Los Conocí

2.6K 297 35
                                    

Espero que les guste~

Estaba dando vueltas por la ciudad cuando un aroma en particular llamó su atención, era fuerte y delicioso, lo suficiente como para impulsarlo a seguirlo con la esperanza de que quizás podía encontrar algo bueno para comer. Camino, yendo por las zonas con poca gente, hasta que vio el cartel que llamó su atención. Lo miró con ojos curiosos, suponiendo que vendía fideos allí. Sonrió y fue directamente a la parte de atrás del lugar, dando un pequeño salto de emoción al ver el basurero abierto. Le costó unos cuantos intentos entrar pero lo logró y cuando empezó a rebuscar, escucho algo que llamó su atención. Se volteo y se encontró de repente con alguien que le devolvía la mirada fija. Un demonio cerdo, algo bajo, que lo miraba con curiosidad y sorpresa, sosteniendo una gran bolsa negra que se seguro iba a tirar. MK no pudo evitar retroceder un paso, temeroso, no todos reaccionaba bien a su presencia por alguna razón. Se acurruco lo más lejos posible de el extraño, ya pensando en salir rápidamente y escapar si le empezaba a gritar.

-Hey chico...- la expresión del demonio de repente se relajo, luciendo amable de alguna manera y con una pequeña sonrisa. -...¿Tienes hambre?- el niño dudo antes de asentir apenas. -¿Quieres algo cálido de comer? Puedo preparar algo para ti- el niño parpadeo, sorprendido ante el ofrecimiento pero decidió aceptar, más que nada porque tenía hambre y no había conseguido nada bueno en días. Salió del basurero y de repentinamente estaba dentro del lugar, sentado en una silla alta y con un plato humeante siendo dejado en la mesada frente a él, su rico aroma llegando a su nariz. Comió con apuro, tarareando con gusto ante cada bocado, sintiéndose cálido por dentro.

-¿Te gusta?- sonrió el demonio al ver al menor asentir. -Eso es bueno- se cruzó de brazos, al parecer contento de ver al niño comer. -Vuelve cuando quieras, niño. Te haré un plato de fideos cuando quieras- el menor no pudo evitar mirarlo con asombro, mostrando una pequeña sonrisa ante la amabilidad ajena, y se fue, sintiéndose cálido y lleno por primera vez en mucho tiempo.

La próxima vez que volvió, trajo consigo un regalo. Una canica color rosa, una que entregó con nerviosismo y emoción, feliz cuando el demonio cerdo aceptó el regalo con una suave sonrisa y un agradecimiento.

En una de sus tantas visitas a la pequeña tienda de fideos, se encontró con alguien más allí a pesar de ser horas fuera del almuerzo. Entró a pesar de sentirse incómodo por la mirada fija de aquel hombre y, después de lavarse las manos en el baño y de lograr subirse a una de las sillas altas, allí se quedó, balanceando ligeramente los pies.

El niño y el adulto de anteojos se miraron entre ellos, fijamente y en silencio, casi como si se estuvieran analizando entre ellos.

-Pigsy...- llamó el adulto.

-Deja al niño en paz, Tang- bufo el demonio, dejando un plato de fideos recién hechos frente al menor, quien desvío la mirada para ver la comida.

-¿Le das comida gratis a él?- el adulto pareció ofendido ante eso. -¡Somos amigos desde hace años!-

-¡Cállate, idiota!- gruñó con una mueca. -Tu robas mi comida- rodó los ojos y les dio al espalda para volver a la cocina, dejando al par solos por el momento. Tang bufo, haciendo un puchero, agarrando el libro que había traído y abriéndole para seguir leyendo. El menor lo miró con curiosidad, viendo el mono de aspecto extraño que tenía en la portada. Trago la comida que tenía en la boca y después de dudar unos segundos, extendió su brazo lentamente, dando un suave tirón a la ropa ajena.

-¿Eh?- el mayor lo miro con curiosidad y confusión, el menor señalando al mono en la portada, haciendo una pregunta silenciosa que el mayor pareció entender. -Oh, es es Monkie King- sonrió, ligeramente divertido al ver la expresión ajena. No pareció reconocer el nombre, así que supuso que no lo conocía. -Un demonio mono nacido de una piedra, dotado de grandes poderes, con una nube mágica para volar y un bastón muy especial que sólo él puede levantar- pudo notar le curiosidad creciendo en el niño, quien lo estaba escuchando atentamente y comiendo lentamente, esperando a que continuará. Tang sonrió y habló, contando las historias que se sabía de memoria, contento de ver al niño interesado.

Al niño le gustó Monkie King y sus locas historias. Se fue de la pequeña tienda con una gran sonrisa y sus sueños se vieron plagados por el dios, algo que lo hizo tener muy buen humor. Sus visitas se volvieron más emocionantes, siendo recibido no sólo con amabilidad y algo de comida, sino también recibiendo una historia. Cuando pudo volver, llevó consigo un regalo, una canica color roja que entregó a Tang, quien la aceptó con un sonrisa emocionada y lo guardo en uno de sus bolsillos después de agradecer. El niño no pudo evitar sentirse feliz de ver que su regalo era bien recibido.

En un día particular, cuando estaba dispuesto a ir a visitar a Pigsy y a Tang después de no verlo en unos días, una chica corriendo llamó su atención. Parecía joven, quizás de su edad, con el cabello largo y ropa elegante, mirando a su alrededor con expresión decidida. Esta huyendo, eso era obvio. Pudo ver a los hombres que la estaban buscando, grandes y sin parecer tener buenas intenciones, uno de ellos gritando que había visto a la niña, quien hizo una mueca ante su voz. Sus piernas se movieron por sí solas y corrió, tomando la muñeca de la niña apenas pasó por su lado y casi arrastrándola para que lo siguiera, aprovechando sus bajas estatura y moviéndose ágilmente entre las personas, hasta que lograron esconderse en un callejón, ambos jadeando. Él la soltó y retrocedió un par de pasos, mirándola con preocupación y timidez.

-Tu...me ayudaste...- ella lo miró con asombro, una lenta sonrisa dibujándose en su rostro. -¡Muchas gracias!- él le devolvió el gesto. -Eres un chico callado...- comentó, él jugando con el borde de su remera. -¿No te gusta hablar?- él asintió ligeramente. -Bueno, para ti suerte, puedo hablar lo suficiente para los dos- sonrió, animada, él riendo en silencio ante sus palabras. -¿Sabes un lugar donde podemos escondernos? No quiero volver a casa ahora- el niño quedó pensativo, asintiendo cuando un lugar se le vino a la mente. -¡Guíame, mi gran salvador!- extendió su mano hacia él, quien se puso ligeramente nervioso ante eso. El niño mostró sus manos sucias, sorprendido cuando ella tomó su mano de cualquier manera. No pudo evitar mostrar una pequeña sonrisa y empezar a caminar hacia la tienda de fideos, con ella charlando todo el camino y con él escuchando con atención.

Ella pareció adorar el pequeño lugar de fideos al instante y proclamó que sería su refugio a partir de ese día. Incluso le dio un apodo después de darse cuenta que él era fanático de Monkie King. Lo llamó "MK", una abreviado de "Monkie Kid". Adoro eso al instante y la próxima vez que la vio, le dio como regalo una canica color verde. Mei sonrió enormemente y agradeció con entusiasmo, guardándola, abrazándolo para su sorpresa. A ella no parecía molestarte sus sucio estado y él no pudo evitar aferrarse un poco a ella. No había tenido un abrazo en mucho tiempo.

Papa MacaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora