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"Ser de utilidad", una simple frase cargada de una gran presión.

Eso lo entendió en el curso, estar rodeado de cientos de personas que, al igual que él, se creían inútiles realmente llegó a afectarle, especialmente cuando conversando con algunos de ellos se enteró de que habían intentado suicidarse. Solo pensar en él mismo intentándolo le hacía perder la fuerza en las piernas por el miedo.

Ciertamente, el sitio en el que se encontraban no era el más alegre para muchos de ellos. Rodeados por cuatro paredes amarillas, cientos de escritorios en el centro y un maestro robot al frente, comenzaron sus estudios.

Probablemente fue lo más complicado que haya hecho en toda su vida. Ver cómo algunos enloquecían a pesar de las diademas en las cabezas de todos, que lo impedían, era deprimente. Sin embargo, tenía algo muy claro: cuando esto terminara, nunca volvería a ser el mismo.

❄️❄️ 

Flock y Sarah paseaban por los relucientes pasillos de la nave en dirección al estudio de su padre.

Con una sonrisa, John se levantó al verlos. —Hay algo que quiero compartir con ustedes...— Caminó hacia ellos, revelando que ya no vestía como pirata, sino que había retomado el estilo que solía llevar antes de que su esposa falleciera. —Su madre siempre anheló lo mejor, no solo para ustedes, sino para toda la humanidad. Cometí errores, pero creo que aún hay tiempo para enmendarlos. Quiero seguir sus pasos—

Flock lo miró con cierta perplejidad. —Me alegra que lo veas así, papá, pero ¿cómo planeas hacerlo?— preguntó, observando cómo su padre sacaba dos carnets de su bolsillo. —Flock, nacionalidad japonesa, 15 años— leyó en el carné de su hermana, idéntico al suyo.

—...Descenderemos en Japón en esta época. Abriré una sucursal donde podré ayudar a todos con la tecnología que poseemos. Mientras tanto, ustedes asistirán al colegio. Les vendrá bien socializar y hacer amigos de su edad— explicó John, notando la conmoción en el rostro de sus hijos —No se preocupen. Ya lo hablé con Bibi y María. Ellas están de acuerdo en que dejemos atrás nuestra vida nómada—

Sarah sonrió con ternura —Me parece bien. Realmente me encantaría hacer amigos— expresó, y su hermano asintió. —Me pregunto si podremos volver a ver a Doraemon y a los demás...—

John sonrió ampliamente —En cuanto a eso, los inscribí en el mismo colegio al que asisten los chicos— anunció, y Sarah lo abrazó emocionada, ansiosa por reunirse con sus amigos.

❄️❄️❄️

El día llegó a su fin, y Nobita lo soportó con entereza. Aunque su estancia en la regulación duró tres años, fuera de la habitación solo había pasado un día. Doraemon le dedicó una sonrisa al verlo salir. —Lo lograste... estoy muy orgulloso—, expresó con sincera admiración. Nobita respondió con una leve sonrisa mientras dirigía su mirada al cielo. —¿Sucede algo?— preguntó Doraemon, percibiendo la mezcla de emociones en su amigo.

Nobita negó con la cabeza. —No sucede nada— respondió, quitándose sus lentes para limpiarlos. —Es solo que ya quiero ir a casa. Las clases están por empezar, y estoy seguro de que si mamá sube a la habitación y ve que no estamos, se preocupará—

Doraemon lo observó en silencio por un momento. Antes, Nobita habría reaccionado con quejas y berrinches ante una situación como esa. Ahora, mostraba una serenidad que denotaba tres años de madurez adicional. —Supongo que era de esperarse. Tendré que acostumbrarme— reflexionó Doraemon, soltando un largo suspiro. —Está bien, regresemos—

El viaje de regreso fue tranquilo. Al llegar, aún era muy temprano, y se podía escuchar a su padre conversando con su madre. Con tranquilidad, Nobita se vistió con su uniforme y organizó sus libros. Afortunadamente, no había deberes pendientes del día anterior.

Una vez abajo, Tamako lo miró con sorpresa. —¿Ha sucedido algo, hijo? ¿Estás enfermo?— preguntó, sin creer que se hubiera despertado temprano.

El antiguo Nobita habría respondido con enojo ante ese comentario. Sin embargo, el nuevo Nobita, más calmado, dijo: —No, mamá. Simplemente desperté temprano. Iré a desayunar—

Al llegar al salón, ignoró todas las miradas curiosas. Suneo, intentando provocar, comentó: —¿Y este milagro?— esperando una reacción airada.

Nobita sonrió con tranquilidad. —Buen día, Honekawa— dijo, desviando su atención de la burla de Suneo, desconcertándolo por completo. —¿Necesitas algo?—

Suneo quedó boquiabierto, incapaz de articular palabra. Finalmente, se dio la vuelta y se fue. Pocos segundos después, entró el maestro seguido por dos jóvenes rubios —Buenos días, chicos. El día de hoy se nos integran estos dos jóvenes. Háganlos sentir cómodos—

Suneo, Gigante y Shizuka los miraron con sorpresa. Honestamente, pensaron que nunca más los verían. Al parecer, ese día sería excepcional.

Nobita se quedó paralizado al ver a Sarah. Lo mismo le sucedió a ella. Ambos sintieron como si una corriente eléctrica, cargada de emociones encontradas, predominara la angustia.

Ella lo miró y sintió el calor que había experimentado esa mañana regresar a ella. La sensación de haber encontrado algo que había perdido hacía mucho tiempo la abrumó.

Él la miró, y una inmensa sensación de tranquilidad lo invadió. Su corazón latía de alegría, mientras que la sensación de haber recuperado algo que le habían arrebatado hace mucho tiempo lo abrumó.

Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, varias lágrimas comenzaron a escaparse. Flock miró a su hermana con confusión. —¿Qué te sucede?— murmuró, sacándola de su ensueño.

Sarah se limpió las lágrimas. —No... no me sucede nada— dijo con una sonrisa, ignorando las miradas sorprendidas que recibió debido a su llanto y su parecido con Shizuka.

Nobita también se secó las lágrimas, sintiéndose muy intranquilo. —¿Qué... qué sucedió?— murmuró.

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