ABURRIMIENTO

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Me despierto con la cabeza dándome vueltas en la fea habitación que tanto odio con sus paredes blancas, sus techos blancos, su suelo blanco. Es como si siempre me estuvieran observando, como si...

Unos pasos se acercan a mi puerta para comprobar en qué estado estoy. Por lo menos no estoy grogui. Aún que extraños esa sensación, el pinchazo de la aguja al entrar en mi piel y encontrarse con mi vena, notar como ese líquido blanquecino entra en mi cuerpo y me hace sentir a gloria una vez más.

Lo echo tanto de menos...

Tras comprobar que estoy despierta un hombre joven abre una pequeña puertecita por la que hace entrar una bandeja metálica con tan solo un potingue amarillento de comida con una rebanada de pan, por la experiencia, seguramente duro.

De un salto me acerco a la puerta también blanca y meto mis dedos entre la pequeña rendija antes de que el hombre pueda cerrarla.

-No he hecho nada malo, por favor... sacarme de aquí.- suplico al hombre que me esta observando desde el otro lado de la puerta.

-Saca los dedos de ahí para que pueda cerrarlo - responde a mis súplicas con tono frío y autoritario.

Pero no pienso ceder.

Aquí se siente tan aburrido...

-Por favor, no sé por qué estoy aquí... sácame, por favor... no he hecho nada malo.

El hombre cierra de un golpe fuerte la pequeña puertecita, pillándome los dedos, haciendo que me eche hacia atrás por el dolor. Además de enfadarme claro.

Tiro la bandeja con la asquerosa comida contra la puerta, manchando aquel blanco impoluto de pureza que asfixia la habitación. El hombre tras tirar de los cerrojos que mantienen la puerta de hierro cerrada entra en la habitación.

-¡¡yeiii!! Se siente tan aburrido aquí... Ven a jugar con nosotras.- exclamo tras haberlo hecho entrar, logrando mi objetivo. Si se cerrase la puerta podría...

El hombre tan solo me dirige un mirada de asco antes de decir:

-Estás loca.

Un puño sale volando e impacta contra mi cara haciendo que comience a bajar por mi nariz un liquido rojo oscuro y ensucie el blanco impoluto.

Comienzo a reír y caigo contra el suelo con mis brazos amarrados contra el extraño uniforme. Ni siquiera me doy cuenta de cuando el hombre sale de la habitación, pero lo único que hago es seguir manchando más y más el blanco que reina en el espacio con mi propia sangre.

Recordando cómo era sentir la sangre de aquel chico entre mis brazos... caliente y húmeda.

-Deberiamos matarlos a todos para volver a sentirlo.- me dice ella.

-Tienes tanta razón...

Ojalá entraran en la habitación para poder volver a sentirlo de nuevo, para poder manchar más y más las paredes, techos, suelos de ese blanco impoluto con su sangre roja...

Ojalá...

Ojalá poder matarlos a todos.

Se siente tan aburrido aquí dentro.

Relatos Cortos para antes de DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora