alzada. —Vámonos.

Para sorpresa de nadie, durante el camino a la secundaria, Camila Taylor se la pasa dándome advertencias tan arcaicas como ella. La peor fue la de que no le acepte bailar a ningún chico, porque sino se sentirá con el derecho de pedir algo más.

Patético. Aunque tiene sentido.

Nos despedimos en la entrada y al ver la cantidad de personas ingresar a la secundaría, mamá me vuelve a regañar con que he llegado tarde, pero no le hago caso.

Cuando atravieso las puertas y visualizo a algunos chicos dispersados, empiezo a sentirme nerviosa.

Ay, el primer amor. Que lindo.

Doy pasos moderados con el propósito de llegar al espacio donde se desarrollará todo, logrando encontrarlo en el camino.

—Pensé que no llegabas —me dice al verme. Abre sus brazos y yo gustosa acepto que me envuelva en ellos.

Trae una camisa negra con lirios blancos estampados en ella. Fue lo más parecido a mi vestido que pudo encontrar.

—¿Me extrañabas?

Lo oculto tras mi sonrisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora