Celos del cielo

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-Hey, Jennie.- Me llamó la pelinegra frente a mi.

-¿Si?- Pregunté, tomando un sorbo de mi taza de café.

-Hoy te ves hermosa, es como si cada día te pusieras más bella que el día anterior.- Soltó esas palabras que me hicieron sonrojar fuertemente.

-Cá-Cállate, Manoban.- Desvíe mi mirada hacia otra parte que no fueran sus profundos ojos avellanas.

Nos encontrábamos en una cafetería que solíamos frecuentar juntas, íbamos seguido para nuestras citas y los meseros ya nos conocían. Pero se sentía diferente ahora.

Vacía.

Ella soltó una profunda risa nasal y sonrió mostrando sus perfectos dientes, sus ojos formando medias lunas.

Amaba escuchar su risa, era mi parte preferida de mis días con ella; escucharla reír y verla sonreír. Ahora las sonrisas y risas que solía ver y escuchar eran diferentes.

Sin gracia.

Sonreí a la tailandesa que se sentaba frente a mi, saqué unos cuantos billetes de mi cartera y los dejé sobre la mesa para luego pararnos y salir de la cafetería.

-¿Qué harás hoy?- Preguntó. Íbamos de camino al parque donde siempre íbamos luego de tomar nuestro café y comer nuestros pastelitos.

-Lo de siempre, ya sabrás cual es mi rutina ahora, me vigilas siempre.- Bromeé y eso la hizo reír de nuevo.

-Te cuido, es por eso que siempre mantengo un ojo sobre ti allá arriba.- Señaló con su dedo índice la dirección dicha.

Negué con una sonrisa y me enfoqué en caminar sin tropezar con algo o alguien por el parque. Habían muchos niños pequeños jugando en los columpios; adultos que platicaban entre sí; jóvenes que salían a correr para ejercitarse; señores que alimentaban las palomas; todos se veían muy felices. Pero ahora ese parque era diferente.

Triste.

-¿Qué miras?- Preguntó curiosa.

-Nada, solo pensaba.- Fijé mi mirada en ella y luego en la banca en la cual nos solíamos sentar para platicar. Tomamos asiento una junto a la otra y conectamos miradas. Ambas sabíamos que esa banca no era la misma.

Incómoda.

-Mi madre preguntó por ti.- Alzó ambas cejas en sorpresa.

-¿Qué dijo?- 

-Preguntó que si te iría a visitar para que llevara unas cosas que ella te manda.-

-¿Las trajiste?- Asentí y palmeé mi pequeña mochila que cargaba siempre conmigo.

-Vamos, antes de que anochezca.- Nos levantamos y nos dirigimos hacia un sendero que te adentraba más al bosque detrás del parque.

El sendero te llevaba a una colina alta, donde claramente podías ver toda la ciudad desde ahí.

Cuando llegamos, nos sentamos en nuestro lugar habitual, en la orilla de la colina. Con nuestros pies colgando y nuestras manos tomadas, fijamos nuestras miradas en la hermosa vista que teníamos frente a nosotras.

-Lisa.- Le llamé.

-Jennie.- Respondió.

-Cada vez que vengo acá, pareciera que fueras tu la que se pone cada día mas hermosa.- Le dije mirando al cielo. -Dime, ¿Qué se siente volar?- Y se formó el silencio.

-Dime, ¿Qué es el más allá?- Pregunté de nuevo. -¿Es así de bello como dicen?-

-Nada se va a comparar a estar contigo, Nini, ningún lugar va a cambiar lo que era estar junto a ti. Porque eres el cielo en la tierra, eres un ángel caído.-

El sol se escondía y adornaba el cielo con distintos tonos de rosa, rojo, naranja y morado. Adoraba ver los atardeceres y amaneceres, Lisa me llevó a ver un atardecer en nuestra primera cita y ahora, cada vez que veo uno, sonrío a su recuerdo.

Escuché su ronca risa junto a mi y la volteé a ver.

-¿Qué pasa?- Pregunté.

-Te amo mucho, Jenjen.- Sus palabras iban cargadas de tanto amor y afecto, también reflejado en sus hermosos ojos avellanas.

-Yo te amo más, mi amor.- Me acerqué a ella y deposité un casto beso en sus labios, nada de movimiento, solo el tacto; solo sus labios sobre los míos.

-Lisayah.- Llamé de nuevo cuando nos separamos.

-¿Si, Jennie-unnie?-

-Dime, ¿Qué se siente formar parte de las estrellas?- Su mirada cambio a una triste, al igual que la mía.

Suspiró y se acomodó en su lugar. -Maravilloso.- Su respuesta me hizo bajar la mirada. -Pero tan vacío porque no te tengo conmigo. No hay nadie allá que se compare contigo, me fui amándote porque juré amarte hasta la eternidad. Quizás ahora sea una estrella, pero tu siempre serás mi razón de brillar.-

Las lágrimas se formaban en mis ojos. -Ahora tan sólo eres un recuerdo donde reíamos tu y yo. Ahora tan solo eres un retrato que cuelga en mi habitación.- Dije recordando la foto que colgaba de la pared de mi cuarto, éramos ella y yo con el atardecer de fondo, compartiendo un dulce beso y sonreíamos en medio del beso.

-Y siento celos de no tenerte aquí.- Fui honesta y ella me envolvió en sus largos y cálidos brazos. Lloré en su hombro y sujeté con fuerza su camiseta blanca. Me separé y junté de nuevo nuestros labios.

Cuando nos separamos, nos pusimos de pie y caminamos colina abajo, pronto se pondría todo oscuro e iba a ser mucho más difícil bajar la colina sin ninguna luz que iluminara nuestro camino.

Tomó mi mano con fuerza y caminamos hacia nuestro último destino del día.

Caminamos por las vivas calles de la ciudad. Por estos lugares tomamos muchas fotos, en cada esquina. Las luces iluminaban cada rincón de la ciudad. Pero ahora esas luces, que antes miraba tan brillantes, se veían diferentes.

Opacas.

Nos detuvimos cuando llegamos al gran portón negro que a sus costados le acompañaban unos grandes muros grises.

Empujamos juntas las puertas y caminamos por el sendero de tierra hasta donde debíamos llegar.

Solté de a poco su mano cuando nos detuvimos frente a ese lugar y me arrodillé con las lágrimas ya listas para caer de mis ojos.















-Y siento celos del cielo que te tiene a ti...-


Lalisa Pranpriya Manoban

27 de marzo de 1997 - 11 de agosto del 2018

"No llores mi ausencia, siénteme cerca y háblame de nuevo. Te amaré desde el cielo como te amé en la tierra".










Canción: Celos del cielo
Artista: Ayzak Ewan


Song-shots (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora