Lo que más amo de San Diego son sus paisajes. El tono que adquiere el cielo cuando cae la tarde, más las grandes palmas ondeando es, sin duda alguna, un cuadro digno de capturar y enmarcar. Pero justo ahora es en lo que menos me concentro cuando los observo a través del cristal.
Voy a verlo y eso me tiene muy nerviosa por tres razones.
Número uno: mi madre no sabe que voy a verme con alguien que no es mi amiga. Le estoy mintiendo y me asusta si se entera.
Número dos: la conversación que tuve con él previo a este día.
Y número tres:
—Ya llegamos, señorita.
Miro por la ventana y efectivamente, es la casa de mi querida amiga.
¿Y la razón número tres?
La olvidé.
Sin más que agregar ni decir, le pago al taxista que me ha traído y tras despedirme de él, bajo del auto.
Me tiembla todo.
Con pasos largos avanzo hasta detenerme frente a la puerta, sin más preámbulos toco el timbre y espero.
Pasados lo que calculo como dos minutos, me abren la puerta y la brillante cara de mi amiga me recibe.
—Luces como si te acabaran de robar —es lo primero que dice al verme.
Aquello consigue sacarme de mi nube de nerviosismo.
—Ay que linda, yo también estoy feliz de verte.
Sin esperar a que me invite la hago hacerse a un lado y me adentro a la casa. Ya es costumbre.
—Estoy muy nerviosa.
—Te entiendo, yo también lo estaría si supiera que tremendo hombre me va...
—Sarah —la detengo amenazante.
—Perdón, perdón.
—¿Crees que me estoy precipitando? —le pregunto cuando me dejo caer en su sofá.
—Oh, mi dulce niña —se deja caer a mi lado. —Sólo responde algo, ¿tú quieres hacerlo?, es decir, ¿quieres que te toque? ¿Estás segura?
—Por supuesto que sí. Es sólo que me da pena, miedo también, ¿no sería una cualquiera si lo hago?
—Claro que no, una mujer no es una cualquiera por disfrutar su sexualidad, mucho menos si la está descubriendo. ¿Por qué lo piensas?
—Es que mi mamá dijo...
Rueda los ojos al escuchar aquello y se pone de pie.
—No voy a dejar que te impidas hacer algo que quieres por la anticuada de tu madre. Ponte de pie y ve a ver a tu hombre antes de que se acabe el tiempo.
—No es mi hombre.
Me mira sin poder creer lo que he dicho.
Ni siquiera yo lo creo.
Sin ganas de retrasarlo más, me dispongo a irme, Sarah me acompaña fuera de su casa y me señala la de él. Aquí vamos.
En el momento que estoy a nada de tocar el timbre, respiro hondo. Estoy tan emocionada.
Toco el timbre con las manos temblando, y se intensifica cuando no tardan nada en abrir.
—Bendito el día que fuiste creado.
Sonríe antes de invitarme a pasar.
Continúo nerviosa y creo que él lo nota porque empieza a hablar de cualquier cosa. Que si deseo algo de tomar, que sus padres están en el trabajo y bla bla bla.
Y como negué querer algo de tomar y ninguno quiere ser sorprendido en la sala, me invita a subir a su habitación.
Apenas entramos, él se acerca lento, como si no quisiera asustarme, y cuando ve que no retrocedo empieza a besarme. Justo en ese momento es cuando agradezco la vida.
Entre beso y beso, mi celular suena, lo saco de mi bolsillo solo para ponerlo en silencio y dejarlo en cualquier lado. Continuamos en la faena y quien se separa un poco es él, solo para decir unas pocas palabras:
—Detenme cuando quieras.
Todo pasa rápido.
Se sienta en la cama llevándome con él para sentarme sobre su regazo. De espaldas a él. Sus manos van y vienen por todo mi cuerpo, acaricia mis piernas desnudas, mete las manos dentro de mi blusa para llevarlas a mis senos y la respiración se me torna pesada.
—Creo que esto estorba.
Siento su mano vagar por mi espalda y mi brasier cae cuando menos lo espero. Me insta a quitarme la blusa y yo feliz lo hago. Me encanta lo que estoy sintiendo. Sobre todo, cuando sus manos hacen contacto directo con mis senos. Sus dígitos van a parar al botón de mi pantalón y sé lo que significa, entonces yo misma me lo quito y vuelvo a sentarme sobre él. Me hace el panty a un lado y sólo soy consciente de sus dedos haciendo contacto con esa zona que ansiaba su contacto. Desliza hacia arriba, abajo.
He estado sintiendo su potente erección todo el rato.
—Arrodíllate.
Todos sabemos lo que eso quiere decir.
—No sé hacerlo.
—¿No quieres?
—Si quiero, pero no sé cómo hacerlo.
—Pues déjame enseñarte. Llegaré a donde tú quieras que llegue.
Y sólo eso bastó para que yo me pusiera de rodillas frente a él.
Fue algo torpe, como se supone que son todas las primeras veces que haces algo, pero me gustó la nueva experiencia. Me gustó la manera en que me pidió abrir la boca, aunque estuve a punto de decirle que no podía hacerlo más de lo que lo hice, me gustó sentirlo en mi boca y en el fondo me gustó la sensación de ahogo, aunque mis golpes en sus caderas dijeran lo contrario.
Oh, señor.
Al ponerme de pie, mi primer pensamiento es preguntar por la hora, no sé por qué. Algo me inquieta.
—¿Qué hora es?
Tarda unos segundos en contestar, supongo que buscando su celular.
—3:47pm.
¿Qué?
Si, haz estado con tremendo hombre hace más de una hora. Felicidades.
Eso no es bueno. Quiero decir, si lo es, pero no cuando saliste de una manera clandestina como yo, ni cuando tienes una madre como la mía.
—Tengo dos mensajes de Sarah —aquello llama mi atención —y cito textualmente, ¿eh? DILE A NEREA QUE CONTESTE EL MALDITO CELULAR, he gritado porque está en mayúsculas. El otro es más pasivo, sólo dice: por favooor, y una carita sonriente. ¿Nerea?
No le contesto por estar buscando mi celular. Estoy asustada. ¿Dónde está ese estúpido aparato?
Cuando lo localizo no sé si aliviarme o sentirme peor.
Tengo quince notificaciones de Sarah: diez llamadas y cinco mensajes, de mamá tengo veinte. Todas llamadas.
Oh no.
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Lo oculto tras mi sonrisa.
Novela JuvenilEn un mundo de tonos grises, él era el rojo. En un mundo cruel, él la ayudaba a enfrentarlo. En un mundo con billones de personas, él la eligió a ella. En un mundo lleno de extraños, él es Silas y ella Nerea.